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 The Road to the Reckoning: Oscuridad, Fuego y Hielo (Prólogo 2)

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Kael'Thas Sunstrider
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Kael'Thas Sunstrider


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MensajeTema: The Road to the Reckoning: Oscuridad, Fuego y Hielo (Prólogo 2)   The Road to the Reckoning: Oscuridad, Fuego y Hielo (Prólogo 2) I_icon_minitimeMar Mar 15, 2011 2:03 pm

Prólogo 2, y comienzan a aparecer OCs.

The Road to the Reckoning - Prologo 2.

Oscuridad, Fuego y Hielo.


Tierra-TRN065.
-Lord Mar-Vell, nuestras tropas están preparadas y esperan su señal.

La voz tras él hizo que Mar-Vell, el dirigente de las fuerzas del Cancerverse, levantara la vista del enorme mapa multiversal que se le había otorgado antes de comenzar con esto.
No lo necesitaba, puesto que ya había decidido invadir una tierra similar a esta por órdenes de los Multi Angulares mediante el acceso conocido como La Falla, pero tras lo ocurrido en los últimos días, había sido obligado a cambiar su plan de ataque.
Si bien aún estaba enfocado en permitir a los Multi Angulares invadir otros universos para seguir expandiendo sus dominios, ahora dichas entidades habían decidido cambiar todo. No era que a Mar-Vell le importase, al fin y al cabo debía servir a sus dioses, pero le preocupaba un poco el hecho de que algo los hiciera cambiar de actitud tan rápido.
No eran así, no solían actuar así…
Habiendo planeado meticulosamente el acceso a la dimensión por años, sabiendo que algún día se abriría el portal mediante La Falla… y que súbitamente en los últimos días cambiasen todo para aliarse con seres de otros universos…
Simplemente era preocupante.
¿Pero quién era él para cuestionar los objetivos de los dioses?

-Lord Mar-Vell, estamos preparados. ¿Cuál es su orden? –en la sala de comando de la enorme fortaleza móvil conocida como la Galactus Engine, apareció la guardia personal de Mar-Vell, los Revengers.

-Comiencen con la movilización. El objetivo a reclutar es demasiado peligroso, pero sumamente importante para los planes de los Multi Angulares y sus asociados… Thor, confiaré en que puedas encargarte si el objetivo sale de nuestro control. –tras él, un hombre rubio de ojos rojos y portando armadura similar a la de los vikingos, asintió con firmeza.

-Sí, Lord Mar-Vell.

-¡Lord Mar-Vell! ¡Detectamos algo viniendo a toda velocidad! ¡Velocidad luz!

-¡Tiempo de impacto!

-¡Menos de tres minutos, viene directo desde el tercer planeta de este sistema! –los ojos de Mar-Vell se abrieron como platos, no tanto por el miedo si no por la sorpresa de que este ser, fuese quien fuese, sabía que habían viajado a este universo. Mar-Vell mismo se levantó, flexionó los músculos brevemente y encaró el escenario frente a él; una amplia vista de Urano y Saturno un poco más a lo lejos.

Entre el enorme panorama del cosmos frente a él, se podía ver a una pequeña luz que incrementaba su fuerza con cada segundo, pasando de un resplandor blanco y apenas perceptible a una pequeña bola de fuego roja cada vez más y más brillante.
Mar-Vell sonrió cuando la bola se transformó en la efigie de un ser demoniaco. Rojo y con múltiples apéndices, como un artrópodo gigantesco.

-Void… -susurró Mar-Vell mientras se dibujaba en sus labios una sonrisa malévola.



Tierra-22.
El Archicanciller James Baziron miró con satisfacción por la ventana de su nave de guerra, el colosal bombardero VTOL Stormbreaker; el cual sobrevolaba sobre los cielos de Berlín, la capital del Imperio Alemán.
Ante él, la ciudad ardía en llamas y era azotada por explosiones en varios puntos de la ciudad. El archicanciller sonrió con placer, en especial al ver arder el enorme edificio del Reichstag, el hogar del führer. Una inusual tormenta eléctrica parecía descargar toda su furia sobre la gigantesca estructura de más de 400 metros de alto.

-Mi Señor… hemos recibido informes de Ucrania. Parece ser que la Destruction Force se encontró con superhumanos locales. –le informó a sus espaldas una mujer vestida con la imponente armadura negra y roja de los Dervishes Imperiales. Baziron alzó una ceja con incredulidad.

-¿Hubo problemas?

-Negativo, señor. Toda oposición fue despachada con facilidad… pero los agentes en el frente del este temen que Rusia esté a punto de enviar a las unidades Sigma. –Baziron miró en silencio a la Dervish por unos segundos. No había contado con que los rusos enviaran a los Sigma tan rápido, pero el hecho de que sus operativos hubiesen encontrado superhumanos en Ucrania…

-Comandante Valentine, establezca contacto con la Montaña Cheyenne y el Área 51… que den la orden de ataque para el Código Langosta.

-Sí, mi señor. –la Dervish salió de la habitación, dejando solo al Archicanciller.

Esperaba reservar el Código Langosta para erradicar instantáneamente los centros de población enemigos en el posible caso de que los Sigma rusos resultasen ser mucho para los escuadrones Imperiales y la Guardia de Dragones.
Morirían millones, sí, pero lograría conquistar Europa en menos de un día. Ante sus ojos, un rayo sumamente potente golpeó la parte superior del Reichstag, y al menos cinco pisos del edificio se derrumbaron por el impacto. Una serie de relámpagos más impactaron consecutivamente en el edificio, incendiándolo.

Un soldado entró corriendo a la sala donde se encontraba Baziron.

-Señor, Electric Shock ha… -el archicanciller hizo que se callara con un movimiento de la mano.

-Lo acabo de ver, soldado. ¿Cual es la situación en las calles?

-La Guardia de Dragones ha acabado con la resistencia en la puerta de Brandeburgo. Ironclad envió unos cuantos Schwarze Lords, pero no fue nada que Solar Flare y Behemoth no pudieran detener. Dark Dragon, White Death, Deadly Nightshade y Speed Queen se hicieron cargo de la artillería y los homúnculos menores. Los reportes preliminares indican que Excalibur y Sharpshooter capturaron sin problemas a los comandantes de campo enemigos.

-Bien. ¿Qué reportes tienen de los Eliminators y las Panthera? ¿Ya acabaron con los bloqueos en Munich y Dusseldorf?

-Sí, mi señor. Las Panthera se hicieron cargo de los Übermensch de Ironclad, y los Eliminators barrieron los campos de refugiados y se encargaron de las evacuaciones… según Halloween y Velociraptor han enviado a cerca de cien mil prisioneros a los campos de captura en París.

-Excelente, excelente. ¿Hay noticias de Ironclad y su corte?

-Negativo, señor. Aunque los agentes de las Serpientes Negras han obtenido posible información al respecto… creemos que está moviéndose hacia Rusia.

-No se preocupe, soldado… aún si llega a Rusia, no estará seguro. -Baziron clavó su penetrante mirada en el edificio del Reichstag, aún envuelto en llamas. Meditó por unos momentos y al final sonrió como un niño pequeño, entusiasmado de probar las armas que la diosa le había otorgado.
Rusia, el frente Sudamericano, China y el resto de las naciones que se opusieran a la expansión del Imperio, serían reducidas a cenizas... y una vez que dominara el mundo, la nación más poderosa de todas comenzaría su expansión interdimensional.
El archicanciller comenzó a vislumbrar de nuevo todas esas dimensiones que serían su objetivo... y le agradeció a la diosa.


-¡BANG! –un grito seguido de una carcajada anunció la destrucción de un pedazo de la puerta de Brandeburgo. Una bola de fuego deformó a la estructura histórica, y dejó ardiendo a la enorme bandera del reich sobre ella.

-Qué maduro, Sharpshooter. –murmuró una mujer alta, exuberante y rubia al ver al arquero disparándole flechas explosivas al monumento como si fuera un niño pequeño jugando con una pistola de agua. El hombre volteó a verla y le hizo un gesto de asco.

-Qué aguafiestas, Excalibur. Diviértete, maldita sea. ¿Porqué no eres más como Frost? –apuntó con la cabeza a la derecha, de donde se oía la risa maniática y aguda de una mujer detrás de una barricada, acompañado por gemidos y gritos de dolor. Excalibur levantó la mirada y trató de ver a quien producía esas escalofriantes carcajadas, pero no pudo ver nada.
El muro mal construido con bolsas de arena, tablones y rieles Y; le ocultaba cualquier indicio de qué demonios debía estar haciendo esa desequilibrada psicópata de Karen Frost, mejor conocida como White Death.

-¿Qué está haciendo? ¿No me digas que…? -Sharpshooter asintió, mirando fijamente a Excalibur.

-Cuando rendimos a los soldados hace una hora, Frost escogió a las soldados más hermosas… dijo que se iba a divertir con ellas. Creo que lleva un rato mutilándolas y haciéndoles cosas… ya sabes, como lo que hizo en Versalles hace medio año.

-Esa mujer me da asco… ¿porqué le permiten hacer eso?

-¿Será porque Ryan se la tira todas las noches? –cerca de ellos apareció una mujer morena, alta y de porte atlético. Speed Queen.

Tenía razón. White Death pertenecía a la Guardia de Dragones solo porque era la esposa del Coronel Ryan Drake, el Dark Dragon. Drake tenía una enorme influencia en las decisiones del Archicanciller Baziron, y de acuerdo a los rumores en la Ciudadela Imperial, era el siguiente en la línea de poder para ocupar el puesto de Baziron.

-¿Hablan de Frost o de esa vaca de Claire?

-¿Crees que los rumores sean ciertos, Excalibur? –Speed Queen y Sharpshooter intercambiaron miradas por un momento. Excalibur soltó una carcajada seca y se encogió de hombros.

-Claro. Eso lo sabe todo el mundo…. Pero eso no es lo importante. Me asusta más el hecho de que Frost haya cambiado tanto en estos años… ni siquiera se llamaba así cuando la conocí.

-Sí, lo recuerdo. ¿Se llamaba Kasumi Narusegawa, verdad?

-Sí. Era una niña, ¿recuerdas?

-Diecinueve años… esa noche que reclutamos a Tezcatlipoca… -hubo silencio. Solo interrumpido por el rugir del fuego, las explosiones distantes y el sonido de la carnicería de Frost.

Sí, era aterrador el como esa chiquilla inocente y simpática se hubiese vuelto una asesina cruel, degenerada y que de acuerdo a la prensa sensacionalista, era la “reencarnación de Elizabeth Bathory”. Al ver a la joven madre de tres niñas que en veinte años se convirtió en esa pesadilla llamada White Death, tanto Excalibur como Speed Queen y Sharpshooter se estremecían asombrados y aterrados.
White Death era un espectáculo. La belleza de una geisha, la gracia de una bailarina de ballet y la elegancia de una aristócrata, todas ellas mezcladas con la sangre fría de un asesino, la furia de un animal enjaulado y la locura de un psicópata.

-¡Oigan, vengan acá! ¡Pero ya! –Frost gritó desde lejos, al otro extremo de la avenida. Al parecer su juego ya había acabado, pues estaba bañada de sangre hasta las rodillas, y su elegante traje negro tenía gotas de líquido vital por todos lados. Su rostro, de un blanco impoluto y con los ojos rodeados por gruesas capas de pintura negra, hacía recordar al rostro de un espectro kabuki.

-¿Qué pasa? –una gran sonrisa apareció en sus labios pintados de un brillante rojo escarlata.

-Ha comenzado. Rusia va a caer. –su voz fue como el siseo de una serpiente. Y sus brillantes ojos azules, así como su cruel sonrisa, mostraron un atisbo de esa locura que la caracterizaba.


Tierra-23.
La joven mujer despertó sobresaltada a mitad de la noche.
Su cuerpo pequeño y delgado estaba cubierto de sudor frío, y mientras veía la oscuridad de su habitación, se percató de que por sus mejillas caían gruesas lágrimas. Se limpió una con el dedo índice, incapaz de saber qué había ocasionado el llanto.
Jadeó, extrañamente sintiendo como si hubiera corrido todo el día.
Se llevó las manos al rostro y dobló las rodillas mientras se sentaba en la cama. No sabía porqué, pero estaba temblando, y tenía mucho miedo.
Sin dudarlo un segundo más, buscó a tientas en el pequeño mueble de caoba al lado de su cama, y encendió la luz. Suspiró aliviada en cuanto la habitación se iluminó tenuemente por la pequeña lámpara de noche en la cómoda.

-¿Qué pasó, Kasumi? ¿Por qué prendiste la luz? –la voz medio adormilada de un hombre la hizo sobresaltarse, y al mover la mirada, se percató de que había un hombre delgado pero fornido recostado a su lado.

Luego miró el espejo frente a la cama y se sorprendió al ver su reflejo.
Había una asiática de unos veinte años, pálida, con abundante cabello negro que llegaba a su cuello. Llevaba un mechón color azul claro que caía al lado de su ojo izquierdo.
Se tocó el rostro, y se percató de que no estaba soñando.
Era ella.
El llanto de un bebé la distrajo. Miró hacia todos lados, hasta que posó la vista en una pequeña cuna en el otro extremo de la habitación, de la cual venían los llantos.

-Tiene hambre… -murmuró el hombre a su lado, y ella se levantó mecánicamente de la cama, caminó hacia la cuna y al ver su interior, se quedó mirándola dudosa. Había una pequeña bebé de rasgos asiáticos, y brillante cabello negro en ella; y lloraba con mucha fuerza.

El llanto de hambre de un bebé.
Sin pensarlo, extendió las manos y levantó a la niña. La miró por un momento más, hasta que su cuerpo volvió a reaccionar en automático, levantándose la camiseta que llevaba y pegando a la criatura a su pecho para alimentarla.
Por su rostro comenzaron a caer lágrimas otra vez. Ahora no de confusión o miedo.
Lágrimas de felicidad.

-¿Ya, Kasumi? –volvió a preguntar el hombre, sorprendiéndola.

¿Kasumi?
Ella no se llamaba Kasumi. Se llamaba Elizabeth.
Elizabeth Chapelle.
Y no era asiática… era una joven inglesa llena de problemas. Y ahora por alguna extraña jugada, su vida era totalmente diferente.
Pensó en Hypnos.
Sí, seguro esa perra estaba manipulándola mentalmente. O tal vez era producto de Kaori influyendo en sus sueños… en cualquier momento despertaría y…
¿De verdad quería despertar?
¿Quería despertar y ver desaparecer a la pequeña bebé que estaba entre sus brazos? Y no sabía quien era el hombre en la cama, pero por alguna razón se sentía protegida por él. Era como… como si él fuese alguien importante en su vida. Sentía amor por él, pero no lo conocía.
Algo en él le recordaba a Roger.
Sus pensamientos se tornaron confusos y entonces Kasumi Narusegawa sacudió la cabeza. Parpadeó rápidamente, antes de ver confundida a la pequeña Breeze mamando de su seno izquierdo.
Miró a Ryan, que estaba dormido en la cama plácidamente. Se encogió de hombros mientras Breeze se despegaba de su pecho y la miraba con sus pequeños ojitos azul cielo; y ella le sonrió mientras le acomodaba un mechón de cabello.
Luego de eso, dejó a la pequeña niña en la cuna, la arrulló por unos momentos y luego de eso se fue a acostar. Tomó las cobijas y se cubrió, pero antes de que apagara la luz, volteó rápidamente a la lámpara, pues de reojo le pareció ver a una pequeña mariposa púrpura posada en la pantalla del foco.
No había nada. Apagó la luz sin ver a la mujer pálida y caucásica que ocupaba su reflexión en el espejo.
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The Road to the Reckoning: Oscuridad, Fuego y Hielo (Prólogo 2)
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