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 Noche de Soledad version 2.

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Raziel_Saehara

Raziel_Saehara


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MensajeTema: Noche de Soledad version 2.   Noche de Soledad version 2. I_icon_minitimeLun Oct 22, 2012 7:09 pm

Despues de tanto tiempo e vuelto. Pense que habian cerrado la pagina, haci que se imaginaran que tuve tiempo de escribir.
Esta completa, asi que subo por capitulos.
Prologo.

“Estimada Pamela Gorosito: Mi nombre es Raimundo López, estoy al corriente de que ha sido la brillante ganadora del premio de u$d 10.000.000 mediante la compra de un billete de lotería cuyo número de serie es 250.585. Como es de conocimiento público, usted recibirá el 70 % de esa suma ya que el 29 % le pertenece al fisco y el otro 1 % le pertenece a la agencia de juego donde se jugó el billete. Saluda a Ud. atte. Raimundo López, jefe de estado de la provincia de Buenos Aires.”

“Estimada Pamela Gorosito: mi nombre es Mauricio J. Ghomikian, tal vez no me recuerdes pero has de saber que yo estaba muy enamorado de vos cuando estábamos en la primaria. Nunca me anime a decirte nada por una simple razón, le tenía miedo a las chicas. En fin, quería invitarte a salir un día de estos siempre y cuando aún no hayas conseguido pareja. Te preguntarás “¿Qué has hecho en tanto tiempo?”. Bueno, me he convertido en presidente y dueño de una de las líneas de comidas más importantes de Bs. As. “Il noble formaggio”, es una de las pizzerías Italianas más grandes de la provincia con sucursales próximas en USA, Italia, Marruecos y, tal vez, Colombia. La dirección de mi casa es Jorge L. Borges xxxx 1er piso B. Es un edificio lujoso donde comparto tiempo con mi hijo. Desde ya muchas gracias. Te saluda atte. Mauricio J. Ghomikian”

“Estimado Mauricio J. Ghomikian: Soy Pamela a la que vos escribiste hace algún tiempo. Te pido por favor que me dejes en paz. No sé que te traes entre manos pero estoy en pareja. No me molestes más. Pamela Gorosito.”
En aquel momento sentí un odio potente y devastador. Quise llorar pero ya no había lágrimas. Y detrás de mí, Él sonreía. Nuca pensé que tuviera que recurrir a esto pero, en definitiva, soy un hombre rencoroso y vengativo.
































Capítulo I: La sombra de la muerte.

Mauricio Justino Ghomikian era un chico callado e introvertido. No le gustaba salir ni tener amigos. Las chicas que le gustaban no toleraban su forma de hablar (arrastrando las palabras y escupiendo saliva para todos lados) por eso él se aislaba de todos sus compañeros. Se consideraba indigno del amor de tan bellas chicas. Nadie le hablaba, nadie jugaba con él. “¿Para que jugar conmigo? ¿Quién sería tan imbécil?” se preguntaba él. Miraba para todos lados en el patio del colegio y veía chicos divirtiéndose intercambiando figuritas y hablando de sus dibujos animados favoritos: El zorro, Popeye el marino, Mazinger Z y otros de esos que a él le gustaba ver en la televisión por cable. ¿Quién querría jugar con él?
Mauricio suspiro y saco de su mochila un Walkman marca Pony que le había regalado su tía. Una chica de cabellera rubia se le acercó. Era hermosa, estaban juntos desde primer grado. Pero ella, como el resto de las chicas, jamás le había dirigido la palabra. ¿Quién querría hacerlo?
-Mauricio -la chica se había animado a decir su nombre sin que le temblara la voz, sin dudas había algo raro en esa chica- ¿Me prestarías el Walkman? Lo sabía, sabía que algo raro había en aquella chica, era una interesada.
Mauricio, resignado, le entregó el Walkman. ¿Hacía eso la diferencia? Nadie lo iba a odiar menos ni más por hacerlo.
-¿Querés venir a escuchar música con nosotras? -Le propuso la chica- es que necesitamos alguien que nos defienda de los chicos.
Más interés creado. La chica le proponía “amistad” a cambio de “Protección”. No, no iba a aceptar.
-No gracias, prefiero quedarme acá solo que ser tú mulo -le contestó Mauricio a la chica- No me interesas.
La chica lo miró llena de odio. ¿Quién se creía que era aquel estúpido para tratarla así? Ella le ofrecía su amistad y él se lo agradecía así.
La chica se fue ofendida, llegó donde las demás chicas y se pusieron a cantar canciones de la época. Asunto olvidado.
-¿Qué rápido olvida el ser humano verdad? -la voz venía de uno de sus amigos más importantes: Américo Rodolfo Díaz.
-¡Ame! ¡Vos si que me entendés! -le dijo Mauricio- Se creen que porque son lindas pueden hacer lo que quieran.
-Sí, son unas idiotas -le respondió Américo- la mente de los seres humanos es algo interesante de verdad.
Esto era algo que pasaba muy a menudo. Algún chico lo invitaba a jugar a la pelota y Mauricio se negaba. Le gustaba mucho ir a la casa de Américo y jugar al Family hasta largas horas de la noche.
La mamá de Américo, Norma, se enojaba cuando ellos tenían que estudiar y, en ves de eso, jugaban al Family. Américo y Mauricio tenían los mismos gustos por los videojuegos. Jugaban al Mario Bros. 3, ese juego se hizo famoso en la época por tener un Mario que volaba y un Luigi que caminaba.
En una ocasión, Américo lo invitó a comer y le contó que él era su único amigo y con el que mejor se llevaba.
Ellos dos tenían algo que los unía y su amistad era algo que no se iba a romper tan fácil. En aquella época estaba de moda el NES o, como se lo conoció en Argentina, Family Game System.
Habían pasado ya varios años de aquello. Él tenía ahora 35 años y no había logrado olvidar a aquella chica que había sido dueña de su corazón. Había cambiado su forma de vestir, su habla y había reformado hasta su mente yendo a grupos con problemas de socialización. En ese lugar aprendió a ser más considerado y paciente con el resto de las personas.
Ese día, una señora, clienta de la casa de pizzas, vino a quejarse por la mala atención que había recibido por parte de uno de los empleados de Mauricio. Ese empleado, que era uno de los más nuevos, discutía acaloradamente con la señora.
Mauricio se acercó donde ellos y le preguntó a la señora que le sucedía.
-¡Su empleado me trató de una manera que no corresponde! ¡Lo voy a denunciar con derechos del consumidor! ¡Especialmente a usted! -Gritó la señora nerviosa- ¡Voy a... a...! -La señora no pudo resistir y los nervios hicieron que le diera un golpe de presión.
-¡Lucas! ¡Llama ahora mismo al 107! ¿Hay algún médico acá? -Gritó desesperado Mauricio.
-Yo soy médico -dijo un hombre alto y fornido de barbilla cuadrada y bien afeitada, llevaba una cola de caballo en el pelo y unos anteojos comunes- ¡Abran paso!
La gente muchas veces es bien intencionada, pero esa intención muchas veces se convierte en un estorbo. Este era el caso. El médico trató de pasar abriéndose paso entre la gente pero tardó unos segundos en llegar donde estaba la anciana desmayada.
Se arrodilló delante de ella y le tomó el pulso.
-¡Está viva! Tengo mi auto en la puerta, ayúdenme a levantarla por favor -pidió el médico a Mauricio, él accedió sin dudarlo-.
Juntos, el médico y Mauricio llevaron a la anciana al hospital. Allí la recibieron y le dieron el tratamiento de emergencia.
A los pocos días de sucedido aquello, la hija de la señora presentó las disculpas a Mauricio y le dió las gracias por salvar a su madre que estaba senil. La señora le explicó que su madre estaba pasando por un periodo de afectación ya que su marido había fallecido. Al parecer la anciana no había soportado la muerte de su esposo y contrajo el Síndrome de Demencia Senil (SDS); y de está manera todo quedó solucionado.
Lo único que preocupaba a Mauricio era aquella chica rubia que no había logrado olvidar en tantos años.
Sacó una foto del bolsillo y la puso en el escritorio. Aquella chica era todo lo que quedaba de su pasado. Había perdido contacto con Américo e incluso tal vez ya se hubiese casado y todo.
-¿Qué será de tú vida Ame? -se preguntó mientras miraba las fotos del colegio donde aparecía aquella chica rubia hermosa, la mismísima Gorosito que se había ganado la lotería hacía poquito. Tuvo suerte. Él Tuvo que trabajar duro para obtener todo ese dinero.
Se preguntó si Pamela se habría casado, o quizás hasta tenido hijos.
Por otro lado, Ghomikian si había hecho su vida a gusto: Se casó, se separó y le quedó de esa relación un hijo que mantener.
Facundo Anastasio Ghomikian era el nombre de su hijo. Su ex mujer lo dejó por un tipo más joven, y eso que él era joven, tenía en aquella época 28 años. Fue hasta el modular y se sirvió una medida de Whisky.
-¿Qué he hecho de mi vida? Mi esposa me dejó, la chica de la que siempre estuve enamorado es millonaria y, producto del dinero, seguramente ya tiene un montón de hombres tras ella -Pensó él en voz alta- Además hablo solo. ¡Que triste es mi vida!
Tomó un trago largo de Whisky y dejó el vaso sobre una toalla que estaba debajo de la botella de aquel preciado líquido. ¿Qué haría?
-Solo me queda recurrir a Él, es la única solución.
Su estudio, solitario y triste, estaba en un cuarto posterior al living, entre la cocina y la escalera que conducía a la habitación de descanso.
Su hijo Facundo estaba en casa de su madre. ¡Ah! ¡Que tiempos dorados aquellos cuando salía con la madre del niño! Este año se recibiría de psicóloga. Habían planeado un viaje al extranjero, Haití más exactamente, pero por el asunto del gran terremoto sucedido allí ese año, el viaje no iba a ser posible.
Una sombra se movió detrás de él. Mauricio suspiro. Se dio la vuelta y encaró a esa sombra.
-¿Qué querés? Ya le dije a tu amo que va a tener lo que corresponda cuando corresponda -dijo tajante Mauricio- ¿Venís a eso verdad? ¿Venís por el pacto?
-Mi amo se impacienta Ghomikian, él no ha notado cambios en tu status...
-Ya te lo dije y te lo repito, cuando pactamos tendrá lo que él desea... Ahora ándate -terminado de decir esto, la sombra se enrolló y se convirtió en apenas unas volutas de humo.
Mauricio simulaba tener coraje frente a la sombra pero en realidad tenía miedo... como nunca lo había tenido.
Decidió ir a descansar, total por lo que le quedaba de vida. Pronto tendría que decidir... ¿Cambiar el Status o seguir así?
Pronto tendría que decidir. Muy pronto.

El doctor Díaz no podía dormir. Desde aquel caso de la anciana en la casa de comida... le daba la impresión de que aquel hombre educado y de mirada lánguida le era conocido de algún lado. Pero, ¿de donde? Eran las tres de la mañana y no conciliaba el sueño. Su esposa Cecilia estaba a su lado, durmiendo sobre su torso desnudo. Movió despacio a su esposa y se levantó de la cama. La urgencia lo llamaba. Salió del baño y se lavó las manos en la canilla de la cocina. ¿En qué estaba pensando? ¿Ese hombre se parecía a alguien que él conociera? ¿Podría ser un amigo de la infancia? ¿Tal vez de la primaria? Decidió mirar en lo que él llamaba “El cajón de los recuerdos olvidados”, era un cajón de una cómoda donde guardaba las cosas que había considerado importante de chico.
En aquella época, no había celulares ni nada de la tecnología que hay hoy en día. Todos los años, pagando cinco pesos, te sacaban una foto escolar. Él se puso a recorrer aquellas fotos mientras se preparaba una infusión. En tan solo dos minutos, y gracias al micro ondas, tendría listo su té. Miró una a una las fotos. Allí había chicos y chicas que ahora, en tiempos críticos, se dedicaban a vender droga. Era un empleo de redituaba. Los “transas”, como se llama a estos dealers (vendedores) en el lenguaje de la villa, estaban por todos lados. Todavía recordaba a Roberto Zapata, un dealer de tan solo trece años. “Cayó” preso cuando estaban en séptimo grado de la primaria. Un delincuente juvenil. Probablemente ya estuviese muerto. En esa foto también estaba Sabrina Páez de quien él estaba enamorado perdidamente. Había muchas personas que ni recordaba. Pero de alguien se acordaba seguro: Ghomikian. Aquel chico introvertido y callado que se mantenía al margen de la amistad. Justo en un punto medio entre el odio y el amor.
Faltaba un segundo para que su té estuviera listo. Lo apagó antes. No quería despertar a su mujer. Cecilia era buena con él. No había de que quejarse.
Ellos se conocieron en la Facultad de Psiquiatría de Palermo. Al principio no se prestaban atención, como toda persona ajena a uno. La persona, al mirar a otra que le guste o llame la atención amorosamente, se pregunta: “¿Esta/e chica/o estará destinada/o a ser mi pareja hasta el día del deceso?” Hasta ahora, Cecilia había demostrado serlo. Era una esposa atenta y de buen corazón. Aunque se especializaban ambos en Psicología, también habían estudiado el resto del cuerpo.
Siguió mirando las fotos y encontró una en la que él sostenía un cartel que decía: “Esc. Número 42, 7mo grado C”. Era el cartel de su escuela. Había compañeros que él ni recordaba. Y que tampoco vienen al caso. Solo uno de ellos era importante en su pasado: Mauricio J. Ghomikian. ¿Qué sería de su vida? ¡Hacía tanto que no lo veía! Solo recordaba los días de verano que pasaban juntos jugando a la NES en la casilla que hacia las veces de centro recreativo. Era su edad de oro. Pero eso no es todo lo que le sorprendía, la chica petisa y rubia que salía en el diario había sido su compañera de curso.
-Pamela creo que se llamaba -se dijo para si mismo- Así que ganaste la lotería Pame... Tal vez me de una vuelta por mi antiguo barrio: Villa Bosch.
La historia de Villa Bosch se puede leer en cualquier sitio de Internet de hoy en día. Es un barrio ubicado en el municipio de Tres de febrero. Otros barrios importantes de la zona son: Loma Hermosa, Pablo Podestá, Caseros, Ciudadela y Santos Lugares; entre otros.
Allí en Villa Bosch estaba la casa de Ghomikian o eso pensaba él. Ya era tarde, se había desvelado mirando aquellas fotos. Guardó todo en el cajón y comenzó a prepararse para ir al trabajo. Pronto su esposa se despertaría y comenzaría a buscarlo para darle su medicación. El Doctor Díaz era diabético desde hacía un año. Se cuidaba mucho de las cosas dulces y hacia una dieta contra la obesidad ya que la insulina hace que las grasas y los lípidos se fijen al cuerpo más rápido de lo que se puede uno imaginar.
Preparó el baño. Obviamente, el doctor iba limpio a su trabajo. Pero era muy cuidadoso con sus pies. Los diabéticos tienen mucho cuidado con ellos porque ahí se producen infecciones serias. Es más, a un ex compañero de trabajo -que también es diabético- le tuvieron que amputar uno de sus pies por no lavarlos con frecuencia. Una lástima.
-Amor, ¿ya te levantaste? -Era su esposa quien le hablaba.
Cecilia vestía un camisolín transparente, por suerte usaba ropa interior. Ella era pálida -siempre lo fue- y poseía un particular encanto en su sonrisa capaz de derretir al hombre menos afortunado de la tierra.
-Estaba mirando las cosas viejas de la primaria -le contestó Américo- hace un tiempo que estoy pensando en ir a ver a mi madre...
-¿Hay alguien en particular a quien busques ver? -interrogó Cecilia a su marido- ¿Alguna chica? -bromeó ella-.
-La una chica para la que tengo vista es para vos amor...
Un ruido sordo se escuchó en el techo. Ambos se sorprendieron por el sonido.
-¡¿Que fue eso Amor?! -inquirió asustada su mujer- ¿Será un ladrón?
-Voy por mi arma...
Américo fue por su revolver al cajón de la mesita de luz. El arma -un revolver calibre .29- brillaba sombríamente. Salió de su cuarto mirando para todos los costados y llegó al techo.
Parecía no haber nadie por allí. Algo se movió detrás del tanque de agua, algo pequeño y peludo. Una paloma yacía muerta con un balín atorado en el pecho.
De pronto recordó algo. Era domingo y seguro que algún pibe borracho le disparó con un arma a balines.
Su vecino, que también había escuchado el ruido, se asomó por la baranda.
-¡Hey! ¡Ustedes! -Gritó el vecino, los jóvenes se asustaron y salieron corriendo, el vecino volvió a recostarse y Américo se fue a duchar-.

El doctor Díaz llegó temprano al consultorio. Había visto demasiados locos en su vida. Todos ellos por culpa de las “enseñanzas” de lo que en psicología se conoce como “Delirio místico”.
Ese día el doctor Díaz tuvo que explicarle a la madre de un familiar internado como se produce este tipo de delirios. En palabras simples solo le explicó lo básico que le habían enseñado a él. El doctor Díaz era un psiquiatra reconocido mundialmente por sus pares. Había atendido incluso gente que decía poder manipular los elementos como el aire o el agua, pero al tratar de hacerles entender que eso no pasaba se ponían violentos. Y no solo pasaba en los hombres. También pasaba en mujeres sin importar su edad.
Mientras hablaba con la anciana se percató de que la señora no presentaba un buen color. Le preguntó si se sentía bien pero era lógico que estuviera al borde del colapso nervioso. Con eso despacho a la mujer desconsolada.
Alguien golpeó a la puerta. El doctor Díaz llamó por un intercomunicador a su secretaría.
-¡Analía! -nadie contestaba del otro lado- ¡Analía!-seguía sin respuesta- ¡¿Que pasa afuera?! -se escuchó la voz de la secretaría pidiendo ayuda, Américo abrió la puerta-.
La señora que acababa de salir se había desmayado. Era la madre de una de sus pacientes más peligrosas. Esta paciente decía haber estado en contacto con la muerte y que esta le aseguró que si mataba a todos sus seres queridos estos escaparían a la muerte del alma en el infierno. Américo no creía en Dios. Nunca creyó siquiera que un Dios existiese. Tampoco creía en la ley de Darwin ni en la teoría de la evolución. Solo creía en la teoría del amor: “Dos personas se aman y procrean, no importa si es Adán y Eva o dos simios, el amor sigue existiendo.” Esa era su única forma de vivir.
Vio a la señora ahí tirada y llamó a uno de los enfermeros.
Entre los dos la levantaron y la llevaron a la guardia en una camilla.
Los dos, el doctor Díaz y el enfermero, de nombre Ramiro, llevaron a la señora a la guardia. El doctor les explico a los médicos lo que le había sucedido a la señora y decidieron dejarla en observaciones.
Américo y su ayudante volvieron al consultorio hablando.
-Estoy preocupado -le confesó Américo al muchacho mientras caminaban por los pasillos en dirección al consultorio- no he dormido bien desde el incidente en la pizzería.
-¿Se refiere a ese caso? -El joven soltó un bufido- ¿Sabía que la señora me mordió cuando se despertó de ese “supuesto” ataque de presión? -Américo se rió- No, en serio. Esa vieja estaba re chapa.
Ramiro, a pesar de que trabajaba junto al doc desde los veinticinco años, le tenía cierto cariño. Era como un padre para él.
-Tal vez debí dejarla internada, ¿No? -dijo el doctor- pero no cambiemos de tema... ¿Conocés al dueño de la tienda “Il noble formaggio”?
-Pues la verdad... no soy un tipo muy amante de las pizzas -le confesó Ramiro- me agradan más las pastas: lasaña, sorrentinos, calzones y todo eso que tiene la pequeña Italia, pero no las pizzas...
-¡Que lastima! -soltó Américo- ¡Justo te iba a invitar a comer! -Américo disfrutaba haciendo sufrir a aquel muchacho, especialmente cuando tenía que darle de comer- Como te decía, el dueño se me hace demasiado conocido...
-Por que no vas y le preguntás como se llama...
-Podría ser -aceptó Américo- ¿pero con que excusa voy?
-Vas y le encargas pizzas, la mía la quiero Napolitana...
-Bueno, tenés razón... -aquella señora que se había desmayado en su consultorio era el último paciente del día- ...Voy ahora mismo a encargarle las pizzas.
Ramiro se despidió de él y entró en el despacho del doctor... allí estaba la joven Analía quien lo miraba inquisitiva.
-¿Y el doctor? .preguntó Analía mientras Ramiro miraba que el doc no se hubiese olvidado nada- ¿se fue?
-Sí -Ramiro echó llave- ¿Lo hacemos acá?
-Eso ni preguntarlo -y después de una larga escena de besos ambos dos se dedicaron un minuto de amor-.

El doctor Díaz conducía su auto por la calle Humboldt y Santa Fe, dobló en esta última y ya casi llegando a la pizzería- le sonó el celular. Miró la pantalla de cristal líquido y vio el nombre de quien era su esposa.
Estacionó el auto en una de las esquinas cercanas a la pizzería.
-Hola Amor -saludo a su esposa- ¿Qué pasa? ¿Estás llorando? Sí, estás llorando... ¿Qué pasó?...
-¿Podes venir a buscarme al hospital? -le pidió su mujer casi entre llantos- Por favor vení...
-Sí, ya voy para allá...
Cecilia trabajaba en “El hospital de niños Ricardo Gutiérrez” atendiendo casos de patologías mentales en niños con problemas de afecto o tal vez abusados o golpeados por los padres. También chicos especiales con síndrome de Down. Esto es una cosa muy común en su oficio.
Américo arrancó el auto y se dirigió rápidamente a donde estaba su esposa. Llegó allí en un santiamén. Su esposa estaba allí en el estacionamiento llorando. El doctor bajó del auto y abrazó a su esposa. Ella trataba de decirle algo pero los nervios la traicionaban y no se lo permitían. El doctor trataba de sonsacarle frases a su señora.
-Amor, ¿Qué pasó? ¿Es grave? –La mujer lo abrazó fuerte- Está bien, está bien…
La mujer no dejaba de sostenerse la panza.
-Estoy embarazada… lo logramos amor…
Lo dijo claramente entre tantos nervios.
-Pero… No puede ser… Yo soy estéril… ¿Cómo pasó?...
-¡Es un milagro!-gritó su mujer- ¡Estoy embarazada!
-¿Voy a ser padre? –Preguntó él semi desmayado-.
Américo proceso este pensamiento lo más rápido que pudo. No lograba descubrir como.
En una ocasión Díaz y su mujer se sometieron a una investigación profunda para determinar por qué no podían tener hijos, y lo que ese medico le dijo textualmente fue esto:
-Tus genes padecen el “síndrome de Ultimátum” es una rara enfermedad en la que los espermatozoides salen muertos desde los testículos del hombre. No hay cura para este extraño síndrome. Lo único que les recomiendo es que se amen mucho.
Ese día aquel colega suyo había sido muy claro. “No hay cura”, pero ahora... su esposa estaba embarazada.
La miró a los ojos y pudo observar la alegría de aquella muchacha que era su esposa.
-¡Voy a ser padre! -Reaccionó Américo- Le pondré de nombre Adán...
-¿Adán? Pero si todavía no sabemos si es varón o mujer... Aunque me encantaría que fuera varón...
-Sea lo que sea lo voy a querer igual -dijo Américo y le dió un profundo beso a su esposa- Lo voy a amar como a vos Ceci... ¡Nunca estuve tan feliz!
-Sí amor, los dos juntos lo vamos a amar...
Y juntos se quedaron abrazados y llorando por la inmensa alegría. Pero Américo pensaba por dentro que ella lo hubiese engañado con alguien. Con todo este asunto olvido el tema de la pizzería. En otro momento tal vez…

Pamela había recibido hace un tiempo una carta de uno de sus entrañables compañeros de primaria. Ahora ella tenía 34 años, hacía algún tiempo que había estado juntada con un joven de un asentamiento de emergencia. Este joven, de nombre Benito, le traía flores todos los días y le regalaba poemas de amor. Justo lo que una chica quiere de un hombre. Pero, como si se tratara del hombre lobo, de noche Benito se transformaba y salía a robar autos y a golpear gente sin razón alguna. Solo le divertía hacerlo, era un hombre sádico con todas las letras. Pero a pesar de eso la amaba mucho.
En una oportunidad se jactó de haber robado y prendido fuego una funeraria junto a sus amigos: “El zurdo” y “El pipa”. Pamela se había cansado de “Tute” -así es como le decían a Benito- hasta que un buen día le cambio la cerradura del edificio. Ella lloró amargamente todas aquellas noches que venía drogado y borracho.
Él le prometía cambiar cada una de las noches que estaban juntos, pero cuando salía de esa casa todo volvía a la normalidad... ¿Qué tenía que hacer ella para que él cambiara?
Ese día, Pamela se dirigió a casa de Celeste -una de sus amigas favoritas- iba caminando ya que quería disfrutar de un paseo a la luz de la mañana.
Llegó a la casa de Celeste. En la puerta había un hombre vestido con uniforme policial.
Pamela corrió hacia la casa para ver que sucedía allí. Ella saludo al oficial y le preguntó que había sucedido.
-Un vecino nos alertó sobre un posible robo y vinimos a chequear que todo estuviese bien... ¿Usted es conocida del dueño de esta casa?
-Soy amiga de la esposa del dueño, nos conocemos desde la secundaría -le contó Pamela- yo tengo una llave de la casa, voy a entrar para ver que esté todo bien.
-Nosotros entramos detrás suyo -le indicó uno de los polis- le cubriré la espalda.
Pamela había aprendido de su ex que muchos polis no son lo que parece, por eso ella siempre iba armada... pero no se lo iba a decir a aquellos polis.
Pamela abrió la puerta y penetró el umbral de la casa. La chica estaba desmayada allí en la entrada
-Celeste, soy Pamela... ¿Estás bien?
Celeste era una chica de medida estándar (1,70 metros), ojos verdes y pelo castaño claro. Ella se movió, abrió los ojos y se sentó. Miró a Pamela y a los dos policías que estaban con ella.
-¿Qué pasó? Ay, ay, ay… como duele…
-¿Estás bien Celeste? –Le preguntó Pamela y le extendió una mano para ayudarla, con un pequeño tirón Celeste ya se encontraba en pie- ¿Qué pasó?
-¿Está golpeada señora? –Le preguntó el oficial- ¿Reconoce a esta chica?
-Sí, es una amiga de la familia –Explicó Celeste-.
-¿Cómo llegó usted al suelo señora? –Le preguntó el otro oficial- ¿La golpeó alguien?
-Sí, bajé a abrir la puerta por que esperaba la visita de esta chica y alguien me golpeó en la cabeza… No tengo idea de quien pudo haber sido…
-Eso quiere decir que quien la golpeo todavía está adentro, echaré un vistazo –dijo el poli- ¡Quédense acá! ¡Llamá refuerzos Aníbal!
El policía subió las escaleras que daban al primer piso. Al final de la escalera había una puerta. Sacó el arma y la puso frente a él. Tiro de la manija para abrir aquella puerta. La puerta abrió girando sobre sus goznes. Apuntó a una sombra que se movió en ese momento.
¡Quieto! –La sombra se enrolló y desapareció frente a sus ojos- ¿Desapareció? –El oficial estaba incrédulo, aquella sombra había desaparecido frente a sus ojos- ¿Qué fue eso?
El oficial volvió a mirar y en el lugar en el que estaba la sombra ahora había un ser humano, una chica para ser exactos. La chica de pelo platinado y ojos color café se retorcía de dolor y emitía unos sonidos guturales que recordaban a un gato en celo.
La chica se movía como un pez fuera de la pecera. No dejaba de sacudirse y gritar. De pronto se hizo el silencio. La chica no se movía para nada. Parecía no respirar. El policía se acercó con cuidado, su compañero entró justo en ese momento.
Le tomaron el pulso. Estaba muerta. Pero no había signos de daño físico ni ultrajamiento sexual. ¿Qué le había pasado a la chica? Nunca había visto algo así… ¿Y aquella sombra? Sería mejor que no dijera nada sobre aquello o seguramente nadie le creería.
El policía salió de aquel cuarto y bajó las escaleras. Celeste y Pamela estaban del lado de afuera de la vereda.
-¿Qué pasó oficial? –Le preguntó Celeste asustada- ¿Algo malo?
-Hay una chica muerta en la cocina –le contó el uniformado- parece que murió envenenada, hoy
va
a ser un día largo para ustedes… Muy largo.

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Raziel_Saehara

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MensajeTema: Re: Noche de Soledad version 2.   Noche de Soledad version 2. I_icon_minitimeLun Oct 22, 2012 7:10 pm

Capitulo II: Un muerto en la cocina.

Informe oficial de la muerte de Jazmín Angélica Baccaro.
17/2/2010.
“En el día de la fecha establecida en el encabezado de esta pagina me hago presente quien se identifica como Ricardo Damián González de 37 años de edad, policía de servicio de la comisaría cuarta de la localidad de Buenos Aires ubicada en la zona de Palermo Soho, donde en una casa de esta localidad ubicada en las calle Nicaragua al 1200 y respondiendo a un llamado del 911 en la hora nona de la mañana (9 a.m.) una chica que se identifica como Pamela Andrea Gorosito de 34 (treinta y cuatro) años de edad, DNI Número 25.051.985 dice ser amiga de la dueña de casa. Ella es poseedora de una copia de la llave de la puerta. Cuando abrimos la misma, una joven está echada en el suelo. Presentaba un pequeño golpe (Aún no se sabe que fue del arma que la golpeó) en la base de la nuca. La chica, de nombre María Celeste Arribeños (Apellido de casada) DNI número 26.246.987 me refiere que alguien la había golpeado. Les ordeno esperar y pido a mi compañero que llame refuerzos. Entro en la casa y me encuentro una persona de sexo femenino la cual se sacudía con violentos espasmos y gritaba incoherencias. Decido ayudar a esta persona pero el espasmo termina justo en el momento en que la quiero ayudar a levantarse. Le tomo el pulso y noto que está muerta. Decido pedir una ambulancia e interrogar a la dueña de casa y la amiga. La dueña de casa dice no conocerla y asegura nunca haberla visto. La señora Pamela Gorosito dijo conocerla después de haber visto el cadáver en la morgue. Se trataría de Jazmín Angélica Baccaro, de origen Argentina. Nacida ella en la ciudad de Bs. As. Desaparecida hace diez años en una excursión a la ciudad de Entre Ríos luego de ser arrastrada por un río donde ella estaba pescando con su novio (También desaparecido) ex compañera de primaria de Gorosito y amiga intima también por aquellas épocas de la ya nombrada chica.
Según las pruebas remitidas por los forenses de la policía federal, no se encontró pruebas de violación sexual o ultrajamiento físico. Tampoco se encontró veneno o cosas parecidas dentro del cuerpo de González.
Causa de la muerte oficial: aún no determinada.
Firma: Ricardo Damián González, oficial del caso Baccaro.”

Mauricio había recibido noticias de su ex compañera pero lamentablemente no eran las esperadas. Nuevamente aquellos recuerdos de amor y odio venían a su mente. Esa chica nunca le había dirigido la palabra.
Mauricio estaba en su estudio donde dedicaba horas a su biografía. Su pasado, su presente y sus planes para el futuro. Todo estaba allí escrito en su computadora. Ya llevaba escritas doscientas hojas pero aún no veía el final.
La mucama golpeó la puerta.
-¡Adelante! -Dijo él- ¡Ah! Sos vos Amanda, decime.... ¿Qué necesitás?
-Un hombre lo busca en la entrada... Enrique Alvarenga...
-Decíle que me espere, enseguida voy.
Mauricio sabía a lo que venía aquel tipo. Alvarenga era un ser siniestro y especulativo, siempre sonreía –sin importar lo que pase- y ellos dos tenían un trato. Ghomikian cerró la computadora portátil y se dirigió donde lo esperaba aquel hombre.
Alvarenga era un tipo impaciente, no le gustaba esperar y mucho menos si era por negocios. Sacó un puro de su caja mientras esperaba que viniese su cliente. Sacó uno de esos mecheros que funcionaban a benzina y encendió el puro.
-Te he estado esperando Mauricio -dijo Enrique largando el humo- ¿No me extrañaste en todo este tiempo? ¿No me vas a preguntar donde estuve? -Mauricio se comenzaba a impacientar- Bueno, te lo diré... estuve haciendo lo que habíamos pactado... Moviendo la primera ficha... el cadáver de tu ex compañera Jazmín Baccaro ya apareció pero aún quedan treinta y dos personas... -Enrique le dio otra pitada a aquel humo violento que giraba ya sobre su cabeza-.
Alvarenga vestía una gabardina negra y poseía una mirada única: su color de ojos era violeta.
Cuando le preguntaban sobre ello, él decía que era un defecto de nacimiento único en su tipo.
Vestía siempre con un traje violeta sobre la gabardina que le hacía las veces de capa color marrón y llevaba unos pantalones de jean azules.
-¿Y no vas a decir nada? ¿Porque no sirves un vaso de ese vino añejo que tenés en la bodega? -Se puso de pie y agarró un cenicero que había sobre una mesa de vidrio-.
-Voy a buscarlo, espérame acá -dijo Ghomikian-.
-¿Porque no mandas a la sirvienta? ¿Para que le pagás sino es para servirte? -Dijo altivo Enrique- ¿O es que no querés verme?
-Está bien, voy a mandar a la sirvienta -dijo Mauricio y llamó con una campanilla a su sirvienta- Amanda, traéme el vino del ´72 que tengo en la bodega por favor...
-Así me gusta, la educación ante todo Ghomikian. Por cierto, Amanda, nos traerías algo para picar... parece que tuviera el hambre del siglo.
-Pues sí, ¿Por qué no? -dijo Ghomikian- decíle al jefe de cocinas que prepare una picada para dos personas y... ¿Querés algo para comer Enrique?
-¿Qué tal milanesas con puré? Es mi comida favorita… me la preparaba mi mamá cuando era chico, que en paz descanse –Enrique tomó el cenicero y apagó el puro en él- Son puros cubanos –explicó él- me los trajeron de allá unos parientes que fueron de vacaciones… pero sentate de una vez.
Amanda entró devuelta en el living con una picada de quesos y salames.
-Gracias Amanda –agradeció Alvarenga- sos buena, tal vez algún día necesites un favor… si es así llámame y hacemos un trato –Le entregó una tarjetita que decía:
“Enrique Martín Alvarenga, consultor”
-Gracias señor –Amanda miró la tarjeta para ver si encontraba un número de teléfono al cual llamar en caso de necesitarlo… No había nada, decidió no preguntar, solo guardo la tarjeta en el bolsillo y sirvió el vino del ´72-.
-Gracias Amanda –Agradeció el dueño de casa- podés retirarte.
La dama se retiró.
-¿Dónde está tu hijo Mauricio? –Dijo Enrique- ¿Ya está durmiendo?
-No, está en la casa de la madre... ¿A qué viniste? Yo ya hablé ayer con uno de tus subordinados.
-Pues sí, la sombra de Adán me lo confirmo ayer –replicó él- pero eso, como sabrás, no me alcanza....-Hizo un breve silencio mientras miraba el fondo de su copa- ...Este vino en verdad es único, verano del ´72 en San Juan buena época aquella -vacío el contenido del vaso de un trago- Bien, te espero mañana en casa a la hora acordada... recordá, si yo mato vos también podés hacerlo.
Alvarenga se levantó de un salto. Miró para todos lados como si oyese algo que otros no pueden oír.
-¿Que pasa Enrique? -le preguntó Mauricio algo intrigado- ¿Estás bien?
-Sí, solo que no voy a quedarme a comer hoy, tal vez mañana después del evento que te tengo organizado... hasta mañana a las diez de la noche en mi casa -dijo él algo apurado- No lo olvides, mañana a las diez....
Enrique se enrolló sobre sí mismo y desapareció como ya lo había hecho la sombra de Adán la vez que lo visitó.
Amanda entró en el living y se aprestó a servir comida para dos.
-Si los señores quieren pasar al comedor -dijo Amanda automáticamente- ¿Donde está el señor Alvarenga?
-Digamos que fue a tratar algunos asuntos pendientes... Amanda, mañana cuando vuelva mi hijo iré a visitar a mi madre junto a él...
-¡Ay! ¡Señor! ¡Él se va a poner muy contento! ¡Lo llamaré para darle la noticia! -Dijo contenta Amanda- ¡No podría darle mejor noticia al niño! ¡Usted sabe cuanto quiere él a su abuela!
La mucama se fue a llamar por teléfono al hijo de su amo, aquel que la había contratado para los quehaceres de la casa... pero había algo en la mirada de su señor que la preocupaba. Igualmente no le pagaban para preocuparse por cosas vanas y sin sentido. A ella le pagaban para limpiar, ordenar y servir... nada más que eso.

Ghomikian salió a su balcón. Hay una puerta detrás de su estudio en planta alta (tiene dos estudios, el de planta baja es para escribir su biografía y atender a las visitas, el otro es para mirar la ciudad que él tanto ama o leer un buen libro antes de acostarse, en aquel momento leía “Alicia en el país de las maravillas” de Lewis Carroll, era su libro favorito) sacó su reposera al balcón y se sentó en ella. Corría lindo viento allí arriba. Hacía calor en aquella época del año tal cual siempre lo hizo en Febrero. Ya vendrían tiempos mejores. Allí en la distancia vio venir algo. Iba sin dudas hacía él.
-¿Que es eso?
Un ente etéreo flotaba hacía allí. Cuando se acercó un poco más a él pudo distinguir en aquel ente a quién fuera su compañera de primaria: Jazmín.
-¿Jazmín? -Preguntó algo sorprendido Ghomikian- Pensé que estabas muerta.
El ente miró directamente a los ojos a Mauricio.
-¿Por qué? -susurro ella pero se escuchó en el oído de Mauricio como si fuera parte del viento- ¿Por qué? -Una lágrima rodó por su mejilla, una lágrima fantasmal y evanescente- Tenía tanto por vivir y vos me lo quitaste...
-¿Te fijaste como me trataste aquella vez en el colegio? ¡No! ¡Ni siquiera me mirabas! ¡Me tratabas como basura! ¡Si buscas perdón pedíselo a Dios no a mí!-Le gritó Ghomikian enojado- ¿Sabes todas las veces que tuve que pasar por el psicólogo? Tenía miedo de hablarle a las chicas, especialmente si eran lindas como lo eras vos en aquella época... ¿De qué te sirvió tú hermosura y tú vanidad frente a la muerte? ¿Eh?
-Perdón, yo no quise... nunca quise... era apenas una niña pequeña y engreída... solo necesito tú perdón para descansar en paz -suplicó Jazmín- ¡Solo quiero tú perdón!-Otra lágrima evanescente cayó sobre el caluroso piso del balcón- ¿No me vas a perdonar Mauricio?
-¿Cómo te atreves a pronunciar mi nombre? -Dijo él enojado- No te voy a perdonar nunca, ni ahora ni en la otra vida... ¡Nunca!
Mauricio bajo las escaleras y entró a su estudio de planta baja. Encendió la computadora portátil y le echó una breve mirada al relato que había escrito sobre Jazmín y decía así:
“...pasemos a otra de mis compañeras de primario. Su nombre era Jazmín Angélica Baccaro, su padre era dueño de una de las aseguradoras más importantes del país: Baccaro seguros SRL. Durante algunos años, quise ser su amigo... hacia de todo por llamarle la atención. Siempre me destaque escribiendo poemas de amor y de amistad. A mi otra compañera de curso le escribía poemas de amor. Pero no era mi interés hacerle uno de amor a Jazmín. Llegó San Valentín y como era de esperarse le escribí un poema de amor a Gorosito y otro ofreciéndole mi amistad a Baccaro. Me acerqué a los pupitres de estas dos chicas y les deje en un sobre rojo y con una rosa uno a cada una. Justo en el momento en que estaba poniendo el sobre rojo con la rosa en el pupitre de Baccaro -después de poner el mismo en el pupitre de Gorosito- entró ella, me miró con odio, como si fuera basura, y me quitó el sobre de la mano. Miró el sobre y vio escrito su nombre con birome celeste.”
“-¿Qué hacías vos con esto? No ves que es para mí, tiene mi nombre. Debe ser de algún chico que me declara su amor. ¡Salí de acá basura apestosa! ¡Anda a que te cambien los pañales bebé!”
“Todo eso me lo dijo ella. ¿Como puede ser una chica tan cruel? No lo sé. Simplemente los chicos pueden ser muy crueles. Uno no siempre es querido en su curso como para dirigirles la palabra a todos los chicos. Nunca más volví a verla. Poco tiempo después de que le escribí esa carta de amistad ella se fue, se cambió de colegio... desapareció de mi vida para siempre...”
El relato seguía pero hasta allí leyó Mauricio. El fantasma entró en el estudio y leyó lo que había escrito Mauricio en su libro.
El fantasma se puso a implorar perdón.
-Si crees en Dios pedile a Él que te perdone, por que yo no lo voy a hacer -le dijo Mauricio- Yo no tengo nada que perdonar por que vos para mí nunca exististe... solo fuiste una piedra en el camino hacia mi propia evolución... -Mauricio se levantó de su silla y sacó un papel blanco largo escrito en Japonés de una de sus repisas- ¿Sabés lo que es esto?
-No...
-Es un amuleto contra los seres del bajo mundo, lo compré cuando viaje a Japón en uno de esos santuarios... dicen que poniéndolo en la frente de algún monstruo, este desaparece -Mauricio miró por el rabillo del ojo y vio que Jazmín se asustaba- Creo que voy a probarlo en vos.
El fantasma salió disparado de la habitación de Mauricio y no se lo volvió a ver por un tiempo.

Díaz soñaba. Jugaba con su propio hijo en una hamaca de una plaza. Quería ver el rostro de su hijo pero una extraña niebla lo cubría. Díaz siguió hamacando a su hijo que pedía “Más fuerte, más fuerte papi.” Díaz hamacaba más y más fuerte a su hijo. Mientras lo hamacaba apareció un hombre, era parecido a él pero había algo que no encajaba con su propia personalidad. Aquel hombre se le acercó y le pidió la hora.
-Son las cuatro de la tarde -dijo Américo mirando su reloj-.
Pero al querer mirar devuelta a su hijo este no estaba... en su lugar había un esqueleto desnudo.
-Hijo, no te preocupes, yo te voy a proteger... No te voy a dejar nunca más con este extraño -dijo aquel hombre a un bebé llorando en sus brazos- ¡Vos! ¡Vos me robaste a mi bebé!
-¡Yo no fui!-gritó Américo y se despertó de aquel horrible sueño-.
Su esposa, acostada al lado de él, lo miraba como si estuviera loco.
-¿Qué pasó amor? ¿Por qué gritaste?
-¿Fue un sueño? -Le preguntó Américo- ¡Gracias a Dios que fue un sueño!
Se recostó de nuevo pero esta vez miró para el lado contrario del que estaba su esposa.
Allí estaba aquel hombre que se parecía a él. Durmiendo plácidamente y abrazando a un bebé.
-¡Devolveme a mi hijo!-Gritó Américo y esta vez sí se despertó-.
La esposa lo sacudía para despertarlo.
-Ame, ¿Estás bien? -él miró para todos lados para asegurarse que ni aquel hombre ni el niño estaban aún allí- Fue un mal sueño amor, solo un mal sueño, volvé a dormirte -le aconsejo su esposa- Solo un sueño, los sueños no pueden hacernos daño... solo los hombres que confían en sus sueños se consideran idiotas -era una frase que le dijo una vez un profesor- los sueños no son más que manifestaciones del subconsciente que revelan nuestros intereses y miedos más profundos.
-Tenés razón amor, solo estoy sugestionado por que es nuestro primer hijo -aseguró Américo- Solo estoy sugestionado...
Su esposa se durmió enseguida. Pero él no podía dormir. No sin saber como había quedado embarazada su esposa. Se levantó lenta y suavemente de su cama. Tenía que saberlo... pero ¿Cómo averiguarlo?
Al lado de la cama matrimonial estaba la mesa de luz. Él tenía una y su esposa otra. Observó que sobre esta se hallaba el celular de su esposa cuya pantalla no dejaba de prender y apagar. Se acercó a la mesa y tomó el equipo. En él decía: “2 llamadas perdidas de Horacio.” Por supuesto él no iba a desconfiar de su esposa, nunca le dio razones para ello. Nunca había desconfiado y no empezaría ahora. “Cuando despierte se lo voy a preguntar” se dijo, pero aun así no dejaba de preguntarse a si mismo ¿Quién sería ese tal Horacio?... miró la hora, eran ya las tres de la mañana de un día Jueves 18 de febrero. Salió al patio de la casa y observó las estrellas. Si había un Dios sobre esas nubes ¿Dónde estaba en aquél momento? ¿No podía hablarle a través de señales? A pesar de que Américo no creía en Dios, sabía que algo poderoso estaba allí, mirándolo, evaluando cual sería el mejor paso que podría dar él.
Si le planteaba la situación a su esposa ella tal vez lo negase y hasta podría resultar ofendida por la desconfianza que le profesaba su marido.
“¿Qué hago entonces Dios? ¡Contestáme! ¿Que hago?” Una estrella brilló en el cielo despejado. “¿Esa es toda tu respuesta? ¿No vas a decir nada más? ¡MALDITO SEAS DIOS!” gritó Américo enfurecido. Por suerte su casa era a prueba de sonidos. Su esposa seguiría durmiendo aunque cayese la bomba atómica en su propio patio.
Abrió la puerta y entró. Dios no le contestaría aunque se lo rezase mil veces. Donde había quedado la fe que le profesaba a su esposa. Apenas era, tal vez, un compañero de trabajo. Trató de recordar si había alguno que se llame así... Horacio... Horacio... ¡Por supuesto que si lo había! ¡Horacio Martin! (Martin es el apellido del médico) Pero, él fue el que les dijo que no podrían tener hijos. ¿Sería ese Horacio el que la llamó? ¿Qué querría con su esposa? Lo pensó un rato largo pero no encontró respuestas convincentes.
“¿Quién serás Horacio? ¿Quién...?”

La mañana llegó pronto. Cecilia se levantó de la cama y notó que su marido no estaba. Decidió ver la hora en su celular y descubrió que tenía dos llamadas perdidas de Horacio.
-¿Horacio? ¿Qué habrá pasado?–Exclamó Cecilia y marcó el número de Horacio en el celular- Hola… Horacio… ¿Qué pasó que me llamaste al celular?
-Tenía que hablar con vos –dijo la voz en el aparato- ¿Podés venir a verme? No es nada grave… solo son cosas de rutina.
-Sí, desayuno y voy para allá –le dijo la mujer- ¿Querés que vaya en ayunas? Listo, busco a mi marido y vamos los dos para allá.
Américo se paro en la puerta del cuarto mientras ella hablaba por teléfono y la observó.
Su mujer era muy bella. Ojos verdes, cabello rojo y anteojos, que ahora descansaban en la mesita de luz, los cuales usaba para leer por las noches.
Américo se decía con mucha continuidad que era en verdad afortunado. Todavía recordaba cuando conoció a la que ahora fuera su esposa. Era igual de bella que ahora solo que mucho más joven… era la voluntad de un ser superior que envejezcamos…
-¿Qué pasó? –Le preguntó Américo después de que ella termino de hablar con Horacio- ¿Algo grave?...
-No sé, no me quiso decir por teléfono –le contestó Cecilia mientras se vestía- era Horacio, quiere que vayamos a la clínica del Buen Ayre… ¿Te acordás de él no?
-Sí, obvio… el médico que me diagnostico “Síndrome de Ultimátum” ¿No? –Aseguró Américo- Escuché el celular anoche pero no quise meterme en tu vida privada –le mintió él solo por seguridad, no le convenía decir la verdad-.
Había desconfiado de su esposa. Ese es el primer paso hacia el divorcio.
-Tengo que ir en ayunas a verlo, ¿me acompañas? –le preguntó ella mientras terminaba de vestirse-.
-No puedo amor, tengo muchos pacientes citados hoy, perdón –se disculpó él- espero no sea nada grave…
-Yo también –dijo su esposa, se despidió con un beso muy apasionado y se fue rumbo a la clínica del Buen Ayre.

Américo se quedó algo preocupado, iba manejando a una velocidad prudente pero no se detenía a mirar los semáforos.
-¿Por qué estoy tan intranquilo? ¿No tengo ya lo que tanto quería? ¡Voy a tener mi primer hijo! ¡Debería estar feliz maldita sea! –Dijo y acto seguido golpeó el volante con las palmas de su mano- ¿Qué habrá pasado allá delante? –Miraba interesado un pequeño accidente que había ocurrido en una avenida delante de él- seguro que fue un auto robado, ¡pasa tanto en esta época! –Un policía vial le hizo señas para que se detuviera- ¡Lo que me faltaba! –El doctor Díaz detuvo el auto junto a la vereda, el oficial se le acercó- Buenos días oficial…
-Buenos días –saludo el oficial- Licencia de conducir y documentación del auto –le pidió el oficial-.
Américo le extendió los papeles que estaban en la guantera. El oficial los leyó y le pidió que baje del auto.
-¿Y yo que hice ahora? Estoy llegando tarde a la clínica…
-¿Es usted médico? –Preguntó con una sonrisa el policía- Acaba de haber un accidente, pedimos una ambulancia pero no ha llegado aún, Podría hacernos el favor de revisar al herido…
-Si con eso estoy libre… –dijo de mal humor Américo- ¿Dónde está el herido?
-Está detrás de ese auto, la señora se llama…
Américo no lo podía creer, ¿Qué hacía esa chica en Palermo?
-Alejandra Carolina Iorii, es una maestra del barrio según nos dicen unos testigos –le comentó el oficial y Américo salió corriendo-.
La chica rubia y de ojos celestes, tenía sangre en los parpados y otras muchas partes del cuerpo: el abdomen estaba inflamado como si de un momento a otro le fuera a estallar.
-¿Qué está pasando acá? –Américo miró alrededor como buscando al culpable y después desvió su mirada a Alejandra- ¿Quién te hizo esto Ale? Ella señalo un espacio vacío que probablemente ocupaba un ser invisible al cual solo ella podía ver
-¡Decime su nombre! –Gritó Américo desesperado-.
-Están en las sombras… las sombras de aquel que cometió el primer pecado… el pecado original… A… A… -Alejandra, con las pocas fuerzas que le quedaban, se tomó el corazón y, con un pequeño suspiro y una lágrima, dejó el mundo mortal para siempre.
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Raziel_Saehara

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MensajeTema: Re: Noche de Soledad version 2.   Noche de Soledad version 2. I_icon_minitimeLun Oct 22, 2012 7:11 pm

Capitulo III: Alejandra Carolina Iorii.

Era un día perfecto para la enseñanza. Hoy tendría que tomarles prueba a unos niños de segundo grado. Alejandra, que dormía con su marido Oscar, miró el reloj despertador.
Se había quedado dormida de nuevo. Su esposo descansaba plácidamente a su lado pero en su rostro dormido vio preocupación. ¿estaría soñando?
Oscar abrió un ojo y vio a su esposa tan deslumbrante como siempre.
-¿Qué hora es? -Preguntó él entre bostezos- Tuve un sueño horrible...
-No me lo cuentes, prefiero no escucharlo... Sabés lo que pasa dentro de tus sueños -Lo increpó Alejandra- Se cumplen...
-Este no creo... Tenía que ver con Adán y Eva, pero no lo recuerdo bien -dijo él tratando de recordar- ¡Ah! ¡Sí! ¡Ya recordé! ¡Adán te corría desnudo para matarte!
Rieron ante el estúpido sueño de Oscar. ¿Adán? ¡Eso si era imposible! Pero de todos modos ellos no pudieron evitar pensar que pasaría si alguno de los dos muriera. Llevaban seis años de casados y cinco de novios. Se conocían desde que estaban en una escuela trabajando. Ahora ella trabajaba en una escuela de la capital federal y él en una escuela bonaerense en el conurbano.
Nunca tuvieron hijos y jamás se les cruzó por la mente tener uno. Ella tenía treinta y cinco años y él treinta y dos. Se casaron cuando, teóricamente, ella estaba embarazada. Pero, en realidad era un embarazo psicológico. Desde aquel día ellos tomaron la decisión de no tener hijos. Ella se aplicó el DIU y él, por las dudas, usaba preservativos espermicidas. Hacía unos meses que Alejandra debería haberse cambiado el DIU pero lamentablemente andaban mal de plata. Era maestra de segundo grado en una escuela del estado y estas escuelas no son de pagar bien.
Oscar, sin embargo, estaba en una escuela privada. Igualmente no le pagaban mejor que a ella. Tampoco le pagaban peor pero bueno... Era lo que había.
Esa mañana, Alejandra agarró su coche y salió de su casa como siempre. Hoy verían sumas y restas en el colegio. Tal vez, y solo si el tiempo lo disponía, haría leer a algunos alumnos, después del examen. Ella estaba muy contenta de haber elegido esa carrera. Pero al fin y al cabo no sabía que ese día... iba a morir.
Cuando iba llegando al colegio, tarde, se dio cuenta de que un auto la perseguía. De repente, y sin previo aviso, una sombra como de humo se sentó a su lado. Ella la miró con horror. La sombra le dijo:
-Ahora morirás, ordenes de Ghomikian.
-¿Ghomikian? -fue todo lo que pudo decir.
Instantes después estaba tirada en el suelo del caliente asfalto. Notó el calor de su propia sangre bajándole por los ojos. Abrió uno de los ojos y vio junto a ella, de pie, a la sombra.
-No tengo nada contra vos, solo hago mi trabajo...
-¿P...? ¿Por...? ¿Por qué?... -Inquirió- Ghomikian..
-Así es, la sombra de Adán hace lo que su protector le indica... -dijo la sombra- y mi trabajo ya está hecho -se enroscó sobre sí mismo y desapareció.
Alejandra, con sus últimas fuerzas, escribió un mensaje de texto a su marido en el que decía: “Estoy muerta... Ghomikian”. Pero, como sucede con algunos mensajes de texto, nunca llegó a destino.
Vio que aún no moría... le dolía todo el cuerpo... Había gritos de horror por todos lados... ¿Que le esperaría del otro lado? ¿Iría al infierno o al cielo? Ella había sido buena con todos los que le rodeaban desde chiquita... excepto... ¡Ghomikian!
El griterío seguía escuchándose a su alrededor. Se escuchaban frases como: “¡Qué alguien llame a una ambulancia!” “¡Yo no quise chocarla! ¡Ella cruzó en rojo!” “¡Antes de la ambulancia tiene que venir la policía! ¡Llamen al 911!” y entre todos esos gritos escuchó unos pasos que se acercaban a ella. Vio un rostro, curtido por el sol y de rasgos fuertes. Estaba bien afeitado y olía a rosas. Esta persona la tomó en brazos y ella lo reconoció. No había tiempo de decirle quien era el responsable de aquella muerte. Así que solo señalo a una de las sombras que estaba allí observando todo y dijo: “Están en las sombras… las sombras de aquel que cometió el primer pecado… el pecado original… A… A…” se tomó el corazón y con un paro cardiorrespiratorio, murió.

Américo se sintió muy mal viendo morir a una de sus antiguas compañeras de curso y ex novia. Cuando estaban en séptimo grado Américo le había declarado su amor. ¿Por qué se había separado? No estaba muy seguro, fue decisión de ella. Después que terminaron el secundario, ambos tomaron caminos diferentes. Ella se hizo maestra y él psicólogo.
“Están en las sombras... las sombras de aquel que cometió el primer pecado... el pecado original.” Esas fueron sus palabras. ¿Quién había cometido el pecado original? Se preguntaba Américo...
Estaba ahora en el hospital junto al marido de Alejandra quien se enteró horas más tarde lo que había pasado.
-¡¿Qué pasó?! ¡¿Dónde está mi esposa?! -gritó alterado a uno de los médicos mientras entraba en el hospital, la gente lo miraba espantada, era un manojo de nervios el pobre tipo- ¡¿Dónde está?!
Un enfermero le explicó lo sucedido y le pidió calma ante todo. Le inyectaron un poderoso calmante, creo que Clonazepan, y se lo llevaron a cuidados intensivos... Mientras el enfermero lo guiaba al consultorio él repetía “Yo le dije que iba a morir... mis sueños siempre se cumplen”... El enfermero trataba de repetirle que fue un accidente pero él no escuchaba.
La sala en la que se encontraba ahora el doctor Díaz tenía dos puertas enfrentadas: una daba al sur y comunicaba con la parte de guardia, la otra daba a un pasillo y, al final de este, estaba la morgue. “El palacio de la muerte.” Seguramente ahora estarían haciéndole algunas disecciones al cuerpo. No quería ni imaginar como habría quedado la pobre Ale...
Américo miró el pasillo y distinguió una sombra humana en él. Le pareció conocida. Seguramente sería un médico. No le dió importancia.
La puerta de la morgue estaba cerrada con llave electrónica. Había que pasar una tarjeta -que solo tenían los médicos autorizados para entrar en el lugar- que les habilitaba el paso. NADIE que no fuera del lugar podía abrir las puertas de aquel cuarto.
Las horas se hacían largas y no pasaban más.
La puerta que daba a la morgue se abrió con un poderoso estruendo y un médico salió desesperado de ella.
-¿Dónde está? –Le preguntó el médico y miró para todos lados como buscando algo- ¿Dónde está el cuerpo?
-¿El cuerpo? –Le preguntó Américo- ¿Qué cuerpo?
-El de la chica rubia que vino hoy… Alejandra Iorii…
Américo se sintió inmediatamente desesperado. Entró corriendo al consultorio y vio miles de cadáveres despedazados. Se cubrió la boca y la nariz con un pañuelo que llevaba en el bolsillo.
-¡Qué olor! ¡¿Cómo pueden trabajar así?! –Se preguntó Américo- ¿Dónde estaba ella? –Le preguntó al doctor- ¿Qué fue lo que pasó?...
-No lo sé… en realidad no lo sé… Creo que me quedé dormido justo antes de empezar la disección…
-Hay que revisar el hospital –dijo Américo desesperado- No pudo haberse ido muy lejos… ¿No?
Américo busco en cada rincón del hospital pero fue una búsqueda en vano. Ni los médicos, ni los pacientes allí internados, ni los guardias de seguridad… ¡NADIE la vio salir! ¡NADIE!

Mauricio se levantó temprano ya que su ex mujer venía hoy a traerle a su hijo. Facundo era un chico muy feliz… Nada lo asustaba…
-¡Hola Pá! Viste que vine –dijo Facundo a su padre, su madre estaba con él- Me voy a cambiar para ir a lo de la abuela –dijo el joven alegre, entró corriendo en su habitación y cerró la puerta de un portazo-.
-Es una criatura de Dios –dijo Claudia, la madre- ¿A que hora lo traes de vuelta?
-y, calculo que antes de las ocho de la noche estamos de vuelta -Le contestó Mauricio- el horario de visita es hasta las seis de la tarde...
-Mándale saludos a tú mamá de mi parte, decíle que cuando pueda voy a ir.
Claudia sacó un cigarrillo y comenzó a fumar ahí mismo
- Nunca entendí porque me dejaste...
-Justamente por eso, fumas mucho... y, por lo que veo, aún no cambiaste en nada...
-Claro, me dejaste por el cigarrillo... ¿y si dejara de fumar? -Comentó Claudia en una voz muy baja, casi inaudible- Como sea... antes de las ocho de la noche llévamelo para casa que mañana tiene que ir a la escuela -le dijo y se despidió con un beso en la mejilla que dejó helado a Ghomikian- ¡Bye!
-¿Qué le pasa a esta mujer? Cada día está más rara... -dijo después de cerrar la puerta- mejor voy a sacar el auto...

Mauricio y Facundo eran muy unidos. Este último siempre prefirió a su padre por encima de su madre. Claudia no era una mala persona, solo que casi nunca estaba en casa y dejaba a su hijo con el padrastro. Mauricio había escuchado hablar mucho de ese padrastro. Se llamaba Miguel, el apellido no lo sabía, y era médico cirujano en un hospital privado.
La madre de Mauricio estaba internada en una clínica de enfermedades mentales ya que tenía demencia senil. Hace tiempo atrás, cuando Mauricio era chico y sus padres vivían juntos, tenía algunos “Agarrones” con su padre ya este la golpeaba... y en uno de esos arranques quiso internar a su hijo en “El borda.”
-Es por tu bien… entendelo hijo… sino nunca vas a ser feliz –Le decía su madre Filomena- No es el lugar perfecto para vos pero de seguro aprendes muchas cosas… otras vivencias…
Nunca llegaron a internarlo ya que fue en ese momento que empezó a ir a grupos de autoayuda para la mejor socialización.
Mauricio estacionó el coche en el parque del Nosocomio y descendió del auto. Una señora, de mirada perdida se le acercó.
-¿No tiene una monedita para comprar cigarrillos? –Preguntó la señora amablemente, la baba le caía de la boca y golpeaba contra el caluroso suelo-.
-No tengo, señora –le contestó Mauricio, la señora se volteó y se fue a sentar en uno de los bancos que había por ahí-.
-¡Pobre señora! –Comentó Facundo- ¿Por qué Dios permite que estás personas estén acá abandonadas a su suerte? –él miró para todos lados y vio personas mayores buscando algo que fumar desesperadamente-.
-Sus mentes no resistieron el paso del tiempo y comenzaron a perder lucidez… la abuela está entre esas personas… -le contó Mauricio- vamos que seguro nos está esperando.
Caminaron por el sendero que llevaba al pabellón 13. Ese lugar le parecía exageradamente depresivo. Aquel Nosocomio estaba en un pueblo de Luján, cerca de la famosa Basílica que llevaba su nombre. El lugar era puro campo. La distancia entre los pabellones y la entrada era de 2km. Había un colectivo que te llevaba hasta allí pero por suerte Ghomikian tenía auto y no necesitaba de ese vehículo.
Llegaron a ese pabellón. Entraron y enseguida un enfermero se les acercó.
-Buenos días, ¿viene a ver a su madre? –Le preguntó el enfermero-.
-Así es…
-Bien, ella está en el primer piso… últimamente anda con unos dolores intensos, le hicimos unos chequeos de diagnóstico, nada de que preocuparse –aclaró el enfermero al ver la cara de desesperación del niño- Es una cosa de rutina, usted sabe que su madre ya es mayor… es normal que esto suceda debido a la vejez.
-Pero, ¿pasó algo para que tuvieran que hacerle esos exámenes? –Le preguntó preocupado Mauricio-
-Como ya le dije antes, un pequeño dolor… nada más –dijo el enfermero mientras les señalaba la escalera al final del pasillo- suban esas escaleras y, a la derecha, está el patio interno.
Ellos hicieron caso. Subieron las escaleras y vieron a los abuelos jugando a las cartas para matar el tiempo. Doblaron a la derecha apenas subieron las escaleras y se encontraron con Filomena sentada en una silla mecedora. Esas sillas estaban por todo el hospital.
-¡Miren! ¡Llegó mi marido! -gritó doña Filo contenta- ¿Que haces vos acá? ¿No tenés que estar de viaje?
-Mamá, soy yo, tú hijo...
-¿Y este niño quién es? -Siguió, sin dar cuenta a lo que decía su hijo- ¡Oh! ¡Es mi niño! ¡El pequeño Mauricio!
Facundo se ponía nervioso cada vez que él era confundido con su padre.
Mauricio tomó por los hombros a su madre y la miró fijo, sosteniéndole la mirada.
Doña Filo lo miró asustada y como por arte de magia -o momento de lucidez- reconoció a su hijo
-¿Mauricio? Sí, sos vos... esos ojos, los reconocería aunque perdiese la memoria... -se recostó contra la mecedora- ...hace tiempo que no soñaba con tu padre, desde que murió mi vida a estado vacía... busco en cada persona, que entra acá como visita, a mi esposo...
-No te preocupes má, estoy acostumbrado a tus ataques de senilidad...
-¡Tan frío como siempre! -exclamó ella- ¡Si supieras que parecidos son vos y tu padre!
-¿El abuelo era igual que papá? -dijo el pequeño- ¿Y yo soy parecido a papá?
-Sí, sos muy parecido a tú padre y a tú abuelo... sos tan pintón como ellos, o puede que más incluso...
La charla con doña Filo se extendió desde el mediodía hasta entrada la tarde. Pronto se encontraron volviendo por la autopista del Buen Ayre con destino a Palermo.
Claudia, la madre del niño, trabajaba en una tienda de ropa de moda, estaba de vendedora. No le pagaban mucho pero le servía para costearse los estudios de psicología. Este año por fin se recibiría. Pero lo que Ghomikian no sabía era que después de recibirse se iría a vivir a Brasil con su actual pareja... y se llevaría con ella a Facundo.

Eran las diez menos cuarto de la noche del jueves 18 de febrero y Ghomikian se encontraba ante la puerta de una iglesia agnóstica. Abrió la reja de la puerta y entró. La iglesia estaba decorada muy a la antigua. Las cúpulas altas trataban de emular a la torre de Babel, esa antigua construcción que hicieron los egipcios y con la cual pretendían llegar al cielo. ¡Pobres estúpidos! Según la historia bíblica, fue en ese momento que Dios decidió cambiar los idiomas para que, entre ellos, no lograran entenderse. Mauricio penetró en aquella iglesia y vio, frente a una estatua de Cristo crucificado, a Alvarenga. El lugar estaba repleto de sombras. Una más oscura que otra.
Alvarenga parecía concentrado en orar. Mauricio se quedó a algunos pasos contemplando el decorado gótico.
-¿Sabés quién fue Enoc? -La pregunta tomó por sorpresa a Ghomikian, él meneó la cabeza en respuesta negativa- No, pues entonces sabes quien fue Matusalén... -Conocía poco de la Biblia, pero a ese personaje lo conocía-.
-Fue la persona más vieja de la historia humana... ¿verdad? -Preguntó inseguro este-.
-¿Sabes por qué el hombre ya no vive tantos años en este mundo? -Preguntó Enrique- No hace falta que respondas, el hombre arruina todo lo que toca y más aún en esta época... ¿Te los imaginas viviendo miles de años? Destruirían todo lo que Dios a creado en un abrir y cerrar de ojos... -Enrique por fin se dio vuelta y miró con sus pupilas violetas a aquel que decidió ayudarlo- Un hombre, solo por curiosidad, inventó la bomba atómica... fue solo un accidente... E=MC2... sabes lo que significa eso... la Energía es igual a la Masa por la Velocidad de la luz al cuadrado... esa simple suma derivó en una bomba que VOLÓ en tan solo milésimas de segundos dos islas de Japón -Todo esto lo dijo mientras baja de las escaleras que conducía al altar-.
En su mano derecha, Alvarenga, portaba una vara dorada y sobre la cabeza llevaba una túnica púrpura que hacia juego con sus ojos. De repente, las sombras se movieron en círculos hacia él.
-¡¿Qué?! ¡¿Qué pasa?! -gritó Ghomikian asustado- ¡¿Qué estás haciendo Enrique?!
-¿No lo ves?... ¡Vas a ser una de mi sombras!
-¡No! ¡No quiero! ¡Yo solo quiero venganza! -Gritaba Ghomikian-.
Las sombras empezaron a pegarse a su cuerpo y a entrar en él. Ghomikian se resistió lo más que pudo. Las sombras, luego de unos segundos, salieron expulsadas de su cuerpo. Él quedo allí, de rodillas contemplando el cielo nocturno a través de la capilla.
-Bienvenido sombra mayor... este lugar será tu santuario y tu lugar listo para la venganza -Aplaudió Enrique- ¿Cómo te sentís?
-Espectacular, nunca me sentí mejor...
-Bien, ahora empecemos con el plan...

Ghomikian llegó a la clínica donde estaba la morgue donde tenían a Alejandra Iorii.

-Sucio, sos horrible, prefiero pisar mierda descalza antes que salir con vos...

-¿No te arrepentís de esas palabras Iorii? Ahora necesito tu cuerpo y el de Jazmín.
Bajó del coche y se enrolló sobre si mismo. Con un chasquido apareció ante la puerta de la morgue... el médico que iba a desmembrar a Alejandra parecía muy cansado...
-Ve sombra del sueño -Mauricio apoyó las manos en el suelo, una sombra penetró en la sala tocando una flauta dulce.
Por supuesto que el médico no pudo ver a la sombra ya que esta no deseaba mostrarse. Enseguida, el forense se durmió. Mauricio estiró su brazo y la sombra volvió a él, penetrando por su mano.
Ghomikian vio el cuerpo que yacía inmóvil en aquel lugar y le dio un poco de nostalgia. No recordó buenos tiempos simplemente porque no los había.
Buscó en una carpeta que había en una de las mesas y vio la entrada en aquel hospital del cuerpo de Jazmín Baccaro.
“Jazmín Angélica Baccaro, placa mortuoria número 251”
Busco la caja con ese número y allí estaba el cuerpo de Jazmín.
-Bien, debo apurarme antes de que despierte el forense...
Ghomikian expulsó dos sombras desde sus manos, envolviendo a ambas muertas.
Las sombras desaparecieron con un chasquido al igual que Mauricio.
Ya en el auto, que fue donde aparecieron, las dos sombras entraron en el cuerpo de las muertas emulando ser ellas. Pero era cuestión de tiempo para que las sombras dejaran esos cuerpos. Igual le servía hasta llegar a la iglesia.

Mauricio llegó a la catedral en tan solo media hora. Entró en ella secundado por las falsas Alejandra y Jazmín.
-Bien hecho, ese es mi pollo... a esto me refería, si podés matar el alma para convertirte en una maquina asesina yo también puedo matar por vos....
-Los cuerpos, ¿Qué pasará con ellos? -dijo Ghomikian algo preocupado- ¿Para que los querés?
-Eso no es tu problema -contestó Enrique- ahora te podés ir...
Ghomikian JAMÁS se atrevería a contradecir aAlvarenga, así que solo salió y se fue en su coche directo para su casa.
Enrique miró a las muertas y dijo:
-Padre, si estás ahí, devora estos cadáveres...
Y el fuego subió en el altar y quemó hasta los huesos de las dos chicas.
Enrique sonrió, pronto su padre tendría suficientes fuerzas... muy pronto.

Informe oficial de la muerte de Alejandra Carolina Iorii.
18/02/2010
“En el día de la fecha establecida en el encabezado de esta pagina me hago presente yo, Ricardo Damián González de 37 años de edad, policía de servicio de la comisaría cuarta de la localidad de Buenos Aires ubicada en la zona de Palermo Soho, dado que en la morgue judicial del mismo barrio, doy constancia que al momento de la investigación el cuerpo de la citada chica desapareció del consultorio forense. El médico a cargo alegó haberse quedado dormido en medio de la investigación.
La señora, Alejandra Carolina Iorii, de edad 34 (treinta y cuatro) años, estado civil casada con el señor Oscar Raúl Pichonne de 35 (Treinta y cinco) años de edad, salió expulsada del coche en el que iba ya que chocó con un Fiat Palio dominio HSB 414 en la avenida Santa fe y Charcas.
El dueño del auto antes mencionado, quien estaba hablando por celular al momento del siniestro, sostiene que no fue su culpa ya que el semáforo estaba en verde para él. El mencionado, Enrique Fernando Cataldo, fue sometido a un test de alcoholemia el cual dio negativo.
En instancias de resolver el caso se ha realizado en la zona un rastrillaje, tanto aéreo, en las principales rutas y accesos de la ciudad, como terrestre.
El operativo terminó esta mañana a la hora sexta (6 a.m.) con resultado negativo. No se ha encontrado ningún rastro de la desparecida. Continúa la búsqueda.
Firma: Ricardo Damián González, oficial del caso

Américo había suspendido todas las citas del día anterior y hoy se encontraba de luto en una funeraria. No había nada que velar. El cuerpo no estaba allí.
En silencio, la caravana mortuoria iba por las calle. Pasaron por donde era su casa. Todos la querían, era una buena persona.
El coche fúnebre se detuvo en la puerta. Oscar, que viajaba en el primer coche junto a Américo y Cecilia, miró la casa que juntos habían conseguido y dijo:
-No quiero volver... todos sus recuerdos están ahí...
Américo no sabía que decir. Para él también era duro perder a su ex novia.
-¿Para que quiere alguien el cuerpo de un muerto? -Preguntó Oscar- Usted es médico... ¿Para que sirve un cuerpo muerto?
Entre las posibilidades, se encontraba también la de tráfico de órganos, pero era poco probable. El “rigor mortis” había pasado las dos horas, era imposible que algún órgano sirviese. Pero no se lo podía decir a Oscar así que simplemente dijo:
-No sé, no se me ocurre nada...
¿Cómo había salido el cuerpo de la morgue? Él estaba fuera y no distinguió movimiento alguno... Salvo... ¡La sombra!
Alguien había entrado, ¿Pero cómo? No entró por la puerta, eso era seguro...
El coche entró al cementerio en un profundo silencio.
-Pensar que acá se unen miles de historias, los pobres se reúnen con los ricos, los buenos con los malos... pero ¿quién va al cielo? ¿Quién va al infierno? Espero que ella haya ido al cielo... aunque debo decir que ya no sé si creer en Dios o no... -Todo eso lo dijo Oscar en un tono depresivo y auto complaciente- ...dígame, ¿Qué significaba Alejandra para usted?
-Mucho, aunque esto tal vez suene cruel para mi esposa, fue un amor como pocas veces he tenido...
El coche fúnebre llegó a la parcela de tierra que le había sido reservada. Aquel pozo oscuro que se parecía a la muerte.
Américo estacionó el coche y bajaron del mismo. Observaron que ese día había otras inhumaciones.
-Es lógico, miles de personas mueren por día -se dijo para sí mismo- esto es lo más normal del mundo.
Américo tomó el féretro y, con todo el dolor del mundo, lo enterró allí mismo.
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Raziel_Saehara

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MensajeTema: Re: Noche de Soledad version 2.   Noche de Soledad version 2. I_icon_minitimeLun Oct 22, 2012 7:12 pm

Capítulo IV: El policía y el ladrón.

-¡Soltame! ¡Soltame te dije! -exclamaba el caco dando fuertes impulsos a su cuerpo, a pesar de que se encontraba apresado- ¡Soltame! ¡Yo no hice nada!
-¿Porqué corrías entonces? -Le preguntó el oficial González- ¿Eh? Dale, entrá y calláte.
El caco, al cual apodaban “Tutte”, había ido a robar a una tienda de licores en el barrio de Palermo Soho. González había acudido en respuesta a un llamado del 911 en el cual decían que la tienda estaba siendo asaltada. El malhechor, que no actuaba solo, hizo cerrar la licorería y, junto a sus amigos, retuvo en ilegitima privación de la libertad al dueño y dos empleados. Eso fue a las ocho de la noche, horario en que la licorería permanecía abierta. Poco tiempo después cayó “la gorra” -así es como le dicen los mal vivientes a la policía- y solo atrapó al jefe de la banda después de un tiroteo.
Tutte fue llevado al calabozo de la comisaría, pero antes le dieron la oportunidad de llamar a alguien por teléfono. Uno de los oficiales lo guió al mismo que se encontraba en la entrada de la departamental policial.
-Hola, ¿Pamela? Sí, soy yo... no me cortes... sé que no querés saber más nada conmigo pero necesito tu ayuda... estoy en la comisaría de siempre... sí, vení a buscarme... ¿Podes venir?... gracias Pame, sabes cuanto te quiero... -Pamela, fastidiada, le colgó el teléfono- Me colgó...
-Ahora te vamos a llevar con el juez de instrucción Nº 2 en la localidad de San Martín... Esta vez cometiste un delito grave Tutte... muy grave... -Le dijo el guarda cárcel- ... casi matás a uno de los nuestros... espero que te den la oportunidad de la fianza... sino... que Dios te bendiga...
Tutte estaba asustado. Ya tenía experiencia en cárceles y no fueron muy buenas. En una ocasión, uno de los internos intento violarlo -Se salvó por que Pamela pagó la fianza esa vez-, en otra, un recluso quiso matarlo por que no le caía bien -esa vez se agarró a las piñas pero no hubo ganador por que los polis se pusieron a separarlos, fue una gran pelea-, y así y todo no aprendió.
-¿Qué pensaría tú madre si te viera? -Le preguntó el Poli- ¿Pensás que estaría orgullosa de tener un hijo ladrón? ¿Por qué no conseguís un trabajo antes de salir a robar? En serio, si tenés tantas ganas de usar un arma hacelo para ayudar a los demás...
Tutte se rió ante la insinuación del poli. ¿Ayudar a la gorra? ¿Estaban locos o qué? Nunca ayudaría a la policía, él no era un traidor.
Sus amigos Pipa y Zurdo lo dejaron a la buena de Dios y salieron corriendo apenas escucharon la sirena del patrullero.
¿Usar sus armas para cambiar el mundo? Estaba reconsiderando la propuesta. No le interesaba ser el policía bueno pero tal vez pudiera dejarles algo bueno a sus hijos -Si es que alguna vez tuviera uno-, ¿No podía ser por una vez el bueno?
-Oficial, ¿Cómo puedo hacer para ser el bueno? -El policía lo miró serio- digo, usted dijo que utilizara mis armas para hacer el bien, ¿no?... ¿Cómo puedo hacer eso?
El policía se paró y miró por la ventana, tenía cortinas plegables, parecía estar confundido... esta podría ser la ayuda que tanto había pedido a Dios...Volvió a sentarse en su sillón de pana... y lo pensó.
-Tutte, vos tenés un prontuario muy grande, estuviste preso más de trece veces y esas veces saliste libre gracias a tu ex novia... ¿Cómo puedo creerte?
-Le entregaré a “El pipa” y “El zurdo”, sus nombres verdaderos son: Mario Luis Correa y Sergio Nicolás Nievas.
-Quedáte acá, voy a chequear los datos... -le dijo el policía-.
¿Podría ser que su hábito de robar no haya sido sino un llamado de atención para ser un reconocido policía? ¿Pero como iba a hacer? ¡¡¡ÉL VIVÍA EN UNA VILLA!!! Era un código villero no ser parte de la gorra. Tendría que pedir protección policial o cambiarse de domicilio... ¿Se enojaría Pamela si él le pidiese que le comprase una casa? ¡Al diablo! ¡Si su chica era MILLONARIA! ¡Claro que podía pedirle una casa! ¡Y hasta un auto! Pero no era momento de pensar en eso...
El carcelero venía hacia él acompañado por otro policía.
-De pie -le dijo el oficial apenas llegó junto a él- Te voy a sacar las esposas, no trates de hacer nada estúpido...
-Sí señor
El oficial procedió a retirarle las esposas.
-Listo, estás libre...
Tutte movió sus muñecas en círculos, ya las tenía entumecidas.
-Bien -dijo el poli- Cantá lo que sabes sobre Mario y Sergio...
-Antes pido una cosa... -hizo una pausa para mirar a los dos policías- ...si yo hablo a mi me fusilan apenas pise mi casa... Quiero una casa nueva...
El policía que le desató las esposas golpeó la mesa.
-¿Estás loco? ¡No podemos darte una casa!
El otro oficial lo miro y le dijo algo al oído al primero de ellos.
-Está bien -dijo este último después de que terminaran de cuchichearle en el oído- te pondremos en el programa de protección contra testigos... la condición para entrar ahí es que atestigües en contra de tus ex amigos Mario y Sergio...
-Perfecto.
Una vez aceptado le dieron de comer y lo dejaron en una celda abierta, solo, alejado de los demás presos.
Ahí tuvo tiempo de pensar en lo que había hecho y, extrañamente, se sentía bien. ¿Cuánto hacía que conocía a Mario y a Sergio? Se habían criado juntos. Él los traicionó. Lloró amargamente. Nada podría quitarle la angustia que sentía en ese momento. Nada.

Ya era sábado, Américo todavía estaba triste por la muerte de su ex novia y posterior desaparición del cadáver. ¿Quien querría el cuerpo de alguien muerto? ¿Para qué? ¿Por qué perturbar a los muertos? Se levantó de la cama y fue a buscar algo en uno de los cajones. Lo miraba a cada hora. El celular de Alejandra, que él levantó del suelo en el momento del accidente, estaba en su poder. Lamentablemente la parte de mensajes estaba bloqueada por una clave de seguridad. ¿Y si había algo que podía ayudar a resolver el misterio? Pero no quería inmiscuirse en los temas de su ex.
“La sombra” teóricamente era una persona, ¿Pero quien podría ser? No tenía ni la menor idea.
Había pasado ya todo un día desde que murió Ale y, por si esto no fuera poco, había olvidado preguntarle a su actual esposa ¿Qué había dicho Horacio?
-No es nada importante… había que hacer unos estudios al feto para ver si estaba bien… nada más –eso había dicho su esposa- al tener el “síndrome de ultimátum” había que hacer un pequeño chequeo… me inyectaron una droga en el vientre para analizar a Adán o Eva, según sea…
Guardo el celular debajo de una ropa suya. Tal vez algún día lo mande a revisar. Estaba solo en su casa. Su mujer había ido a ver a su madre que vivía en Gral. Pacheco, una localidad de Buenos Aires. Y él debía hacer lo mismo en su caso. Iría a ver a su madre en Villa Bosch. La relación entre consuegros no era buena. La madre de Américo no soportaba al padre de Cecilia, y viceversa. Por eso, hoy iría a ver a su madre mientras su esposa visitaba a los suyos. Tomó sus botas de cuero marrón, sus llaves y partió con rumbo a la casa de sus padres.

Mauricio no podía creer este nuevo poder que poseía. Ahora era una sombra de Adán. Pero... ¿De dónde venía ese poder? ¿Cuál era su fuente?... Decidió que era tiempo de disfrutar de una buena película. Más tarde se ocuparía de llamar a Alvarenga... y quizás le pregunte... Quizás él le responda. No debía olvidar el pacto. No iba a fallar.

Era de noche y llovía. La policía, liderados por el oficial González, hacían sonar sus sirenas frente al asentamiento de emergencia llamado “Villa la marañaza.”
-¡Vamos! ¡Adentro! ¡Adentro! -Gritaba González a sus camaradas- ¡Requisen todo!
Las fuerzas GEOF y HALCÓN trabajaban juntas para encontrar a los mal vivientes. Tenían cercada toda la manzana, no había lugar donde se pudieran esconder y ellos lo sabían.
Las patrullas aparecían de todos lados. Se les cruzaban a los mal vivientes cuando estos, en un esfuerzo vano, trataban de escapar.
El resultado de la requisa fue positiva. Se consiguió atrapar a varios mal vivientes después de algunos, previstos, tiroteos.
Mario Correa y Sergio Nievas fueron asesinados esa misma noche en el intercambio de balas producido por la federal, el grupo GEOF y el grupo HALCÓN.

Eran las seis de la mañana en la prisión. Tutte había llorado toda la noche. Cuando le dieron la noticia se sintió culpable. Tal vez, y solo tal vez, podría acabar con su miserable vida.
-¡Eran mis amigos! –Le gritó Tutte al oficial de turno- ¿Sabe usted lo que es la amistad?
-Sí, hijo… he visto caer muchos oficiales en balaceras como las de anoche –le dijo González- y muchos de ellos eran mis amigos… estarían felices de ver en que tipo de hombre me he convertido.
-Lo siento, no era mi intención…
-No te disculpes, las disculpas son para los débiles… nunca tenés que arrepentirte de lo que decís o haces, ¿escuchaste?
-Sí, señor -contestó Tutte- solo por curiosidad, ¿Qué son esos papeles?
Tutte miraba con recelo unos papeles caratulados como “Secreto de máxima seguridad.”
-Nada que te interese, o en realidad sí... -Ricardo miró el sobre con gesto apesadumbrado- ...son tus nuevas credenciales y nuevo nombre... desde ahora te llamarás... -abrió el sobre- Maximiliano J. Guarino y estos -extendió en la mesa una serie de documentos que sacó de aquel sobre marrón claro- son tu licencia de conducir- la vas a usar como y donde te digamos- Y estos son tu DNI (Documento Nacional de Identidad) y tu tarjeta de crédito Master Price, úsala con mucho cuidado, tiene un límite establecido de $25.000,00 pesos, si pasas ese límite, la diferencia la pagás vos de tu sueldo, ¿entendido?...
-Supongo que la tarjeta la tengo que usar como y dónde ustedes digan, ¿Cierto? -soltó, algo fastidiado- ¿Me van a controlar en todo lo que diga y haga verdad?
-La verdad... no sabría decirte -se encogió de hombros- ... yo no mando en este lugar... son ordenes de arriba... Veamos que más dicen estos papeles...
Benito intentó hablar pero Ricardo lo hizo callar. Este último se cruzó de piernas. Se puso los anteojos y leyó:
“Al señor Ricardo Damián González de sus superiores:
Nuestro estimado colega, nos place recordarle y hacerle recodar a sus compañeros que todo lo que diga este escrito es confidencial. De máxima seguridad. Si este documento fue perdido y es hallado por alguien, ruego que sea devuelto al oficial policial antes mencionado.
Al señor Maximiliano J. Guarino, siendo la “J” de Javier, le comunico que su nuevo domicilio es Jorge L. Borges xxxx 1er piso A, esto queda en una zona exclusiva de Palermo Soho. Es de mi agrado comunicarle que será parte de la operación “Antrak”, nombre código que hemos elegido para el caso, su significado lo descubrirá con el tiempo.
También me enorgullece obsequiarle esa tarjeta “Master Price”, marca registrada por la Policía Federal Argentina -desde ahora PFA-, con un límite de gastos de $25,000.00 pesos por mes, con eso será suficiente para vivir durante su estadía en este edificio.
Su objetivo en la operación es infiltrarse en la casa de Mauricio J. Ghomikian, quien oportunamente vive en el mismo edificio-casa. Este hombre de unos treinta y cinco años vive junto a su hijo y una mucama. En esta operación, usted deberá hacerse su amigo y descubrir que oculta, si es que oculta algo.
La casa ya está lista y preparada para su manipulación. Está debidamente amueblada y hasta tiene un auto en su garaje. Confiamos en usted más que en Dios” -el oficial González termino la lectura, se sacó los anteojos y los puso sobre la mesa- Eso es todo...
-¿Eso es todo lo que dice? -dijo Maximiliano- ¿Qué hago ahora?
-Andá a esa dirección, hacete conocer, pero por nada del mundo digas que sos “Policía”, cuando termines de investigar o tengas alguna información llamáme a este número -le entrega una tarjeta-, si te pregunta de que trabajas... decíle que sos militar retirado de las fuerzas aéreas y que te volviste rico ilícitamente... eso es todo, ahora andate -González se puso en pie, pero al segundo dijo: pará, hay alguien que quiere verte... está afuera.
-¿Verme a mí? -se preguntó Maximiliano- ¿Quién será?
Maximiliano salió fuera y se encontró con Pamela. Tenía los ojos rojos y sus mejillas dejaban ver que por ahí habían pasado lágrimas. Estaban marcados desde el principio de los ojos hasta donde termina el mentón.
-¿Estuviste llorando? -Le preguntó apenas la vio- ¿Por mí? -Se señalo el pecho y se sintió mal por primera vez- Pame, sé que lo que hice estuvo mal, pero ahora quiero cambiar... ser el bueno de la película -Pamela, por un instante le creyó, pero... ¿Y si era mentira?- Creéme, esta vez voy a cambiar por vos, por que te amo...
-Me dijeron que salías bajo libertad condicional y que ya no podías volver a la villa -largó ella- ¿Y tus hermanas? ¿Cómo van a vivir sin vos? Sabes que están solos...
-No te preocupes, yo ya mandé a buscarlos... -Sacó una hoja del bolsillo, tomó el bolígrafo que estaba en la mesa de entrada y escribió una dirección- esta es mi nueva dirección...
Pamela miró la dirección y abrió los ojos como si se tratara de la casa del diablo.
-Pame, ¿Estás bien?
Pamela se sentó en una silla que le trajo un oficial al ver que la chica casi se desmaya.
-No cuentes conmigo -balbuceó nerviosa- no... Yo no voy a ir nunca a ese lugar... No señor... ¡Jamás! -Gritó enfurecida, tiró el papel con la dirección a la basura y se fue corriendo-.
Todos se quedaron mirando la escena. Nadie dijo nada. El oficial González le puso la mano en el hombro a Maxi.
-Bien, Maxi, ya podés irte... cualquier cosa me avisas -él lo despidió con un fuerte abrazo, muy caluroso por cierto, y Maxi emprendió el viaje a su nueva casa-.

Eran ya las cinco de la tarde, se había enterado de que hoy se mudaba un nuevo vecino al espacio vacío que había dejado la señora Hernández. Según lo que le habían dicho los que descargaban los muebles, era un tipo rico y excéntrico, un ex militar.
Mauricio no le dio importancia y fue a ver como andaba el trabajo. Hacia varios días que no aparecía por el negocio. Tenía que ir a buscar la plata de todos esos días.
Sacó el auto del garaje y se dirigió a una de sus sucursales en Caballito, así se llama el lugar, donde el gerente, de nombre Pablo, tendría que rendirle cuentas.
Era esa una linda tarde, había dormido toda la mañana. Desde que se volvió una sombra de Adán se sentía cansado. Pero seguramente esto sería normal. ¿Quién sería la próxima victima? Por supuesto, él no lo sabía. Cuando hizo aquel pacto con Enrique este le dijo “déjalo todo en mis manos, se exactamente lo que tengo que hacer.” Desde aquel día, Alvarenga, había demostrado ser un tipo confiable. ¿Qué pasaría al vencerse el tiempo estipulado? Ellos dos tenían un trato.

-Soy el mejor en lo que hago, todos los que me contrataron nunca han sido defraudados. ¿Querés hacer negocios?
-¿A cambio de que? ¿Mi vida? No puedo darte mi vida...
-No quiero tu vida, solo digamos que un pequeño porcentaje... una comisión... lo que quiero es...
-¿Qué has dicho? No me puedes pedir eso... No ahora...
-¿Querés o no vengarte de tus ex compañeros? ¿Conoces las leyes de Dios?
-No...
-Alma pecadora por alma pecadora... si un ladrón mataba a alguien y se lo encontraba culpable era apedreado instantáneamente... Estas personas deben morir por que se las ha hallado culpable.
-Dame hasta fin de año, en ese plazo te entregaré lo que pedís a cambio.

Eso había pasado un primero de febrero. La pegunta era, ¿Podría cambiar “eso” por la muerte de todos sus compañeros? Paró en un semáforo y vio por el espejo retrovisor que una camioneta “Partner” negra lo seguía. La vio desde que salió de su casa.
-¿Serán policías? -Se preguntó algo asustado- los tendré que perder.
Ghomikian aceleró la marcha, de a poco, como para que no se den cuenta. Ellos se dieron cuenta y también aceleraron. Ghomikian decidió evadirlos tomando por la ruta llamada “Camino del Buen Ayre.” La persecución era evidente. Mauricio aceleró lo más que pudo. Pasaba entre coches, cruzándose de carriles sin previa maniobra.
En un momento en que el coche de Mauricio decidió bajar por una de las rampas de acceso, el coche persecutor también lo hizo. Solamente que con menos suerte. Este último auto desbanco y quedó dado vuelta en medio del camino. Mauricio aceleró y se perdió de vista entre los coches. No quería quedarse a averiguar que era lo que pasaba por ahí. Hizo alrededor de tres Km. dejando atrás a fuera quien fuese el que lo perseguía. ¿Habrá relacionado la policía los casos de Iorii y Baccaro? Tal vez estén vigilando a todos sus ex compañeros. Incluyendo a Américo. Él era el único que no debía morir. Porque ellos eran amigos, y de los buenos... ¿Verdad Américo?

Américo andaba cerca de Caballito, sabía que había una pizzería del “Noble formaggio” por ahí. Preguntaría en el siguiente kiosco de diarios que viera. Encontró uno en el camino y este le indicó que estaba a unas diez cuadras de ahí. Américo volvió a subir a su coche, puso la radio y escuchó las noticias. En estás se hablaba del extraño suceso que había ocurrido hacia poco tiempo.
“La chica, víctima del accidente, salió disparada del coche. Los testigos dicen que esta chica habría enviado un mensaje de texto por celular, pero en la escena no se encontró ningún aparato. Un médico, que pasaba por ahí, le dió los primeros auxilios pero no hubo caso, la chica falleció en el lugar”
Américo apagó la radio. Él sospechaba que alguien la había matado pero aún no sabía quien ni porque. Se desvelaba en las noches dándole vueltas al asunto. Pronto llegó a la pizzería. Bajó del auto, puso la alarma y entró al negocio.
-¡Buenos Días! -Saludo Américo a todos los presentes-.
Había dos señoras y un señor en el local los cuales respondieron al saludo de igual forma. Miró a su alrededor buscando al dueño de la pizzería. Esperó que le tocara el turno y pidió tres pizzas de mozzarella con doble capa de queso. En el momento ese en el que se la estaban preparando entró el dueño. Este también saludo a todos los presentes y se fue para atrás del mostrador.
-¿Usted no es el médico que me ayudó la otra vez con la anciana? -lo increpó Mauricio-
-Sí, soy yo -Américo miró a aquel hombre asociándolo inmediatamente con otros que él conocía- le veo cara conocida, ¿No nos conocemos de antes? ¿De algún otro lugar?
-No lo creo, ¿Cuál es su nombre? -Preguntó Ghomikian-.
-Mí nombre es Américo Díaz, ¿Cuál es el suyo? -Mauricio se había quedado duro, por fin había dado con su amigo de toda la vida, vio que este se había puesto blanco- ¿Le pasa algo?
-Amé, ¿sos vos? ¿Cómo cambiaste tanto? ¡No lo puedo creer! ¡Sos vos!
-¿Ghomikian?
Ambos se estudiaron antes de estrecharse en un fuerte abrazo. Había gente mirándolos. Decidieron salir e ir al bar de la esquina, uno que se llama “La portuaria.” Pidieron un café cortado cada uno y hablaron de los viejos tiempos. Todo era de cuando eran chicos, todo eran cosas bellas.
-No pareces vos -le dijo Amé-¿Qué pasó con ese problema que tenías en el habla?
-Me lo curó una fonoaudióloga muy buena, hablando de viejos tiempos... me enteré por las noticias de que falleció Alejandra -dijo Mauricio, sabiendo a lo que se arriesgaba- y que después desapareció el cuerpo de la morgue...
-Sí, es un misterio...
-Yo pienso que lo único que puede resolver este caso es el celular desaparecido -soltó Ghomikian- ¿Vos que crees?
Por un minuto le vino la imagen de Alejandra esperando para morir. Era una imagen atroz y llena de crueldad.
-Yo estuve en la escena del crimen y vi como moría Alejandra.
-¿Vos eras el médico que la revisó? -Dijo Ghomikian algo aturdido- Eso me queda por suponer...
-Sí, es verdad, yo revisé a Ale y estuve con ella en la morgue judicial -dijo Américo tomando un sorbo de su café, estaba caliente- es muy triste que haya desaparecido el cadáver... muy extraño... yo, que soy medico, no le veo utilidad a ese cadáver, el rigor mortis había pasado ya las siete horas... ni siquiera para contrabando de órganos sirve -Amé volvió a tomar otra vez de ese café, no era el mejor que había probado pero era algo- en el momento de la muerte ella dijo que había algo en las sombras... No recuerdo muy bien las palabras.
-¿Sombras? -Dijo Ghomikian algo nervioso, se le notó en el timbre de la voz y Américo se dio cuenta- ¿Qué tienen que ver las sombras con esto? ¿No fue un accidente? -Pudo controlar su timbre de voz tomando un poco de café- Según trascendió en los diarios, el tipo que la chocó, creo que su apellido era Cataldo, dijo que no la vio porque venía hablando por celular... según varios testigos, el semáforo estaba en verde para él, ella pasó y se mató...
-Tal vez pudo haber estado drogada... por el marido... Tal vez él le dió algo que hizo que viera esas sombras donde en realidad no había nada... No vio el semáforo en rojo y pasó de largo -dedujo Américo- pero, ¿Y el cadáver? ¿Por qué se lo llevaron?
-Américo, imagínate que tú esposa, con la cual no te llevas bien, muere en un accidente por causa de alguna droga que le administraste... ¿No sería lógico que hagas desaparecer su cuerpo antes de que alguien lo encuentre y se dé cuenta que vos sos el causante de la muerte? -Le preguntó Mauricio-.
-Pero hay una cosa que estás obviando: El cadáver de Jazmín. Este estaba en la misma morgue judicial, había entrado solo un día antes que Alejandra. ¿Para que llevarse ese cuerpo también?
-Para despistar -dedujo Ghomikian- Quizás quisieran culpar a alguien que haya tenido alguna relación con ellas...
-Sí, puede ser... tengo otra duda... Jazmín tenía solo veinticuatro años cuando se la llevó la corriente de un río y, en teoría, murió... ¿Cómo explicas que haya aparecido diez años después en una casa del barrio de Palermo aparentemente viva? -expuso Díaz- No me cierra...
Américo y Ghomikian hicieron un silencio. Miraron por la ventana y escucharon el sonido de un auto que aceleraba a lo lejos y se acercaba peligrosamente a ellos.
-¿Qué será ese ruido? -Se preguntó Américo- Salgamos afuera a mirar...
Ambos se pusieron de pie y fueron hacia la entrada.
Lo que vieron casi no les dio tiempo de esquivar al coche que ya se les venía encima.
Ghomikian expulsó a un costado a Américo, el coche los rozó y entro de lleno en el bar.
Américo se puso en pie algo aturdido, miró para ambos lados y escuchó una voz que decía: “¡Hay fuego en el coche!”
El coche se estaba incendiando de a poco. Américo, en un acto de valentía entró al bar por la gran vidriera rota, miró por el vidrio polarizado y pudo distinguir a un hombre y dos niños atrapados en el auto. El doctor tiró de la manija para tratar de abrir la puerta del conductor pero esta estaba trabada.
-Abrí, por favor abrí -gritaba el hombre desde dentro, si seguía así pronto se ahogaría por el humo-.
-Mauricio, dame una mano -le dijo Américo a su amigo que se paró junto al coche en ese momento- Agarrá algo para romper los vidrios...
-Américo, no hay tiempo, esto va a explotar en cualquier momento.
-¡Hay dos chicos en el auto! -Le reprochó Américo- ¿Vas a dejarlos morir así como así?
-Yo no manejaba, no es mi culpa...
El humo comenzaba a hacerse espeso y Américo vio que el fuego ya casi llegaba al tanque de nafta.
Américo no quería dejar a esos chicos y al adulto morir ahí, pero tendrían que aprender... fuese quien fuese el que estuviera en el auto, probablemente ya estaría muerto, al igual que esos dos niños.
Américo salió fuera acompañado de un bombero que llegó justo en aquel momento. El incendio del auto se había propagado a todo el local. Pronto, todo estuvo en llamas, nada se salvó. Ni siquiera los dos niños.



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Raziel_Saehara

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MensajeTema: Re: Noche de Soledad version 2.   Noche de Soledad version 2. I_icon_minitimeLun Oct 22, 2012 7:13 pm

Capítulo V: Jugando al quemado.

Ariel vivía en la capital federal en un barrio de nombre “Flores”, él vivía con su esposa y dos gemelos varones de nombre Alex y Gonzalo.
Si había algo que molestaba a Ariel de sus hijos era que eran muy despelotados. Siempre dejaban las cosas fuera de lugar. Ese día, Ariel, se dirigía a almorzar a la casa de su suegra. Si había aprendido algo de su padre era ser ordenado.
Su suegra vivía en caballito, cerca de una pizzería... ¿Como era que se llamaba? Tenía un nombre italiano. No lo recordaba ya que él no hablaba ese idioma.
Los niños jugaban con un encendedor. Ellos tenían solo seis años. Alex agarraba los cigarrillos de su padre y hacia de cuenta que fumaba.
-Alex, deja ese cigarrillo dentro de la caja... -dijo Ariel mientras frenaba en un semáforo- ... cuando sean grandes y fumen pueden usar ese encendedor... -dijo él mirando a sus hijos a través del espejo retrovisor- dejen ya eso... ¡¿Qué demonios fue eso?! -Una sombra cruzó él auto por delante, las ventanas se cerraron y las puertas se trabaron- ¡¿Qué demonios pasa acá?!
La sombra de Adán se sentó en el asiento junto al conductor.
-¡¿Quién...?! ¡¿Quién sos?! -Dijo asustado Ariel-.
-Soy una sombra de Adán... me han contratado para matarte...
-¡¿Quién?!
-¡Ghomikian!
En ese momento la sombra pisó el acelerador, justo en el momento en que se puso en verde el semáforo. El coche aceleró a una velocidad jamás pensada. La sombra abrió la guantera y sacó una botella de alcohol etílico. Ariel lo miró aterrado.
-¿Qué vas a hacer con eso? -Preguntó entre gritos Ariel-.
-¡Matarte! ¡Matarte! ¡Matarte! -Repitió la sombra mientras reía, la sombra hizo estallar la botella de alcohol e hizo prenderse fuego el coche mediante el encendedor que tenían los niños. El auto se le salió de control y pasó a través de una vidriera de un bar donde casi mata a dos personas.
Los niños ya se encontraban inconscientes a causa del humo, pero si seguía así iban a morir. Alguien se acercó para ayudarlo.
-Abrí, por favor, abrí –El humo se hacía cada vez más espeso, ya estaba casi desmayado, toda su vida pasó en ese momento.
¿Qué había hecho mal? ¿A cuantos había defraudado? ¡Ghomikian! ¿Por qué lo quería muerto? Él era consciente de que muy bien no se llevaban cuando iban al colegio. Ariel se la pasaba molestándolo por su forma de hablar. Y ahora, era tiempo de su revancha.
Ariel apoyó la cabeza contra el volante y se durmió. Ya pronto dejó de existir el dolor. Sus dos hijos y él se estaban prendiendo fuego. Todo había acabado.
-Ghomikian, ganaste vos esta vez… Lo siento.
El auto explotó en miles de llamas que pronto quemaron todo el bar.

-¡Guau! ¿Esta es mi casa? -Exclamó Maxi cuando bajo del taxi-.
El edificio contaba con cinco pisos y ocupaba media manzana. Miró hacia dentro del edificio y vio a sus tres hermanas: Julieta, Marina y Johana.
Julieta era la mayor (24), estudiaba en la universidad y trabajaba en un edificio de Floresta una vez por semana -generalmente los fines de semana-; después estaba Marina, la del medio (18), no estudia ni hacía nada, era una mantenida; y, por último, Johana (13) era una niña inteligente como pocas veces se ha visto. Muchos en la villa le decían “Irene Adler”, era la única mujer que venció en inteligencia al viejo Sherlock.
Las tres chicas bajaron las escaleras que separaban a su hermano de ellas.
Julieta se acercó despacio y le dijo al oído: ¿Se puede saber que hiciste ahora Ben?
-Acá no, entremos.
Los cuatro entraron en la casa y Maxi les explicó todo. Él ahora era un ex militar retirado, por supuesto dentro del proyecto “Antrak”, y tenía una misión. Investigar al vecino de nombre Mauricio Justino Ghomikian.
-¿Que hizo el tipo ese? -Le dijo Johana- ¿Hizo algo malo?
-Parece que sí, aunque aún no se sabe, hay otros como yo investigando a ex alumnos de la escuela a la que fue Pamela...
-Así que de eso se trata, ¿Eh? -Dijo Julieta- Vos serías el buchón de la gorra.
-Sí, algo así, ustedes no se preocupen por mi misión. De eso me encargo yo.
Marina no opinó, estaba cansada de todo eso, y molesta porque la sacaron de su cama para llevarla a ese “Palacio”, ella se levantó y buscó su habitación en todo ese lugar.
Marina, al igual que las otras dos chicas, pensaba en sus amigos. No eran los mejores que tenían pero eran los únicos que había. Maxi les dijo que ya no podrían volver a ver a sus ex amigos nunca más. Nunca.
Maxi decidió ir a dar una vuelta por el barrio, conocer a los que serían sus nuevos vecinos. Decidió ver primero a los vecinos de los pisos superiores. Salió a la puerta, que daba a un corredor y caminó por un pasillo muy alumbrado. Las paredes estaban alfombradas de color rojo con una tela muy suavecita. Siguió mirando mientras caminaba y vio en la tela que adornaba la pared unas figuras. Era un hombre peleando con un dragón.
-San Jorge y el dragón -dijo una voz a sus espaldas, era Alvarenga-Disculpe que lo haya asustado, desde luego que no era mi intención, mi nombre es Enrique Alvarenga -Hizo una reverencia muy educada, se enderezó y le entregó una de las tarjetas suyas a Maxi- esta es mi tarjeta...
- Sr. Enrique, mi nombre es Maximiliano Guarino...
-¿Guarino? Conocí otro Guarino hace algún tiempo, unos treinta y ocho años atrás, era un tipo que me caía bien, lastima que después se dió por el alcohol y murió de Cirrosis... he notado que no dejas de mirarme a los ojos, ¿Acaso le gusta mi color de ojos?
-¿Eh? No, no es eso -se apresuró a decir Maxi- perdone usted...
-No hay de que disculparse y, por favor, no me trate de usted -aclaró Enrique- le pediré que me tutee, si no es mucha molestia -pidió cortésmente a Maxi- este color de ojos es una rareza de nacimiento, soy el único en el mundo que posee este color.
-¿Y usted es... digo... vos vivís en alguno de estos departamentos?
-No, he venido a ver al dueño del edificio, Mauricio se llama -Alvarenga sacó un estuche y, de él, un puro- es dueño de la cadena de pizzerías “Il noble formaggio”, ¿Las conocés? -Enrique dio una pitada larga al cigarro, como si lo quisiera acabar en esa misma pitada- Son muy famosas.
-Sí, las he escuchado nombrar.
-Bueno, tengo que irme, un gusto señor Guarino -Le extendió una de sus manos en señal de amistad, al cual gesto también extendió su mano Maxi-.
-El gusto es mío.
Alvarenga miró al joven como si este lo hubiese descubierto todo. ¿Habrá sido así?
-Bueno, nos vemos –saludo Enrique-.
-¡Qué tipo raro! -Pensó Maxi después de que él se fuera- Tiene pinta de ser el malo de la película... Ni modo...
Maxi caminó por el edificio en el sentido contrario al que se había ido Alvarenga. Esos ojos púrpura, juraría que los había visto en algún otro lado antes. Pensó hasta el cansancio donde había visto esos ojos púrpura. No lo consiguió, más tarde de seguro lo haría. Ya se acordaría.
Paseó por el vecindario, sin irse muy lejos por supuesto y volvió a su casa. Ya era muy de noche, había estado toda la tarde fuera, haciendo uso de la tarjeta “Master Price” que le habían otorgado en la PFA (Policía Federal Argentina), comprando lo que sería la comida de esa noche. Con el tema de la mudanza, se había olvidado que había dejado a las hermanas solas. Al llegar al edificio caminando, ya que había dejado el coche en el garaje, vio a un hombre entrando. Este hombre, tal vez pensando que le iban a robar, se apuró a entrar.
-Espere, no cierre -Dijo Maxi y al ver que el hombre se hacía el distraído, se apuró en llegar- Espere, yo vivo acá también... -aclaró justo cuando el hombre se proponía a cerrarle la puerta en las narices- soy Maxi, el nuevo vecino, el ex militar.
Al hombre se le aflojaron las piernas pero recuperó estabilidad después de confirmar su identidad.
-Menos mal, por un momento pensé que usted me iba a robar -dijo en un suspiro aquél hombre- mi nombre es Mauricio...
-¿Mauricio Ghomikian? ¿El dueño de las pizzerías?
-Así es.
-Un gusto en conocerlo, mi nombre es Maximiliano Guarino, militar retirado de las Fuerzas Aéreas Argentinas -simulo hacer la veña militar llevándose la mano a la cabeza- ¡A su servicio señor! -Gritó Maxi, simulando haber recibido formación militar-.
-Sí, sí, como sea... espero que disfrute su estancia en este edificio, aquí todos son empresarios, usted es el único que no lo es. ¿Vive con su esposa?
-No, soy soltero, tengo algo picando por ahí, pero nada sólido por el momento.
-Ya veo... ¿Subimos por el ascensor? -Preguntó Mauricio
-Creo que sí, estas bolsas pesan mucho.
-¡Uy! Disculpe, no me di cuenta de las bolsas, ¿Lo ayudó?
-Le agradecería -exclamó entre jadeos Maxi. Mauricio se agacho y Maxi pudo sentirle el olor a humo en su ropa.- ¿Usted fuma?
-No, ¿Por qué lo dice?
-Tiene olor a humo…
-Es que estuve en un incendio en un bar, donde estaba tomando un café con un amigo, un auto que se incendiaba entró por la ventana y quemó todo -dijo algo triste- un ex compañero del colegio iba en ese auto con dos chicos, lamentablemente murió -dijo él fingiendo una lamentación-.
-Bueno, aquí es donde vivo… espero que algún día salgamos juntos Ghomikian… -dijo Maxi y le extendió la mano-.
-Eso espero… -Ghomikian estrechó su mano y tuvo una visión-.
Vio pasar frente a sus ojos la vida de ladrón que había llevado aquel chico, vio las veces que había caído preso y como, ahora, se había unido a la policía.
-¡Ey! ¿Estás bien? -le preguntó Maxi-.
Este había caído de rodillas al suelo y le sostenía la mano a Guarino. Ghomikian se puso serio de golpe y dijo “estoy bien” miró como con odio a Maxi y se fue sin decir nada.
-¿Qué le habrá picado? -Se preguntó Maxi- ¿Habrá descubierto la verdad?
Esa noche fue una cena pacifica en esa casa, pero algo había pasado desde el momento en que le había dado su mano como muestra de afecto.

Américo no lo podía creer. ¿Por qué todos sus ex compañeros estaban muriendo? No podía ser una casualidad. Tenía que haber una razón. Pero no se le ocurría ninguna.
Estaba con su amigo, al que más quería, disfrutando de un café y, sin quererlo, volvió a ver la muerte de uno de sus ex compañeros. Si solo hubiese podido hacer algo. Algo para ayudar. Lo que fuera. Se sentó a la mesa, era la hora de comer. Su esposa se había esforzado mucho para hacer esa comida. Pero no tenía hambre.
-¿Qué pasa amor? Te ves preocupado… -Le dijo Cecilia- … ¿Pasó algo hoy?
-Me encontré con dos de mis ex compañeros –comenzó él- uno me estrecho la mano, el otro… se prendió fuego –Dijo Américo y una lágrima rodó por su mejilla-.
-¡Américo! –Cecilia se puso en pie y abrazó a su marido- Amé… no llores… sabes que el hoy puede ser triste, pero mañana pasara y estaremos felices de vuelta… Contáme que pasó…
Américo le contó lo que había pasado y como los dos chicos habían quedado carbonizados.
-¿Entendés? Esos chicos murieron y mi ex compañero también… Yo pude haberlos salvado pero no, no hice nada –Lloraba desconsoladamente, nada retenía sus lágrimas- Alguien está matando a mis ex compañeros, posiblemente ese mismo “ser” haya querido matarnos a mi y a Ghomikian cuando estábamos en el café.
-Pero quien podría querer matarlos, solo una persona a las que ambos hayan dañado podría querer hacerles daño –aseguró Cecilia- ¿Alguien a quien hayas dañado de chico?
-¿Dañado? No, no me acuerdo –Américo se puso en pie y miró por una de las ventanas que daban al patio- era al revés… el que siempre resultaba dañado era ese amigo mío: Ghomikian… Pero él, en aquel momento, estaba conmigo, estaba ahí sentado, no pudo haber sido –Américo se dispuso a abandonar la charla e irse a dormir- voy a descubrir quien es el asesino, ¡Cueste lo que cueste!
Américo se fue a acostar y, esa noche, soñó.

-Américo, ¿Qué haces en mi casa? –Era Ghomikian quien le hablaba-.
El lugar donde estaba parado Américo era una gran carnicería. Todos sus ex compañeros: Luis, Carla, Clara y otros más estaban ahí. Algunos que ya ni recordaba por cierto.
-¿Vos eras el culpable de esas muertes?
-¿No era lógico? ¿Quién no querría matarlos? –Américo se tapó la boca con un pañuelo- ¿Te acordás como me trataban de chico? Me trataban como escoria, basura… a veces me acusaban de cosas que yo no hacia… ¡Ellos se lo merecían!... Américo, unite a mí en mi venganza, todo va a volver a ser como antes… y tu hijo va a vivir para verlo… él va a vivir… -Mauricio se alejaba por una de las puertas- Vení, seguime…
Américo, como guiado por una fuerza oscura y siniestra, atravesó la puerta.
Se encontraba ahora en una casa que desconocía.
-¿Dónde estamos? –Comenzó Américo, pero hizo silencio, una chica los miraba, se escuchó un timbre y la chica bajó las escaleras.
-Estamos en la casa de una amiga de Pamela, mirá, ahí está…
La chica abrió la puerta de la cocina y vio una escalera.
-Vamos a seguirla…
Américo y Mauricio la siguieron de cerca, la escalera era larga. En el camino, Américo vio que había un martillo pero lo dejó ahí, sin embargo Ghomikian tomó el mismo y la golpeó en la nuca antes de que abriera la puerta.
-Vamos arriba, la función comienza ahora… -Ambos dos subieron las escaleras.
Esperaron unos instantes y vieron una sombra, pero no era como las demás sombras, era parecida a la sombra de Américo.
-¿Es mi sombra? -Dijo Américo- Puedo reconocer mi sombra donde sea que la vea…
La sombra comenzó a hacer unos sonidos guturales, como si se asfixiara…
-¿Qué hace...? -Américo guardó silencio, lo que veía lo dejó sin palabras, Jazmín salió del cuerpo de la sombra.
-¿Jazmín? -Preguntó Américo- ¿Pero cómo…?
-Aparentemente, mientras otros la daban por muerta, ella había perdido la memoria y se encontraba perdida en algún lugar… La sombra la trajo de nuevo hacia nosotros pero casi muerta… Estas sombras están hechas de la maldad que siente el hombre hacia sus semejantes… y la maldad mata, ¿No te parece?
-¿Por qué Mauricio?
-¿Vos me preguntás “Por qué”? ¿No te parece justo esto? ¿Escuchaste alguna vez hablar del Tenchu y el Jinchu? Seguramente no… El Tenchu es lo que nosotros conocemos como “El castigo Divino” y el Jinchu es “El castigo Humano” pero si unimos ambos Nos da “El castigo divino hecho por un humano”, eso es lo que yo profeso…
La escena se deshizo como si fuera de agua y volvieron al matadero.
-Américo, tenés que unirte a mí, ambos destruiremos a todos los que me odiaban… a todos los que me hicieron lo que soy… tenés que ayudarme.
-Para, explícame que te hicieron los dos hijos de Ariel para que los mataras…
-Esos dos se iban ha convertir en delincuentes o en depravados sexuales… ¿Qué importa? Esos dos chicos están mejor ahora que con su padre… Míralos acá están los dos.
Dos niños gemelos, colgaban de los pies totalmente carbonizados.
-Es hora de despertar Américo… ¿Vas a unirte a mí?...
-Espero no estar equivocándome, pero creo que ya entiendo de que va esto, te voy a ayudar…
Américo despertó del sueño con un alarido y todo transpirado.
-Amor, ¿Estás bien? -Le dijo su esposa- ¿Otra de tus pesadillas?
-Sí, eso creo… -Américo se levantó de la cama, el corazón le latía como nunca, ¿Qué era esa sensación que le había dejado aquel sueño?, fue directo al baño, se echó agua en el rostro y se miró al espejo que tenía en el botiquín- ¿Qué me pasa?
-¿No crees lo del sueño? ¿No?
Unos círculos púrpura se manifestaron en el espejo.
Américo se dio vuelta pero no vio nada. Volvió a mirar en el espejo y vio que los dos ojos estaban ahí.
-¿Quién sos? -Dijo Américo- ¿Estoy todavía en el sueño? ¿Verdad?
-¿Vos no eras el que rogaba a Dios que le diera una vida más profunda e interesante? Bueno, acá estoy yo para hacer realidad tus sueños de grandeza… Vení a verme ahora, estoy en la casa de Ghomikian… Vení solo…
Américo se vistió y se apresuró en llegar a la casa de Ghomikian. En la puerta lo esperaba un hombre de hábito de monje y mirada púrpura, él seria quien le explicara todo y él sería quien impondría el trato.

Maxi sintió ruido en el pasillo. Se levantó de la cama descalzo y en pijamas. “¿Qué será ese ruido?” se preguntaba. Se aproximó a la puerta, miró por la cerradura y vio a dos personas caminando. Acercó la oreja a la puerta y solo escuchó los pasos. “¿Debería ir a ver?” Pensó en silencio. Una puerta se cerró. “Es ahora o nunca” se dijo. Abrió la puerta pero estaba todo oscuro. Fue por una linterna. Una vez conseguido eso, caminó en la dirección del piso que correspondía a Ghomikian. Un murmullo provenía de aquel lugar. Por la puerta se filtraba un haz de luz. Decidió mirar por él. Teniendo en cuenta que él era muy silencioso, arte que aprendió siendo ladrón, se acercó a aquel haz. Nunca había visto una ceremonia de iniciación de ninguna orden religiosa pero seguramente allí se celebraba una.
Había un tipo de hábito violeta y que llevaba una capucha de ese mismo color. Ese debía ser el líder.
-¡Sombras! -Gritó aquel hombre y desde todas partes, más bien de las partes oscuras, empezaron a salir sombras. Todas ellas iguales entre sí. Al principio pensó que todo era acto de magia, un acto trucho… pero, ¿con que sentido harían algo así a las tres de la mañana? No, aquello de seguro era parte de algo diabólico, endiablado…
-Ahora, estás bajo mi control -escuchó que decía el hombre de hábito violeta a otro vestido de traje.
Este hombre, de barbilla bien afeitada y ojos café, se encontraba sentado en el suelo con las piernas cruzadas. No lo había visto nunca en su vida… ¿Quién sería?...
-Américo, ayudarás a tu ex compañero Mauricio a cumplir su objetivo mientras esperamos el nacimiento de Adán -dijo el de violeta, se dio vuelta y tomó una copa, se la extendió a él y este tomó- Has probado de mi sangre, ahora eres mi hijo… Cumplirás mi voluntad…
El hombre de hábito violeta se dio vuelta y miró hacia la rendija de la puerta.
-Sombra de Adán, ve…
Una sombra apareció detrás de Maxi, este se dio vuelta, pero la sombra era más rápida. Lo tomó del cuello y lo tiró al suelo.
Instantes después, Maxi se dio cuenta de que se había caído de la cama. Sus tres hermanas lo miraban extrañadas. Julieta lo ayudó a levantarse.
-¿Dónde está el desayuno? -dijo Marina- ¡Muero de hambre!
-Me acabo de despertar… si querías el desayuno lo hubieses hecho más temprano… Está en la heladera, agarrálo.
-¿Qué hacías en el piso hermano? -dijo Johana- ¿A dónde fuiste anoche?
-¿Anoche? -Preguntó algo desconcertado- No sé, creo que a ningún lado…
-Yo te escuché salir -le volvió a decir Johana- a algún lado fuiste…
-¿Dónde habré ido?...
-¡Me voy a la Uni! -Dijo Julieta, agarró sus llaves y se fue- ¡Que casa de locos! ¡Menos mal que yo no estoy en todo el día!
Julieta bajo las escaleras, abrió la puerta de calle y se fue rumbo a la Universidad de Palermo. Era lo único que no había cambiado en su vida. La Uni, ¿Qué sería de su vida sin eso? Ella quería progresar, estudiar, ser alguien importante. Se detuvo en la parada de colectivos que estaba a tres cuadras de su casa. Se subió y comenzó su viaje de rutina.
Se sentó al lado de un chico de anteojos oscuro, este último estaba durmiendo. En la siguiente parada, tres chicos subieron. Estos llevaban las manos en el bolsillo. Al momento de subir, sacaron un arma cada uno, eran pistolas calibres 22. Había visto muchas de donde ella venía.
-¡Dame todo! ¡Dale, dale! -Increpaban a cada pasajero, se habían desviado del recorrido por el cual iban y se detuvieron en la esquina-.
Allí los esperaban dos chicos más.
Julieta estaba sentada en el fondo de todo. Aquel chico seguía durmiendo como si nada. Llegaron a Julieta y le pidieron que depositara las cosas de valor en una mochila que ellos llevaban.
-dale pone el celular y la plata acá -le exigieron- y despertá a ese gil -le exigió el caco-.
El chico no se despertaba.
-¡Ey! ¡Salame! ¡Desperta…! -No termino de decir el asaltante-.
El momento fue tan confuso que todos se asustaron.
-¡¿Te das cuenta de lo que hiciste?! -Gritó furioso aquel chico de anteojos y barba candado- ¡Me manchaste los anteojos!
El arma del caco salió rodando y la agarró uno de los pasajeros.
-¡No dispares! -Gritó el caco caído-.
¡Pum! ¡Bang! ¡Kaboom!
La escena fue muy confusa, pero lo cierto es que los cinco cacos yacían muertos en el mismo sitio donde estaban. El colectivero se asustó y el resto de pasajeros hizo cuerpo a tierra. Unos segundos más tarde todos estaban muertos. Julieta -que también se había tirado al suelo- miró hacia arriba y vio al chico de anteojos durmiendo de vuelta.

La policía llegó al lugar de los hechos y requisó a cada uno de los pasajeros, incluyendo a aquel chico de anteojos oscuros.
Mientras las ambulancias se llevaban a los muertos a la morgue Julieta vio que un policía lo saludaba. El mismo policía se acercó a ella.
-Disculpe, antes de que se vaya tengo que pedirle un favor… -dijo el poli- …ese hombre que usted vio disparar es policía le agradecería que no lo mencionase en la investigación.
-Está bien, no hay problema, ¿puedo irme ya? -le dijo Julieta- estoy llegando tarde a la Universidad.
-Andá, pero no lo olvides, ese chico no existió.
El policía la despidió y fue a ayudar al resto de sus compañeros. El chico de los anteojos negros se le acercó.
-Oficial, tengo que llegar a la comisaría que está frente al parque Botánico, tengo que entrevistarme con el oficial González, ¿Lo conoce?
-Sí, siga por esta calle y la encontrará.
El chico agradeció al policía y se fue hacia donde le indicaron.

Rafael llegó a la comisaría. Allí estaban todos sus recuerdos buenos, incluso el de Ana. Aquella joven que él amaba más que a cualquier cosa en el mundo. Incluso más que a su vida. Entró en la comisaría y saludó a todos. Ya nadie se acordaba de él.
-Buenos días -Saludó Rafael-.
-Buenos días -Saludó el oficial a cargo- ¿Puedo ayudarlo en algo?
-Tal vez… ¿No te acordás de mí? -le preguntó, a lo que el oficial respondió negativamente-.
-Tal vez si se saca los anteojos…
Rafael accedió. Se sacó los anteojos, que ya estaban rajados.
-Vos sos…
El oficial había quedado sin palabras hasta que de pronto comenzó a gritar.
-¡Comisario! ¡Comisario! ¡Comisario!
Un señor morochito y de bigote salió de atrás de una de las oficinas.
-¿Qué es tanto lío? -Vio a Rafael y se quedó duro- ¿Rafael?
-¡Así que ahora sos el comisario Lalo! Tuviste suerte…
-¿Qué hacés acá?...
-Tengo noticias de mi padre… y no son buenas.
-Aunque no lo creas te necesitamos mucho más que antes, entrá a mi oficina.
Y las puertas se cerraron.

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MensajeTema: Re: Noche de Soledad version 2.   Noche de Soledad version 2. I_icon_minitimeLun Oct 22, 2012 7:13 pm

Capítulo VI: Hace seis años…

Gran explosión en iglesia abandonada, al menos doce muertos.
En el día de ayer, navidad, casi terminando el 2004, un grupo de personas, posiblemente fanáticos religiosos de alguna secta, se adentraron en una iglesia abandonada y llevaron a cabo un ritual satánico.
Todo comenzó cuando un grupo de personas con desordenes mentales se unieron para alabar al “hijo de Adán” –Así es como ellos llamarían al diablo- con el fin de volverlo un mortal.
Dicha iglesia agnóstica –los que no creen en Dios pero creen que existe un ser superior- estaba cerrada al público desde el año 2000. Pertenecía a la familia más vieja del país: los Alvarenga. Dicho sea de paso, uno de los Alvarenga estuvo involucrado como parte de la policía que detuvo a estas personas.
Los nombres de los doce muertos no trascendieron y parece que va a perecer en el más profundo de los secretos. Al parecer estaba involucrado un diputado. Aún no se sabe mucho del caso pero lo seguro es que la iglesia voló por los aires.
“No somos responsables de lo ocurrido acá” dijo el hijo mayor de los Alvarenga, y agregó “esta iglesia es una de las miles que pertenece a mi familia, el incidente de hoy nos es ajeno”. Sin embargo, y pese a lo dicho por el joven, a trascendido que su padre estaba en dicha iglesia a la hora de la explosión. Con respecto a esto el joven se manifestó en desacuerdo. “Mi padre estaba conmigo en la comisaría en aquel momento. Cuando descubrimos lo ocurrido pensamos por supuesto en el que dirán de nuestra familia. Somos los utilitarios de estás iglesias que persisten desde las épocas bizantinas. ¿Le parece que nosotros vamos a originar algo como esto?”. La respuesta del corresponsal es… muchas personas, después de perder fama, harían lo que fuera por echarle otra mirada a su destino y darse cuenta de que no son nada sin ella.
Seguiremos informando.

Rafael arrugó el periódico y lo arrojó al cesto de basura. Miró su computadora y la foto que salió allí. Era un hombre vestido de violeta, un monje tal vez, pero ese no podía ser su padre… su padre estuvo con él toda la noche. Pero, sus cuerpos -el del monje y el de su padre- se parecían mucho.
-¿Todavía le das vueltas al asunto Lila? -Le dijo un joven vestido con el uniforme policial, este joven era al menos dos cabezas más bajo que él, rubio, ojos celestes y una sonrisa blanca perfecta- Todo el mundo sabe que fue tu padre…
-ÉL estaba conmigo la noche de la explosión, además ¿Para que hacer volar una iglesia vieja y derruida?
-No sé, tal vez el seguro lo cubriría todo -dijo el oficial y se paró a un costado de la maquina de café que estaba en la oficina- ¿Querés un café?
-No es mala idea -accedió Lila- ¿Cómo crees que estuvo involucrado mi padre?
-Pues fácil -comenzó el poli- una copia… ¿Tenés una moneda?
-Ah, sí, toma…
-¿Sigo con mi teoría? -dijo el oficial sirviendo el café- es fácil, tu padre contrato alguien que se le parecía muchísimo salvó que este tenía barba y ojos azules, a diferencia de tu padre que nunca tuvo barba y posee ese color de ojos raro…
-Violeta… -el oficial le extendió un café caliente- …Gracias, creó que al ser su hijo me hubiese dado cuenta que no era él… principalmente por que sus ojos brillaban aún con la luz prendida. Una característica de nuestra familia.
-¿Lentes de contacto con brillo?
-Imposible, he cubierto esas posibilidades y lo único posible es… que no era mi padre el que hizo explotar nuestra iglesia, ¡Ay! ¡Esta cosa quema! -agregó Rafael después de darle un sorbo al café-.
-¡González! ¡Alvarenga! -Entró el jefe de la seccional- Escuchen, quiero que vayan a la iglesia de tu padre y me traigan fotos… Va a haber un grupo de personas, de muy mal talante mental, que van a querer echarlos…
-¿Qué hacemos con ellos?
-No me interesan, solo quiero fotos de los cuerpos quemados… el forense me informó que aún no le han traído esos cuerpos…
-Salimos ya -le dijo González a Rafael- vamos “Corazón oscuro”…
-No me llames así… al menos yo no soy así… Que ese sea mi apodo no significa que lo sea, ¿Entendiste?
-Ok, ok, No te enojes… vamos.
Subieron a su patrulla y se dirigieron a la escena del crimen.

-¡Revive! ¡Oh! ¡Dios de la furia! ¡Revive Yamiel!
-¡Espera no lo hagas padre!
-Sabes que debo hacerlo Lila… ellos reclaman su justicia… Es justo dárselas… Aquí está… Este es… ¡Yamiel!
¡Despierta!

-¡Ey! ¡Despertate! -González era el que lo llamaba-.
-¿Me quedé dormido?
-Eso parece… ¿No descansaste anoche? -le preguntó González mientras miraba un cuadernillo con algo escrito en él-.
-No dormí bien ya que mi papá puso la música alta toda la noche, acordate que ayer fue sábado -Lila miró el cuaderno que tenía entre manos su compañero- ¿Qué es eso?
-Nada importante, solo las posiciones en las que se encontraron los cuerpos calcinados… Bajemos.
Apenas bajaron del móvil se les acercó una señora, estaba vestida apenas con harapos… parecía una indigente.
-Señor protégenos del mal y danos el alivio que necesitamos en nuestras mentes… -rezaba la señora mientras pasaba junto a ellos, justo cuando pasaba por delante de Lila, la señora le pegó una cachetada y le sacó los anteojos de sol- ¡Lo sabía! ¡Eres igual que él! ¡Revívelo para nosotros! ¡Necesitamos nuestra venganza! -La señora se detuvo en medio de la agresión, miró para todos lados como asustada y dejó de atacar a Rafael- Discúlpeme joven, no era mi intención, pero es que usted es tan parecido al líder…
-¿Quién es el líder? -preguntó Rafael volviéndose a poner los anteojos de sol-.
-No importa, yo no debí decir nada por que ellos están aquí… están entre nosotros…
-No entiendo nada -dijo González resignado- ¿dice que hay un líder? Entonces, ¿Usted conoce al que hizo esto?
-Sí, todos lo conocen -la anciana miraba asustada para todos lados- tiene los ojos violeta y su aliento es Azufre puro… Está en las sombras, él nos vigila… -en ese momento abrió los ojos de una manera muy especial, como si pudiera ver algo que los demás no- deténganlo, él aún no ha nacido -le susurro al oído a Rafael-.
-¿Detenerlo? ¿Cómo? -Le preguntó Lila a la señora que se alejaba- ¡Ey! Se fue…
-¿Escuchaste? Tu padre estuvo aquí, con la gente muerta… Ya sé que estuvo toda la noche con vos, pero… No, nada, dejá, ideas locas mías…
Un oficial, vestido con el traje del GEOF, se les acercó y los saludo. Luego de los saludos ellos entraron en el lugar y tomaron las fotos. Pero, hubo una foto que le llamó mucho la atención…
-Ese es… ¿Mi padre?… No puede ser -Rafael sacó el celular y llamó a su padre- ¿Papá? ¿Sos vos?
-¿Quién va a ser sino? -Se escuchó del otro lado- ¿Qué pasa? ¿Acaso estás en mi iglesia frente a mí cadáver? -Le dijo entre risas Enrique- Ese no soy yo, es mi hermano gemelo: Néstor Alvarenga, es una historia algo larga, eso sí, no lo divulgues en la seccional, por favor.
-¿Mi tío? -Preguntó Rafael- No sabía que tenía uno…
-Sí, en teoría él había muerto por un exceso de drogas en un hospital psiquiátrico… -le explicaba Enrique por teléfono- …pero la realidad es otra… él sobrevivió, no se como, pero sobrevivió… zshzshzshzshzsh…
-¿Papá? ¿Papá?
Una leve interferencia se escuchó en el teléfono. Parecía el ruido de algo devorando, comiendo, tragando…
-¿Papá?...
-Disculpa hijo, parece que algo entró en la línea… sabés, tú tío es buena persona, nunca intentó hacerle mal a nadie… él solo quería venganza.
-¿Por qué hablas de él como si siguiera vivo?... ¡No sos mi padre! ¿Qué hiciste con él?
-¿De que hablas? Yo soy tu padre…
-¡No lo eres! -Gritó Rafael furioso- ¿Sos Néstor?
Rafael cortó.
-Algo le pasó a mi padre, debemos ir a mi casa…
González lo acompaño. Este lo miraba mientras él le contaba lo que había hablado con su padre.
-¿Tratas de decirme que tu padre fue poseído por el espíritu de tú tío? -le preguntó González- ¡Es una locura!
-¡Debemos detenerlo! ¡Pedí refuerzos!
-¿Con que excusa? -le dijo sarcásticamente el joven- ¿Te escuchas? ¡Un muerto que toma a un vivo bajo su control! ¿Cómo esperás que pida refuerzos? ¿Qué querés que les diga?... “Atención patrullas: un muerto que tomó el cuerpo de su hermano planea la muerte de todos” ¿Crees que alguien lo creería?...
Claro que nadie lo creería, ¿quién creería que su tío, al cual no conocía, tomó el cuerpo de su padre? Por supuesto que nadie.
-Entiendo… ¿Qué podemos hacer?...
-Solo valernos de nosotros y… -González tragó saliva- …que Dios nos ayude.

Llegaron a la mansión Alvarenga justo cuando se largaba a llover. El periódico de ese día había anunciado una lluvia de verano… pero aquello no parecía ninguna pequeña llovizna, ¡Parecía el diluvio!
Aquellos dos bajaron del móvil en el que andaban, un móvil policial, y entraron en la mansión con sus pistolas desenfundadas, las llevaban delante de sus cuerpos. Se hacían señas a medida que se iban adentrando en la oscura y húmeda atmósfera que era aquel lugar. Ambos dos estaban un poco mojados por la lluvia.
Se detuvieron frente a uno de los cuartos. Rafael tocó la puerta del cuarto. Esta era alta, media por lo menos tres metros y medio de alto y un metro de ancho.
-Este era mi cuarto cuando vivía acá -le contó- puedo sentir los viejos tiempos moverse dentro…
De repente y sin previo aviso, en la puerta se hizo un hoyo negro que fue tomando forma… ¡Hasta convertirse en un ojo gigante!
-No dispares… baja el arma -le ordenó Rafael al oficial Ricardo González, que era quien lo acompañaba- ¡Gran ojo! ¡Queremos entrar en este cuarto!
-Antes de eso -dijo el ojo pestañeando varias veces- deben resolver un enigma… ¿Desean hacerlo?
Rafael miró a Ricardo por sobre el hombro y este le hizo una seña positiva desde su lugar.
-Aceptamos…
-Muy bien, aquí está el Enigma:
“Soy roja como la manzana y solo un monstruo puede comerme. ¿Qué soy?”
Los dos jóvenes se miraron. Había un montón de cosas que eran rojas en el mundo. ¿Pero que un monstruo pudiera comer y un humano no?
-La sangre -se escuchó un grito proveniente detrás de ellos- es lo único de lo que se alimentan seres como ustedes.
-Respuesta correcta, pasen… -La puerta se abrió de un crujido-.
Todo dentro era oscuridad.
-¿Son policías y no llevan linternas?
Ambos dos se dieron vuelta y apuntaron sus armas hacia donde venía la voz.
Un joven de alrededor de 20 o 22 años, de bigote en crecimiento se manifestó de la oscuridad prendiendo una linterna que llevaba encima.
-¡Identifícate!
- Eduardo Marcelo Alvear, pero me pueden decir “Lalo”… Tomen -Lalo les arrojó una linterna a cada uno- Está oscuro dentro, será mejor que mantengan sus pistolas desenfundadas, especialmente vos Rafael, tal vez te tiemble un poco el pulso… ¿Entramos?
-No nos vas a decir quien sos y que haces en mi casa…
-Las explicaciones más tarde, ahora vamos a pelear contra el mismo demonio… -Un sonido, como un jadeo, se escuchó dentro del cuarto- ¡Vamos! -Los tres pusieron sus pistolas combinadas con las linternas y entraron, detrás de ellos la puerta se cerró-.
La habitación que había sido de Rafael estaba descolorida y húmeda, quizás más que afuera.
Rafael recordaba que había una ventana en aquel cuarto, pero en aquel momento no lograba verla. Las luces de la linterna no ayudaban mucho. Parecía haber un vapor extraño que nublaba la luz de ellas. Rafael llegó ante lo que creía era la ventana, pero al tocarla notó una especie de baba, húmeda y pegajosa.
-¿Qué es esto? -Lalo se acercó hacia donde estaba la luz de Rafael y lo alejó de aquel lugar- ¿Qué era eso Lalo?
-Un capullo, aún no ha nacido por lo visto…
-¿Quién no ha nacido? ¿Qué carajo es eso?
-Tranquilo, todo a su tiempo, eso es lo que yo he estado esperando que nazca… el Alvarenga definitivo.
¡Crack!
-Llegó el momento…
La bruma bajó de golpe y un brillo sobrenatural se desprendió del capullo alumbrando todo el cuarto.
Ricardo tomó su arma y en un grito desesperado disparó su arma.
¡AH! ¡AH! ¡AH! -gritaba- ¡NO QUIERO MORIR! ¡AÚN SOY JOVEN!
Las balas no detenían el rompimiento del capullo, por el contrario, más bien la ayudaban.
-Humanos tontos, yo me alimento del odio y la desesperanza, cuanto más haya de eso en ustedes más rápido naceré.
-¡¿Quién eres?! -grito Rafael- ¡Muéstrate!
Una figura salió del capullo. Era un hombre alto, de tez blanca y barba candado y de sus ojos salía un fulgor violeta.
-Mi nombre es Enrique Martín Alvarenga, y ustedes no son más que basura.
Extendió una de sus manos y un viento terrible salió de estas, tan terrible que mantuvo a raya a los tres hombres.
-Pero esta no será la pelea definitiva, sino que será dentro de seis años.
Alvarenga bajo sus manos y el viento se calmó, pero las luces se apagaron.
-¿Qué pasó? ¿Dónde está? -grito Lalo- No permitan que se escape…
De golpe, se escuchó el batir de unas alas, alas impetuosas que sobrevolaban el cielo y desaparecían en la oscuridad de la noche.

La mañana llegó y con ella la calma. Pasaron los días y alguien, por la calle, escuchó los gritos desesperados de quien había quedado atrapado en la vieja mansión. Ese alguien dio aviso a la policía y los tres hombres por fin pudieron salir de ella.
Una patrulla con las siglas “DIPA” se llevó a Lalo mientras los otros dos volvían a sus rutinas. Pero ninguno de ellos, en el tiempo que habían permanecido encerrados, se iba a olvidar de la promesa.
Derrotar a Alvarenga y preservar el secreto de “DIPA” cuyas siglas significan “División de Investigación Paranormal Activa”. Nadie iba a olvidar lo sucedido allí. ¡Nunca!

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Raziel_Saehara

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MensajeTema: Re: Noche de Soledad version 2.   Noche de Soledad version 2. I_icon_minitimeLun Oct 22, 2012 7:14 pm

Capítulo VII: Viejos amigos.

Lalo, que ahora tenía 28 años y era comisario mayor en la policía federal, apretó la lapicera con fuerza. Sabía que las noticias eran malas pero no tanto.
Rafael terminó de hablar y ambos cruzaron miradas nerviosas.
-Entonces, ¿Alvarenga está usando a alguien para sus planes?... No lo puedo creer… se veía tan poderoso aquella noche… ¿Por qué usaría a otros si es tan poderoso?
-Alguien le está haciendo perder su poder…
-¿Hay alguien más poderoso que él?... ¿Eso es lo que sugerís? -Preguntó Lalo levantando el tubo del teléfono- Tengo que llamar a DIPA… esto necesitan saberlo… -Rafael le cortó él teléfono- ¿Qué hacés?
-¿No es lógico? Esa cosa mató a mi padre, destruyó una de mis más valoradas iglesias y me hizo tocar ese líquido repugnante del cual salió. No creo que ellos necesiten saber de esto… antes hay que estar seguros…

Américo despertó muy temprano ese día, no recordaba lo que había sucedido aquella noche. Solo sabía que había tenido un sueño y después… nada, solo eso, nada de nada.
Le pidió a su mujer que le explicara a donde había ido aquella noche.
-No lo sé amor, no me dijiste adonde ibas -dijo ella mientras se cambiaba- solo te fuiste, sin decir nada… a por cierto, lo único que pude leer en tu expresión cuando saliste, era que estabas furioso, furioso con vos mismo pienso yo, aunque no sé porque.
Su mujer, ya de cuatro meses de embarazo, salió de la casa en su auto.
-Pienso que está más gorda, ¿vos no? -Escuchó en la distancia, como si algo le hablara. -Jajaja muy gracioso… Vamos a trabajar – se dijo Américo para si mismo.
Entró al baño a peinarse el pelo, abrió el botiquín, sacó sus pastillas para la diabetes, tomó una y la volvió a guardar. Cerró la puerta del botiquín y se miró en el espejo.
-Hoy estoy particularmente lindo -pero la imagen mostraba otra cosa, una sombra oscura, de ojos violetas y un cuerpo invadido por las llamas oscuras del infierno- Sí, hacer de cuenta que olvidé todo lo sucedido esa noche sería un pecado… pero no le puedo decir a mí mujer lo que le espera a nuestro hijo… a nuestro Adán… ¡No, No podemos! ¡Mírame! ¡Mira lo que soy ahora!

-Es hora de iniciarse mis dos amados hijos: Américo y Mauricio… debemos compartir nuestros dones -dijo Alvarenga mientras alzaba una daga ceremonial sobre la cabeza de Américo- Tus dones Américo son la paciencia, la humildad y la inteligencia… ¿Estás listo para cambiar?
-Sí, señor…
Al punto en que Américo termino de decir esas palabras, la daga cayó sobre su cuello inclinado.
-¡Ahora Adán! -Gritó Alvarenga-.
Una sombra especialmente oscura succionó la sangre desde el punto del cuello en el que estaba atravesado, sacó toda la sangre he hizo una esfera con ella.
Una vez formada la esfera que contenía el alma de Américo, o sea su sangre, se introdujo así mismo en ella y volvió esta negra.
La esfera de sangre oscura giró por unos momentos y, a una orden de Alvarenga, entró de nuevo en el cuerpo inerte de Américo. Cuando terminó de entrar la última gota de sangre, la herida en el cuello se cerró y la daga salió de ella.
-¿Cómo te sentís Américo? -Dijo Alvarenga poniéndole una mano en el hombro.
-Algo mareado, pero fuerte como nunca me había sentido -Se miró los puños, los cerró y los abrió repetidas veces hasta que se acostumbró a esa nueva sensación, la sensación de compartir el cuerpo con alguien.
Alvarenga repitió el proceso una vez más pero esta vez lo hizo con Mauricio.
-Padre, ¿Qué hacemos con ese? –Preguntó Américo señalando a Maxi que se encontraba desmayado en un rincón.
-Ese es mío –dijo Enrique y puso una mano desnuda sobre él, una sombra salió de su mano e invadió su cerebro sacándole todo tipo de información a Maxi.
De esa manera se enteró que Maxi era un ex ladrón devenido en agente encubierto de la policía.
Enrique sacó su mano de la cabeza de Maxi.
-No va a recordar nada de esto, pero yo sí, y eso es inevitable… ¿Piensan que pueden detenerme?
-¿Hay alguien que quiera detenerte padre? –Inquirió Mauricio- ¿Quién? ¡Dínoslo!
-Es una vieja historia… Mi hermano, cuyo nombre e olvidado, me mantuvo encerrado en una celda debajo de la mansión Alvarenga... él me golpeaba por que decía que estaba endemoniado porque no podía caminar, siempre he estado en sillas de ruedas… pero un día, un ángel me visitó y me dio el poder de caminar, pero a cambio debía roer los huesos de mi hermano…
-¿Roer?
-Sí, comerlos, devorarlos, pero solo los huesos… así que tomé una espada de mi familia y abrí a mi hermano a la mitad, lo limpié, le saqué todos los huesos y me los comí… de esa manera muté y me convertí en lo que soy ahora… Enrique Martín Alvarenga… pero, como les decía, sí hay alguien que quiere detenerme… mi hijo verdadero, el hijo del cual se apropió mi hermano, él se llama Rafael…
-¿Y que pasó con tu esposa? –Le preguntó Américo-.
-Era la esposa de mi hermano, él me la entregó para que la fecundara ya que él no podía tener hijos, tal vez hubiese estado mejor sin tener a aquel bastardo… En fin, mañana irán a la morgue y me traerán cuerpos, cuerpos a los cuales les darán una parte de su vida y de esa manera los traerán a mí nueva iglesia, donde las cenizas de mi padre descansan en paz. Ahora vayan, yo me encargaré de esto.

Después de eso, Américo no supo que fue de la vida de Maxi, tal vez hubiera muerto… ¿Quién sabe? De todos modos no importaba, su padre se ocuparía de él.
Tomó las llaves del auto y salió a la calle. Un hombre venía caminando hacia él, abrazado a su novia. Américo no le dio importancia. Muchas parejas pasaban por ahí a esa hora. Aquel hombre se detuvo y lo miró.
-¿Américo?...
Él se dio vuelta y vio al tipo, petiso, gordito y de pelo largo, sonriéndole. No recordaba conocerlo.
-Disculpá, ¿nos conocemos de algún lado?
-Sí, dudaba si te ibas a acordar de mí… en aquella época tenía el pelo corto y me faltaba un diente.
-¿En aquella época? ¿Hace mucho que no nos vemos?
-Desde primaría… en la escuela número 42…
-Pero, no te reconozco -lo miró de arriba abajo y asoció a sus compañeros de curso con aquel muchacho hasta que dio en el clavo- ¡Mario Nicrosio!
-¡Ah! ¡Viste que te acordaste! -Mario miró la casa y emitió un silbido de asombro- ¡Vos sí que te salvaste! Yo apenas puedo con mi sueldo… está bien que soy el dueño ¿no?...
-¿En que andas trabajando Mario?
-Compré una concesión de un local de comidas rápidas, esos Mac… ¿Y vos en que andás Doctor?
-Psiquiatra para ser exactos… Estudio las relaciones entre los individuos y el medio en el cual se desarrollan.
-Siempre dije que ibas a ser un profesional -Américo se sonrojó ante el comentario-.
-Ando corto de tiempo, mañana es mi cumpleaños por que no te venís con ¿tu novia…?
- Ella es Lucila, estamos saliendo hace poco, yo sigo viviendo en Loma Hermosa pero ella es de por acá dos cuadras.
-Un gusto Lucila, debo irme, el tiempo apremia, sobre todo cuando sos el dueño… Tengo una idea, invita a mi cumpleaños a todos nuestros ex compañeros con los que sigas teniendo contacto…
-Pero son solo tres, Horacio Vera, Iván Sánchez y Miguel Contreras…
-Invítalos, los voy a agasajar como nunca antes lo hice en mi vida, posta… Nos vemos mañana.
Américo arrancó el coche y sacó el celular. Oprimió el llamado por vos y el teléfono marcó automáticamente el número de Mauricio.
-Mauricio, hermano, grandes noticias… me acabo de cruzar con Mario Nicrosio… sí, el gordito… con motivo de mi cumpleaños, que es mañana, lo invité a él y a tres de nuestros ex compañeros de primaria… Sí, Vera, Contreras y Sánchez… No, Andrea no… sí, Iván… vos también estás invitado… ¿Lo de esta noche? Sí, por supuesto, nos encontramos en las vías del tren que están ahí cerca. Abrazo.
-Tu primer trabajo, no me falles… -escuchó decir a la sombra de Adán que reside en su interior- por cierto, desde ahora llamáme Myu.
-Está bien Myu…

Mauricio cortó el teléfono por el cual segundos antes había hablado con Américo. Lo apoyó sobre la mesa y vio entrar a la mucama acompañada de su hijo Facundo.
-¿Qué haces acá? No estabas con tu madre… ¡No me digas que le pasó algo a ella!
-No, no paso nada… simplemente quería venir a visitarte…
Mauricio lo miró a los ojos mediante una mirada interrogante. El niño, instintivamente, bajó la cabeza.
Mentía. Su hijo le estaba mintiendo. ¿Por qué? Acaso…
-¿Por qué mentís hijo? ¿Tú madre te obliga?
-No se lo digas a ella –sollozó el niño- mamá me quiere llevar lejos, no me dijo a dónde, pero sé que no es en este país –siguió largando el niño- No se lo digas a mamá…
-Quédate tranquilo… Yo hablaré con tu madre, sin delatarte –añadió al ver la expresión de terror del niño- debes confiar en mí.
-Pero…
-Amanda, llevá al niño al cuarto de juegos, yo voy a salir –agregó mientras agarraba las llaves del auto que estaban sobre la mesa- voy a volver y nos vamos a divertir juntos… como padre e hijo que somos… Es una promesa.
Abrió la puerta y salió a la calle.
-¿Qué vas a hacerle a la madre de tu hijo? –preguntó la sombra que reside dentro de él- ¿Matarla?
-No, solo la voy a convencer de que no se vaya… y todo con tu ayuda, Por cierto, ¿Cuál es tu nombre sombra?
-Adriano –dijo la sombra- llamáme Adriano.
-Está bien… préstame tu ayuda Adriano.
-Estoy listo.
Mauricio suspiró, entró al coche y este desapareció enrollándose como si fuera un viejo pergamino.

Claudia estaba manteniendo relaciones sexuales con su novio. Para ella no había nada mejor que el cuerpo transpirado de ambos. En aquel momento estaban llegando al clímax cuando escucharon ruidos en la parte de debajo de la casa.
-Amor, hay alguien abajo.
-Sí, estas vos abajo mío…
-Eso ya lo sé… me refiero a que hay alguien en el living.
-Debe ser uno de tus gatos comiendo una de esas basuras que vos le das de comer.
Los dos siguieron haciendo lo suyo mientras los ruidos aumentaban en intensidad.
El hombre miró a su mujer y se dio cuenta de que algo le estaba pasando.
-¿Qué pasa amor? Te noto preocupada… ¿Es por el ruido no?
Se detuvieron. Él salió de adentro de ella. Tomó su ropa, que estaba tirada en el suelo, y se cambió.
-Espero que no sea una pavada… Sí es uno de tus gatos lo mató –Abrió el cajón de la mesita de luz y sacó un revolver Smith & Benson .22 corto-.
Bajó las escaleras lentamente. A cada paso que daba tenía la impresión de que algo malo iba a pasar. Se le secaba la boca y la transpiración no lo dejaba caminar en paz. Estaba casi desnudo, solo vestido con un calzoncillo Slip Boxer de esos que se usan para camuflar una erección. Estaba excitado, no lo suficiente como para que se le notara algún bulto, pero excitado al fin y al cabo.
Llegó al pie de la escalera. Quiso encender la luz del living. Palpó el interruptor, lo tocó y lo apretó. La luz se encendió.
El cuarto de Living tenía dos sillones de tela Persa y un Diván de esa misma tela centrado todo ello en los laterales y el medio respectivamente. Allí, frente al Diván, y a tan solo un metro de distancia, se encontraba el televisor de 42 pulgadas marca Zongy, y también…
-¡Hola! -Dijo un hombre sonriente que revisaba la heladera en busca de algo para comer- disculpa el desorden, es que hoy no he comido nada -El hombre seguía sonriendo como si nada ocurriese allí, como si todo aquello fuera normal- ¿Estás con Claudia verdad?
El hombre no pudo más que sorprenderse.
-¿conoces a Claudia?
-Claro que la conozco… De hecho fue mi esposa antes de ser la tuya -el cirujano no sabía como reaccionar ante esas palabras- ¿Miguel era tu nombre verdad?
-Así es, ¿Qué querés acá?
Mauricio ladeo la cabeza hacia un costado y su mirada anteriormente pacífica se volvió violeta.
Mauricio tomó un pedazo de hierro que había traído consigo y lo puso en el suelo. Miguel lo miró extrañado y asustado.
-¿Qué te propones hacerme? -Sacó el arma y la apuntó al intruso- ¡Estoy armado!
-¡Estoy armado! -Se burló Mauricio- Lo que pretendo es esto.
Mauricio paso sus manos por sobre el hierro del suelo y este se volvió liquido.
-¡¿Qué es eso?!
-Esto es un alma de acero, tómala… -Mauricio le tiró el metal líquido a Miguel, este entro por la boca y la nariz, lo cubrió todo por dentro.
Miguel se puso de rodillas tratando de aguantar el nuevo peso que eso significaba para su cuerpo.
-No…tendrás… a mí… esposa -Levantó el arma con todas sus fuerzas y disparó, no dio en el blanco-.
Pronto el metal lo cubrió y lo convirtió en acero. Todo su cuerpo había sido remplazado por aquel metal, sus ojos era lo único que tal vez hubiera permanecido humano.

Claudia se había escondido dentro del baño y había cerrado las cortinas de la ducha. Tenía miedo. Cuando escuchó el tiro, llamó inmediatamente a la policía. Estaban a dos cuadras de su casa. ¿Por qué tardarían tanto? Con cada segundo que pasaba se aterraba un poco más. Se preguntó si su marido habría ganado la pelea con el ladrón. Rezaba para sus adentros que nada malo le hubiese pasado a Miguel. Tenían tantos sueños juntos. Vacaciones, la casa propia para ellos y sus hijos… todo lo que tal vez Mauricio le podría haber dado. Mauricio no era mal tipo, solo que no sabía expresar lo que sentía. Tal vez si hubieran seguido juntos, y ella hubiera dejado de fumar, ahora no estaría pasando toda aquella situación.
-Amor, ¿Dónde estás? -escuchó decir en el cuarto contiguo- ¡Claudia!
Era la voz de Miguel, su acento cordobés era inconfundible.
-Estoy en la ducha amor, llamé a la policía, seguro que en unos momentos están acá. ¿Qué fue ese tiro que se escuchó?
La cortina de la ducha se abrió y en lugar de Miguel estaba Mauricio. El asombro y el terror volvieron a Claudia. ¿Qué hacía aquel hombre en su casa? Ella jamás le había dado la dirección. ¿Habría sido facundo?
-¿Cómo llegaste hasta acá? ¿Quién te dio mi dirección? ¿Dónde está Miguel?
-¡Por acá no lo veo! ¿Vos Adriano?
-Yo tampoco lo veo…
La vos de Adriano se escuchaba igual que la de Miguel.
-¿De donde salió esa voz?
-Eso es un secreto… Que ahora vas a conocer.

Segundos después, llegaron cuatro patrullas. Dos policías van por el frente y dos por atrás, el resto se queda esperando ordenes. Uno de los policías que iban al frente golpea la puerta. Nadie contesta. Se escucha la música baja. Música lenta y para un momento de tranquilidad.
Giran el pomo de la puerta y ven que está entre abierta. Los dos que entran por adelante se encuentran con los dos que entraban por atrás.
-Vamos arriba -dijo el líder de ellos- No parece haber signos de pelea.
-Esa estatua da miedo -dijo uno de los policías refiriéndose a la estatua de metal fundido de un hombre y su arma- ¡Que estatua más real!
-No estamos aquí para contemplar el arte, síganme…
Los polis subieron al primer piso y revisaron todo. Había una nota y está decía:
“Miguel: me voy. Decidí volver con mi ex marido. Nuestra pelea de esta mañana me hizo ver lo mucho que lo extrañaba. Si esto te lastima, te pido disculpas y pido a Dios que me perdone. Lo siento. Con cariño, Claudia”
-Creo que estamos ante un caso de abandono de hogar, indaguen a los vecinos, alguien tiene que haberla visto salir de acá o haber escuchado algo. Busquen.
Los policías rastrearon la zona y no lograron dar ni con Miguel ni con su ex esposa.

Facundo lloraba emocionado. Lo que tanto le había pedido a Dios, que sus padres volvieran a estar juntos, ahora era realidad. No le importaba que su madre hubiese cambiado de opinión ni que tuviera la mirada perdida. Eso era lo que él quería y punto.
-Hijo, ahora que estamos juntos, te prometo que te voy a llevar al cine todos los fines de semana.
Amanda también estaba feliz… todo era en la casa igual que antes. La señora Claudia y ella compinches en la cocina. Ambas eran muy amigas. Pero… ¿No se iba a ir de viaje a Brasil? Ella se lo había dicho así la semana pasada. Cuando estuvieron solas -el señor se fue a trabajar y Facundo a jugar con su consola de video juegos de última generación- la encaró.
-Señora, ¿está usted bien? La noto rara.
-¿Rara? ¿Yo?
-Disculpe mi insistencia, pero hace una semana me dijo que se iba a vivir a Brasil y que se llevaba al niño con usted.
-Es verdad, eso dije… pero me di cuenta de que mi verdadero amor era Mauricio y no Miguel… él es el padre de mi hijo, si alguna vez estuve enamorada de él, ese sentimiento ha vuelto -dijo arrastrando las palabras y tomando entre sus manos una taza de café caliente- ¿Me entendés no?
Claudia giró en redondo y se sentó.
-Siempre amé a Mauricio, siempre…
-Eso no lo dudo -sentenció Amanda- Tengo una curiosidad… ¿Dónde está su ex novio? ¿Lo abandonó?
-Yo no lo abandone… él me abandonó, él me dejó sola… ¡Voy a ver a mi hijo! -Se puso en pie y fue a la escalera- ¡Amanda! ¡Gracias por preocuparte!
Amanda solo sonrío y no dijo más nada. Ella era feliz mientras su señora lo fuera.

Rafael tenía un don especial. Siempre con su barba candado y esos anteojos de sol que le ayudaban a ocultar el color de sus ojos y su otro problema… Un problema que nadie sabía, excepto sus más cercanos. Su padre también tenía aquel problema. Los ojos del Basilisco eran un problema. Si alguien, fuera quien fuese, le mirara directamente a los ojos durante un minuto… ¡Moriría!
Ahora se dirigía al meollo del asunto. El edificio donde vivía uno de los espías de DIPA. Según su contacto, este se llamaba Maximiliano Guarino. Había sido un ladrón hasta hace poco tiempo. Según sus datos, él vivía en la casa que ahora tenía enfrente. En uno de los pisos, pero no recordaba cual… Toco uno de los timbres al azar.
-¿Sí?
-Disculpe la molestia, ¿Aquí vive el señor Maximiliano Guarino?
-Sí, soy yo…
-Miré, vengo de parte de la agencia –y en voz mas baja agregó- estoy enterado de su misión…
El timbre sonó dentro del edificio, Rafael abrió la puerta y penetró en el cuarto de espera.
Había un pasillo allí, un corredor, con una puerta en uno de sus costados. Esperó para ver si el oficial de DIPA bajaba, pero no lo hizo así que subió él. Una puerta se abrió en el entre piso de arriba y una chica salió.
-Por acá, ¡suba! –Le gritó la chica asomada a la baranda- ¡Venga! ¡Apúrese!
El oficial percibió que algo malo estaba pasando allí arriba. No era un “venga” normal, era un “Venga” de apurarse.
La chica le señalo la habitación que se había abierto delante de él.
-Entre…
El oficial entró.
-Rafael, que bueno verlo, supongo que tendrá una orden de cateo para haber entrado acá…
El oficial había quedado atónito. Era uno de sus superiores quien le hablaba… El oficial Damián González estaba ahí sentado cómodamente en una de las sillas.
-Era un chiste Rafael –bromeó González- podés pasar…
-¡Ey! ¡Se supone que es mi casa! –Bromeó Guarino.
-No olvides quien te da de comer, gatito –lo amonestó el oficial- Nunca muerdas la mano del que te da de comer.
-Sí, sí, sí, ya entendí, voy a buscar café…
Unos instantes después los tres estaban a la mesa bebiendo sus cafés.
-Maxi, ¿Qué has averiguado?
-Bien, este es mi informe… El sujeto a investigar se llama Mauricio Justino Ghomikian, tiene treinta y cinco años, cumple los treinta y seis el nueve de Agosto. Tiene un hijo de nombre Facundo, y es separado. No tuvo novia en un largo tiempo pero… pagó por sexo. Actualmente su ex mujer está conviviendo con un prestigioso Cirujano del hospital ínter zonal de Buenos Aires llamado Miguel Asturias. La mucama de origen Paraguaya ayuda en la casa junto con el chofer. Ella se llama Amanda y él se llama Ricardo.
-Muy bien, averigua más cosas sobre él. Quiero saber que hace él en todo el día.
-¿Por qué a él? –Quiso saber Maxi-
-Es un tipo con antecedentes penales –habló Damián, sacó una carpeta y la abrió- este tipo podría matarlos ahora mismo si quisiera… créanme es peligroso.
-¿y porque no lo detenemos? –Se atrevió a consultar Maxi-
-No es tan fácil. Los policías no podemos entrar a una casa por la fuerza, necesitamos una orden de allanamiento –comentó Rafael-.
-¿Y por qué no ponen micrófonos en la casa?
Todos se dieron vuelta para mirar a quien había dicho esas palabras.
Julieta estaba parada en el umbral de la puerta. Miró a los tres hombres como si se tratara de moscas.
-si se fijan hay espacios en blanco en toda la estructura… desde el primer piso hasta el último-dijo la chica desenrollando un mapa del territorio-
-No se preocupen, es mi estúpida hermana –dijo Maxi casi en una disculpa- ¿en que estas pensando?
-No, déjala… expón tu plan –dijo Damián- yo soy el que dirige este ataque.
-bien, verán, en una de mis incursiones a la azotea y siendo que me gusta filmar… filme esto en mi celular.
La chica puso su celular sobre la mesa y todos pudieron ver a que se refería.
En él se veía a tres personas, uno de ellos era Alvarenga. Los otros dos eran las victimas. Estaban teniendo una conversación.
-Muy pronto hijos será la hora –decía Alvarenga- él despertará. Y juntos, los tres seremos reyes de este insignificante mundo y de los que viven en él –al decir estas palabras cerró con fuerza el puño derecho.
-Sí padre –dijeron ambos al unísono- ¿Cuál es el siguiente objetivo?
-El siguiente objetivo está en la fiesta dentro de dos noches, espero que no se tiren para atrás –dijo Alvarenga- Esa noche será clave.
-Entiendo –dijo uno de los hombres, barbilla cuadrada, bien afeitada y de mirada apacible- será esa noche.
-Y ahí es donde ellos se van –comentó la chica- eso es todo… ahora si me disculpan, tengo cosas que hacer.
Enrolló el mapa y se fue.
-Bien sabemos que hay una fiesta… pero… ¿de que va la fiesta? –Se preguntó Damián- bien investiguen al tipo alto yo voy a la computadora de la seccional, tenemos que detener a este tipo… ¡Ahora o nunca!

Rafael decidió hacer una parada. Estaba investigando la desaparición del cadáver de Alejandra Iorii. Fue hasta la morgue y entró por uno de los corredores que se usaban para llevar las emergencias al quirófano. Cruzó la guardia del hospital por dentro y llegó a la morgue.
Allí había un guardia, al ver que alguien se acercaba el tipo se puso rígido en postura militar.
-Javier, ¿ha entrado alguien?
-No, solo estoy yo y el tipo que disecciona a los muertos.
-Javier, abrí…
-Sí, señor.
El tipo transpiraba como loco.
-¿Te pasa algo Javier? Estás transpirando demasiado.
-No, es solo que hace mucho calor –dijo el guardia sacando un pañuelo de tela y secándose la transpiración.
El guardia puso su tarjeta de identificación que lo autorizaba a entrar en aquel lugar.
Lila sintió algo raro al entrar en aquel lugar. Se supone que la morgue esta llena de cadáveres. Pero en todos los nichos donde debería haber gente muerta, estaban abiertos. El forense estaba desmayado allí, en uno de los nichos. Lila llamó al guardia y le informó lo sucedido.
-Busca si lo deseas –le dijo al guardia- pero no encontrarás nada, llegamos tarde… de nuevo.
Lila partió sin destino fijo, como en los viejos tiempos.
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Raziel_Saehara

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MensajeTema: Re: Noche de Soledad version 2.   Noche de Soledad version 2. I_icon_minitimeLun Oct 22, 2012 7:16 pm

Capitulo VIII: La fiesta de cumpleaños
Ghomikian y el doctor Díaz se encontraron en una plaza detrás de las vías abandonadas del ferrocarril Lanzone. No había un alma en todo el lugar. Nadie los miraba.
-¿Estás listo hermano? –Le preguntó Mauricio mirando alrededor- Yo ya mandé una sombra de Adán a que durmiera al forense.
-Como siempre… un paso adelante –concedió Américo- ¡Vamos!
Ambos dos desaparecieron enrollándose y desapareciendo. Reaparecieron al cabo de un cuarto de hora acompañados de un montón de personas: niños, jóvenes, viejos y hasta algunos que les faltaban partes y se arrastraban por no poder caminar.
Desaparecieron todos ellos y aparecieron dentro de la iglesia en la que habían sido cremadas Iorii y Baccaro
Frente al altar y con un báculo dorado en sus manos, Alvarenga dio un grito de victoria… luego el silencio… y, de repente… fuego salió del altar y consumió lentamente a todos aquellos muertos.
La iglesia se iluminó de un anaranjado casi dorado por el llameante fuego. Américo y Mauricio se alejaron del fuego y se situaron uno a cada lado de Enrique.
Mauricio no había visto lo que le había pasado a Alejandra y a Jazmín. ¿Él realmente deseaba la muerte de todos sus compañeros? ¿No habría bastado con una disculpa?
-No –escuchó que le decía la sombra desde adentro- nadie merece ser perdonado, ellos no se arrepienten de nada…
Es verdad, no se podía permitir dudar… ellos tenían que pagar.
-Vamos, tenemos una fiesta que festejar –le dijo Mauricio a Américo.
-sí, vamos…

El polvo en que se habían convertido los cadáveres daría una mala impresión a quién entrara allí.
“Hambre, mucha hambre… necesito mi alimento… Dámelo Alvarenga”
Enrique temblaba de arriba a abajo… ¿Acaso era miedo lo que sentía?
-Sí amo, tómalo todo –abrió la tapa de un cajón que hacía las veces de altar y una mano apareció, era blanca y huesuda y no presentaba buen aspecto.
La mano se abrió, mostrando así unos carcomidos dedos, y de ella un viento profundo y seco como salido del infierno salió. El viento se arremolinaba y levantaba aquel polvo cadavérico que de a poco fue entrando en el altar.
-¡Ah! Vidas, amo el sabor de ellas…
Enrique había olvidado lo que era estar delante de su padre… por su puesto no era su padre real, aquel no podía ser su padre… pero gracias a él se había salvado de esa molesta silla de ruedas.

-¡Maldito! ¡Siempre fuiste el preferido de mamá y papá! –Le decía el padre de Rafael a su hermano- pero ya no más, desde ahora vivirás en este sótano oscuro… ¡Papá y Mamá están muertos!
Dejándome solo en aquella profunda oscuridad pude darme cuenta de que todos mis sueños de infancia ya no servían… era hora de cambiar. Recé y recé a algún Dios, al que fuera a sacarme de allí le estaría agradecido de por vida… pasaron diez años en los que me alimentaba de lo que podía: ratas, cucarachas, hormigas (estas no llenaban demasiado) y cualquier otra alimaña que estuviera por allí.
Un día, en uno de mis rezos nocturnos, vi en la oscuridad de aquella sala un cajón mortuorio. Nunca lo había visto y calculo que era parte de una de las respuestas a mis rezos.
-Alvarenga sácame de acá… estoy débil… ¡No, no debo abandonar ahora!
-Pero… no puedo caminar… soy un inútil… ¿Cómo esperas que te ayude?...
-Déjame que te ayude hijo... ves el papel que cubre este cajón… debes retirarlo… retíralo y te ayudaré a salir de acá abajo…
Hice tal como me ordenó. A pesar de que allí no había luz yo veía perfectamente. Mis ojos estaban acostumbrados a ver en la oscuridad. Retiré aquel papel con el cual estaba sellado en aquel oscuro cajón.
-¡Ah! Gracias, ¿Cuál es tú nombre?
-¿Mi… nombre? No lo sé, no lo recuerdo…
-¿No tienes uno? ¿Cómo te gustaría llamarte?
-No lo sé… ¿puedes ayudarme o no?
Una mano blanca y majestuosa salió del cajón, y un rayo blanco que iluminó todo el lugar me pegó de lleno… ¡Y renací! ¡Pude ponerme de pie nuevamente!
Pero en aquel momento no sentía alegría, sentía odio... me impuse autocontrol para no salir de ahí como loco y matar a mi hermano.
-¡Tranquilo! ¡Espera tu momento! –Me dijo el ser del cajón- Todo llega… solo espera…
Espere y escuché a mi hermano decirle a alguien:
-El incidente de la iglesia salió en todos los diarios, si mi hijo está allí, llámalo… Adiós.
¿Su hijo? ¡Era mi hijo con su esposa! ¡Y él me había obligado a engendrarlo!
-¿Qué pasa allí abajo?
Mi hermano, después de mucho tiempo, volvía a abrir la puerta de mi claustro.
-¡Ahora devóralo! ¡Vamos devóralo! –fue la orden de aquel ser.
Me pare de mi silla de ruedas con el corazón muy acelerado y ataqué a mi hermano. Mi hermano se defendió como pudo, pero no logró hacerme caer. Peleamos duro, nos dimos una polvorienta paliza. Mi mano, ahora más pesada que antes, cayó una y otra vez en la cabeza de él, hasta que por fin logré abatirlo. Mi aspecto era fiero y bestial. Lo noté al ver el rostro de pánico de mi hermano allí tendido.
-Devóralo, devóralo, devóralo, devóralo…
Y ahí entendí… si quería mostrarme al mundo tal cual era tendría que ser como mi hermano o mejor dicho tener “cerca” mío a mi hermano. Con todas mis fuerzas, tomé un impulsó y arranque las partes del cuerpo de mi hermano devorándolas una a una. No debía dejar nada de él. Lo devoré todo.

Yo pedí está manifestación de su poder divino, no podía ahora cancelar todo solo por miedo… miedo a que el ser que descansa dentro del altar sea más fuerte que yo. ¡No!

La fiesta había empezado en buenas condiciones. Cecilia, ya con una pancita importante, servía a los invitados. Estaban allí, entre otros, los cuatro compañeros de colegio de Américo y Mauricio. Este último debía reprimir un impulso de matarlos, cortarles los cuellos, sacarles los ojos… ¡Nada de eso podía hacerles!
-¿Pasa algo Mauricio? –El que le dirigía ahora la palabra era Horacio Vera-
Vera tenía, como los otros cuatro compañeros, un hábito desagradable… Fumaba.
-No, nada, estaba pensando…
-¿Pensando? ¿Estás seguro? ¿No es mucho trabajo eso para vos?
Los amigos, que habían escuchado la respuesta de Vera, se rieron a carcajadas.
-No, fue un chiste, no lo tomes a mal…
-No pasa nada –lo tranquilizó Mauricio- siempre les gusto bromearme, desde que estábamos en primaria… ¿Por qué iba eso a cambiar ahora? ¿Más champagne?
-Sí, por favor…
Mauricio estaba trabajando psicológicamente a sus cuatro enemigos. Y lo estaba haciendo muy bien.
-Che, Vera, no nos dijiste a que te dedicaste en todo este tiempo –dijo el doctor Díaz dando un trago largo a su gaseosa-.
-Puse un prostíbulo VIP cerca del río… Es una zona maravillosa, los muchachos que salen a la mar y vuelven a los días, vienen desesperados para poder tener sexo… y del mejor –dicho esto, extendió su mano e hizo un brindis consigo mismo, luego bebió de su vaso hasta dejarlo vacío- Voy a buscar algo para comer…
Dicho esto, desapareció entre la multitud que bailaba en el salón de fiestas.
-¿Qué les parece el trabajo de este? –dijo Iván Sánchez- Conociéndolo como lo conocemos debe tener un harén de chicas lindas y exóticas.
-Cambiemos de tema, la prostitución no es un tema que me guste –dijo Mauricio, y todos se echaron a reír- ¡Es verdad! –Replicó algo furioso y enojado-.
-¿No me vas a decir que nunca pagaste por sexo? –Exclamó entre risas el gordo Marito-
-Eso –Replicó el flaco Miguel Contreras- Vos siempre anduviste atrás de Pamela, ¿En que quedó eso?
-En nada, me enteré de que ella se ganó la lotería… diez millones de pesos…
-Bueno, con respecto a Pamela… acá está –dijo Vera a sus espaldas-.
Mauricio se dio vuelta y vio, al lado de Vera, a una chica rubia y de ojos celestes. Llevaba un vestido celeste largo hasta las rodillas y un sombrero de paja decorado con unas rosas rojas las cuales eran cruzadas por una cinta gruesa Celeste.
-Como Américo nos dijo que invitáramos a cuantos compañeros de curso encontremos, y yo justo la encontré por el centro de la ciudad de compras con una amiga –aclaró Vera- bueno chicos, creó que nos vamos a ayudar en la cocina…
Sus compañeros se fueron a dar una mano en la cocina. Cuando los dejaron solos, Mauricio comenzó a caminar alejándose de la gente y del bochinche de la música. Pamela lo siguió callada. Había algo que no era normal en aquel hombre. Lo miró de arriba abajo y pensó que ese porte caballeroso era digno de él.
Llegaron a la puerta del salón, él la invitó a salir y la secundó inmediatamente.
Mauricio la miró caminar delante de él, era un sueño hecho realidad. El corazón le latía con fuerza.
-Mauricio –fue Pamela la que rompió el silencio- ¿Qué me hace tan especial en tu vida?
La pregunta lo sorprendió un poco, pero tenía la respuesta preparada desde hacia mucho tiempo.
-Nunca fui feliz y vos sos lo que más se parece a eso –Pamela estuvo a punto de decir algo pero optó por callarse y escuchar- Se que parece algo confuso y tal vez hasta podrías pensar que yo te impondría estar conmigo para lograr esa felicidad, pero desde aquella vez que me pediste el walkman en el colegio empecé a mirarte con otros ojos, ni como amigo ni como enemigo sino como el amor del cual jamás me olvidaría aunque pasaran los años, y mi objetivo en la vida fue este momento, ya no tengo motivos para seguir vivo.
Dicho esto Mauricio dejó sola a Pamela y volvió a la fiesta. Aunque aún le latía con fuerza el corazón decidió no abandonar la misión.
Américo se encontraba con su esposa y sus amigos, pero al ver llegar a Mauricio salió a su encuentro.
-¿Qué pasa que traes esa cara? –Le preguntó Américo-.
-Es hora de terminar esta fiesta, acompáñame al baño –Dijo Mauricio serio- y de vengarnos… ¡Ahora!

Pamela se había sentado en el cordón de la vereda a pensar. ¿Qué había querido decir aquel tipo? Ella entendía que era importante pero no hasta que punto. Una lágrima silenciosa rodó por su mejilla.

-Mauricio, ¿Nos prestas el walkman?
-¿Eh? Ah, sí tomá.
-¿No querés venir a escuchar música con nosotras? Es que necesitamos alguien que nos defienda de los chicos.
-No, gracias… prefiero estar solo que ser tú mulo…
Volví con mis compañeras de curso a un rincón del patio. Yo me mostraba feliz, pero en realidad estaba triste. Yo quería estar con ese chico, me gustaba su forma misteriosa de ser… pero él no me abría su corazón… ¡Yo lo amaba!
Pasaron los años y suprimí ese sentimiento hasta hoy. Nada hubiese ocurrido si él no hubiese aparecido de nuevo, pero apareció y destapó aquel antiguo amor que sentía yo por él. Desdichada de mí… ¿Qué es ese temblor?

Pamela se levantó de la vereda, se secó las lágrimas y vio asombrada como se abría el suelo a sus pies. Trato de correrse pero algo la empujó hacia delante y ella cayó…

Contreras, Nicrosio, Sánchez y Vera corrieron espantados de la fiesta pero el destino fue implacable y fueron empujados por una fuerza sobre natural hacia el abismo del cual no hay regreso; un abismo llamado muerte.

…en otras noticias, en la madrugada de hoy un terremoto sumamente extraño sacudió un salón de fiestas. Al parecer, durante la celebración del cumpleaños del famoso médico Américo Rodolfo Díaz, quien se desempeña laboralmente en la clínica privada del sol como psiquiatra, el terremoto se “trago” literalmente a cinco de los invitados. Las víctimas Miguel Ángel Contreras, Mario Nicolás Nicrosio, Iván Javier Sánchez, Horacio Leonardo Vera y Pamela Andrea Gorosito fueron tragados y desaparecieron en un profundo pozo. Muchos fueron los que los vieron caer en el pozo y morir aplastados cuando escucharon un horrible grito proveniente del fondo. Los investigadores del caso están impresionados de que no hubiese más muertos en el lugar ni que se cayera el techo a alguien encima. Hablamos con el doctor y esto nos dijo:
-Estoy realmente consternado con la muerte de estas cinco personas que fueron compañeros de primaria con los que recién hoy me había re-encontrado, sé que no hay responsables ya que fue un hecho de supra natura que no se pudo controlar. Aprovecho para informarles a los familiares de los fallecidos que no se han podido recuperar los cuerpos ya que los exámenes preliminares muestran que han caído muy en lo profundo del abismo. Yo no entiendo mucho de los aparatos usados por los investigadores pero se está haciendo lo posible por recuperar esos cuerpos, en cuanto se sepa algo más los encargados del asunto lo comunicarán a la prensa, muchas gracias por su tiempo.
-Ese fue el testimonio exclusivo del doctor Díaz…
La noticia seguía sin entrar en demasiadas descripciones. La conductora de aquel noticiero matutino se mostraba firme y decidida en sus comentarios, pero si alguien hubiese visto su alma se hubiera dado cuenta que esta lloraba de tristeza…

…después del programa, Carla Cecilia Costilla –la conductora del matutino- se dirigió a toda prisa a su camarín. Una vez dentro cerró con llave y comenzó a llorar, primero de pie, apoyada contra la puerta, y luego sentada contra la misma puerta. ¿Qué estaba pasando? Primero aparece el cuerpo de Baccaro en la casa de una amiga de Gorosito, luego Iorii sufre un accidente y muere, también Castro se prende fuego en su auto con sus dos hijos y ahora Nicrosio, Vera, Contreras, Sánchez y la mismísima Gorosito habían muerto tragados por la tierra. Algo andaba mal… muy mal.
¿Era la muerte quien los estaba persiguiendo como en la película Destino Final? ¿Por qué los estaba matando? ¿Acaso ellos le habían hecho algo? Y ahora… alguien golpeó la puerta.
-¡Vienen por mí! –Gritó ella, asustada por el sonoro golpe de puño-.
-¡Carla! ¡Carla! ¿Estás ahí? ¡Contestá!
La voz no era de ningún desconocido. Era su novio
Carla abrió la puerta ya un poco más animada. Al abrirla, su novio se precipitó dentro.
-Debemos salir del país, no le avises a nadie, mi familia tenía razón, él volverá –al decir esto rompió en llanto- ¡Maldito seas Yamiel!
-Otra vez con esa historia Fernando… aunque debo darte la razón, algo raro está pasando.
Fernando estaba asustado, de eso no había duda, y sabía más de lo que decía.
Fernando Antonio Karadagián, descendiente de Martín Karadagián, un ex peleador de un programa de lucha libre para chicos en la década del ’70, apenas medía un metro sesenta y siete de altura, tenía el pelo corto color azabache y sus ojos eran color miel. Además, era flaco casi al punto de la desnutrición, pero era por un problema en sus genes. Nada que no se pueda controlar con medicación.
La familia de Fernando tiene una antigua leyenda sobre Yamiel, pero estaba vetado hablar de ello con otras personas que no sean parte de la familia.
Carla empezó a considerar que aquella leyenda acerca del ángel de la furia, Yamiel era verdad.
-¿Podrías explicarme una vez más eso del ángel de la furia? –Le preguntó Carla todavía pensando si eso podría ser real-.
Karadagián comenzó su relato:
“Hace mucho tiempo, en los albores del tiempo, Dios creó el cielo y la tierra y todo lo que habita en ellos. Pero más allá de la tierra, en la dimensión desde la cuál Dios vigila a su mundo en el cual habitan los seres que él ha creado, algo malo estaba a punto de ocurrir. Un ángel, de nombre Rubí, traicionó a su padre y se convirtió así en el Satanás y Diablo.
Pero alguien observaba este hecho con ojos de venganza. Durante años actuó para Dios como su mano derecha y ángel de mayor confianza. No tuvo en cuenta la ley principal de Dios: Él podía leer los corazones de todos los que había creado, incluso ángeles o demonios.
Había llegado el momento celestial de elegir al ángel que sería enviado al cuerpo de la mujer más pura y fiel de la tierra: María de Jerusalén.
Todos los ángeles votaron por su hermano Yamiel, el ángel de la furia sin dudarlo. Incluso el arcángel Miguel votó por Yamiel.
Pero Dios sabía de las intenciones de Yamiel, sabía que él disfrutaba de matar humanos, su corazón era oscuro.
A pesar de la votación, Dios nombró “hijo del hombre” al arcángel Miguel.
Todo en aquella dimensión, de repente, se tornó oscuro ante los sorprendidos ojos de Dios.
Dios, en ese momento, comprendió que había creado un ser demasiado poderoso… tanto como él mismo.
Y Dios vio que eso no era bueno.
Así como Dios crea también destruye y con solo una exhalación de su espíritu quitó la piel del ángel y lo dejó solamente en huesos. Lo había convertido en humano.
Dios lo condenó a vagar en el mundo humano hasta el próximo Armagedón.
Pero Yamiel no aceptó con calma la decisión de Dios. Lo habían ultrajado y manipulado, Dios no entendía lo que era ver a los humanos destruyéndose entre sí.
Se refugió dentro de un ataúd en el húmedo sub-suelo de una casa en Irán. Por suerte Dios no le había quitado todos sus poderes.
Yamiel puso un sello sobre su ataúd y solo aquel hombre que odiara de verás a los humanos podría liberarlo”
-Esa es la leyenda que se cuenta en mi familia de generación en generación –terminó Fernando- Estás muy pensativa…
-Como para no estarlo, ¡nuestros compañeros de primaria están muriendo! ¡Nosotros podríamos ser los siguientes! –Carla había comenzado a ponerse histérica de nuevo- ¡Podríamos morir!
Fernando también había sido compañero de primaria de Carla, y por lógica de todos los que habían muerto y desaparecido hasta ahora.
-Permiso.
Un chico alto de barba candado y anteojos de sol entró en el cuarto. Inmediatamente, Fernando y Carla lo miraron con desconfianza.
-¿Quién sos? Si se me permite la pregunta –inquirió Karadagián, Carla se ocultó detrás de él-.
El extraño se presentó como Rafael Alvarenga y les explico quien era el verdadero enemigo.
-¿Ghomikian y Díaz? –Se dijeron a la vez Fernando y Carla-.
-Sí, parece que él tiene algo en contra de todos sus ex compañeros, hizo un pacto con otro Alvarenga, mi padre, y obtuvo un poder prácticamente omnisciente –Rafael se sentó en una silla que le extendió Fernando- Gracias, como iba diciendo, parece que no van a parar hasta matarlos a todos… ¿Ustedes le hicieron algo a ellos?
-A decir verdad… -comenzó Carla y miró a Fernando que tenía la vista fija en sus manos entrelazadas-… ¡Éramos niños! ¡Apenas estábamos entrando en la infancia! –Carla nuevamente había comenzado a ponerse nerviosa y Rafael lo notó en su voz-.
-Mauricio, de pequeño, no tenía amigos, nadie quería jugar con él, todos lo tomaban de punto, tanto las chicas como los chicos, era nuestro payaso y bufón… pero nunca supuse que su bronca llegaría hasta entrada la madurez –explicaba Fernando- ¿Qué podríamos hacer para que no nos mate?
Rafael pensó durante unos minutos mientras contemplaba a la joven pareja.
-¿Y que me dicen del doctor Díaz? –Inquirió Rafael- ¿Por qué los querría matar?
-Ellos dos eran muy amigos de chicos, Américo era el único que le hablaba como un amigo y lo trataba con cierto cariño de hermano –Comentó Carla-.
El silencio se hizo nuevamente.
-Se me acaba de ocurrir una idea –exclamó Rafael contento y a la vez extasiado- puede sonar descabellado pero…
Y comentó su idea a la pareja de jóvenes.
-Sí, es una gran idea y tal vez funcione –exclamó contento Karadagián- pero… ¿si no funciona?
-Estaríamos todos condenados.
Rafael le ordenó a Carla seguir con su trabajo como si nada sucediera y que nunca se quedara sola.
Mientras tanto, Fernando y Rafael debían poner sus esperanzas en la última posibilidad que había: debían encontrar a todos los compañeros de primaria que quedaban y realizar un último acto de bondad y resarcimiento.




Capítulo IX: unas merecidas vacaciones y un triste final.
¡Ah! ¡Que lindas son las vacaciones! –Exclamó Mauricio contento-.
-¡Es invierno gil! –Le reprochó Américo- ¿Qué estamos haciendo en esta playa?
Estaban ahora en una de las playas de la ciudad de Mar del plata, “la feliz” le decían a esta playa.
El sol brillaba en lo alto de la ciudad pero al ser invierno, no calentaba lo suficiente. Además, Américo le temía a la arena de las playas. Cuando era pequeño, a los dos años, estaba jugando a hacer castillos con la arena en la orilla seca de la playa y una ola lo alcanzó, pero en lugar de arrastrarlo de vuelta hacia el mar lo dejó enterrado cabeza abajo en la arena. Sus padres, siempre atentos, lo socorrieron enseguida y lo sacaron de aquella embarazosa situación. Ese recuerdo vino a la mente de Américo y le pidió a su amigo salir de ahí.
-Tengo que pensar en muchas cosas sabés… No creo estar haciendo las cosas… -iba a decir bien pero luego lo pensó y dijo “Necesito pensar” y se fue a recorrer la playa sin un rumbo fijo.

-Maldito seas Mauricio, otra vez me dejaste solo…
Américo estaba solo en su cuarto del hotel que había alquilado junto a Mauricio. Él estaba pensando en todos a los que su amigo había matado. ¿Era bueno o malo lo que estaban haciendo? De pronto habló Myu, la sombra de Adán que vivía dentro de él.
-Américo, ¿por qué sufrís? ¿Acaso es por el recuerdo de aquella chica? Vas a ser padre, ¿lo olvidaste?
-¿Como podría olvidarlo? Nunca sentí más felicidad que en aquel momento. ¡Voy a ser papá! ¿Se parecerá a mí o a mi mujer? Será alto como yo o bajito como mi mujer.
-Será –Comenzó Myu- una bendición, pero no olvides que has hecho un pacto de sangre con Alvarenga. Has prometido entregar a tu hijo a su cuidado cuando el naciera y mucho no falta.
Era verdad, el juramento de amistad y terror que había hecho aquella vez, estaba a punto de quedar sellado. Faltaban solo dos meses para que llegara la primavera y con ella su hijo. ¿Qué iba a hacer? ¿Iba a entregárselo a Alvarenga y que él le hiciese…? ¿Qué le haría? Aún no lo sabía con seguridad. Lo único que sabía era que Enrique era un hombre despiadado y sin corazón.
-Creo que deberías hablar del tema con Mauricio –dijo Myu- y ver que opinión te da él.
-Pero, ¡él también hizo una promesa de sangre a Enrique!
En ese momento golpearon la puerta.
-¿Quién es?
-Servicio de limpieza…
Américo abrió la puerta y dejó entrar a la chica de la limpieza.
-Necesito que se quede unos minutos fuera, señores… -La chica se quedó pasmada- ¿no hablaba usted con alguien?
-¿Eh? Ah, sí hablaba por el celular.
La chica que había entrado tendría aproximadamente la edad de él.
-¿Puede esperar fuera? –Lo increpó la chica- ¿Qué le pasa? ¿Se siente bien?
Américo se había puesto pálido. Y no era para menos. Quien estaba delante de él vistiendo el traje de empleada de limpieza era…
-¿Débora Aylén Sosa?
-Sí, soy yo… ¿Me conocés?

El Dr. Díaz había bajado a la sala común donde se servían los alimentos. Allí esperaba a Sosa. Ella había sido una de las tantas amigas buenas de su infancia, era muy parecida a su propia esposa. Pelirroja y de ojos verdes, con la diferencia de que no usaba anteojos.
Sosa, en su infancia, era una chica tímida e introvertida, casi como Mauricio. Al igual que él, era una chica dañada al límite por sus ex compañeros.
Ella llegó junto a la mesa vestida con su uniforme de limpieza: un pantalón de Jean sobre una remera larga negra que entraba dentro del pantalón y de donde salía un delantal blanco con pliegues y algunos encajes a los costados.
-Tomá asiento –le solicitó Américo- ¡oh! Lo siento, perdona mi falta de educación –dijo el doctor al darse cuenta de su error: no le había acercado la silla, enseguida se puso en pie y le corrió la silla para que ella se sentara.
Luego de sentarse, el doctor tomó su lugar en la mesa-.
-¿Qué fue de tu vida después del colegio Américo?
-Es una historia larga…
-Tengo dos horas antes de volver al trabajo…
-Pasaron muchas cosas… A causa de una discusión con mi mamá, me fui a vivir al barrio de Palermo en Buenos Aires con mi papá. Comencé a estudiar psicología y administración de remedios psicotrópicos –Américo tenía una sonrisa en su rostro mientras hablaba- terminé el curso a los 21 años y me fui a vivir solo –Américo dejo de sonreír, ella lo miró a los ojos y vio que allí había lágrimas preparándose para salir. Pero Díaz no era tan débil como para llorar delante de su amiga. Siguió con su relato- mi padre enloqueció de tristeza y se mató, se había acostumbrado a vivir con mi presencia en su casa, pero yo no lo soportaba, me controlaba mucho…
-L-lo siento mucho –balbuceó Débora- no sabía…
Américo se paso la manga del brazo por los ojos disimulando la lágrima que había salido involuntariamente de estos. Sosa le sonrió amablemente.
-Américo, siempre fuiste un ser lleno de luz y esperanza para mí… de seguro que también lo fuiste para aquellos que te dieron la vida. Pensá siempre en ellos cuando necesites consejo. Aunque ya no los veas ni les hables, ellos siempre estarán contigo…
Américo quedó sensibilizado por el recuerdo de su padre fallecido y de su madre, a la que no veía desde los 18 años.
-¿Te puedo confesar algo Ame? –Inquirió sonrojándose todo su rostro, no esperó respuesta y continuó- Siempre te admiré como persona. Independiente, seguro y caballeroso. Siempre trataste a las mujeres con amor, sin faltarles el respeto y, sobre todo, dedicándoles una sonrisa… eso siempre me gustó de vos, por eso yo fui tú enamorada secreta durante todos esos años.
Débora corrió la mirada ruborizada. Américo la miró confundido. No sabía que hacer ni que decir.
Américo empezó a sentir un mareo fuerte, un dolor punzante… y un vacío impenetrable… Solo se paró, se puso en pie y cayó redondo al suelo.
Todo había terminado para él. En esa oscuridad pudo sentir una mano amiga que le decía: soy libre padre, ahora se cual es mi destino porque has sentido el amor y has sabido que cometiste un error. Adiós para siempre.

El doctor Díaz despertó en el cuarto de su casa. No había nadie por allí. ¿Acaso ya lo daban por muerto? Algo extraño estaba pasando y todavía no sabía que…
Recordó haber soñado con su hijo. Este se despedía.
Américo bajó a la cocina y vio, para su asombro, un joven de unos 16 años sentado a la mesa leyendo el diario mientras desayunaba. Este era pelirrojo y tenía unos ojos color café muy parecidos a los de Américo.
-Padre, ¿has dormido bien? –Dijo el chico sin mirarlo- siéntate
Américo se sentó y miró fijamente a su supuesto hijo.
-¿Sos mi hijo? –Preguntó él algo sorprendido… su hijo echó a reír- ¿Cómo te llamas?
-Adán Guillermo Díaz es mi nombre, es cierto que aún no he nacido pero incluso desde el vientre de mi madre puedo dominar a mis sombras a voluntad.
-¿Tus sombras? No entiendo, pensé que este era el poder de Alvarenga… Así que por eso se llaman sombras de Adán, ¡Vos sos el asesino!
-¡Ey! Asesino es una palabra muy fea… pero sí, soy el que teje los hilos de la oscuridad y ayudare a mi padre en todo lo que haga falta…
-¿Me ayudaras? ¿A matar?
-Vos no sos mi padre… mi padre es Yamiel, el ángel de la furia… ¿recordás que estás enfermo…?
-¿El síndrome de ultimátum? El médico se había equivocado…
-No, el médico no se equivocó… Yamiel utilizó el mismo sistema que utilizó Dios para enviar al Arcángel Miguel a ser el hijo del hombre, Jesús el cristo…
Américo de pronto cayó en la cuenta. Había cometido un grave error.
-Sos… ¡El anticristo!
Américo fue invadido por un súbito escalofrío. Adán sonrió.
-¿Qué pasa? ¿Tenés miedo?... será mejor que despiertes, algo está por pasar.
-¿Por qué hijo?...
-Yo no soy tu hijo –Adán se puso en pie y se puso cara a cara con Américo.- ¡Soy hijo del odio! –Mostró su mano y vio esta llena de una luz negra y espesa- Ahora vete…
La oscuridad se expandió y todo se volvió negro de nuevo.
-¡Ey! ¿Te pensás despertar?
Esa voz…
-Mauricio –logró decir levemente- hay que detenerlo…
-En ese estado no vas a poder detener a nadie… la curiosidad es más fuerte… ¿A quién querés detener?
El Dr. Díaz observó a su alrededor. Estaba en un hospital, más precisamente en terapia intensiva. Pero no estaba solo… a su alrededor estaban algunas personas: Maximiliano, aquel chico policía-ladrón; el oficial González; el comisario Lalo y un séquito de personas que se mantenían apartadas de él.
-¿Quiénes son ellos?
Y Mauricio le explicó lo sucedido en la playa mientras él hablaba con Sosa.

Y Ghomikian empezó a relatar:
-…estaba yo en la playa pensando junto a Adriano en todo lo que había hecho. ¿Cuántos había matado? Inocentes o culpables yo no era Dios para juzgar al débil de corazón. Muchos de ellos me pidieron perdón luego de los actos, ¡estaban realmente arrepentidos!
Adriano trató de convencerme con suspicaces pensamientos de que yo no debía arrepentirme. “¡El arrepentimiento es para los débiles! ¡Nunca deberían haber nacido!”, me repetía una y otra vez. Me hubiese sentido vacío de no ser por que aún tenía un amigo en este mundo: Vos. “¡Cállate! ¡No son más que basura, ustedes y todo lo que los rodea! ¡Ya no quiero continuar con esto! ¡Nunca más volveré a matar!” Dije yo y acto seguido me sentí morir. Un dolor en mi pecho, frío y punzante, me hizo poner de rodillas.
“¡Me has traicionado! ¡A mí y a Adán! ¡Morirás!” escuché en mi mente y caí desmayado.
Tuve una extraña visión… un joven muy parecido a vos golpeaba a mi puerta luego de que yo me “despertara” de aquel desmayo.
“¿Qué querés?” le dije empujándolo fuera, él quería entrar a toda costa.
“Traigo noticias, Mauricio, hablemos dentro” dijo él, algo acelerado y continuó “¿Sabes quién soy?”.
“El hijo de Américo”, “así es, he venido por que he de contarte una verdad: soy el verdadero Anticristo” dijo con una sonrisa y acto seguido saco una daga y con una fuerza que nunca había sentido la clavó en mi pecho “Nunca deberías haber traicionado al hijo de un ángel”
Fue en ese momento que comprendí todo.
¡Tu hijo no era tu hijo sino un cruel demonio! Pero, ¿Como contrarrestar aquel poder?
De repente, una luz inundó aquella imagen de mi persona sufriendo y Rafael entró en mi sueño, él es el hijo de Enrique, es una historia larga… ¡Vamos te la contaré por el camino!”

Estaban todos dentro de un camión con acoplado. Detrás, en la caja, iban los ex compañeros de Mauricio quienes habían sido juntados por Karadagián y Lila. Rafael contaba una historia y este decía:
-Hace algunos años, mi tío, vamos a llamarlo “Tío” encerró a mi padre, el cuál estaba lisiado desde pequeño, en un sótano pequeño y húmedo. Mientras mi Tío se daba la buena vida con la fortuna de los Alvarenga, mis antepasados habían sido saqueadores de tumbas y religiosos agnósticos, mi padre sufría en aquel cuarto. Para empeorar las cosas, mi Tío obligó a su esposa a mantener relaciones con su hermano. Sin sacarlo de aquel cuarto, ellos me hicieron con todo el odio en su interior. Mi madre me tuvo y en el parto murió. Pero me dejó un importante legado. Ya sabrán de eso a su momento. No pregunten. ¿Donde iba? ¡Ah! Sí, mi padre tuvo que cederle “Derechos” sobre mi propiedad a mi tío. Él tenía una enfermedad conocida –miró a Américo- por algunos pocos: El síndrome de ultimátum. Sus espermas salían muertos desde sus testículos. Entonces, tuvo que recurrir a su hermano de esa manera. Me crió en completa soledad y por años no me había dejado ver lo que había en el sótano. No se escuchaban gritos ni nada desde dentro, pero algo me unía con aquel lugar. Lo sentía. Era mi “legado”. Para aquel entonces, decidí entrar en la Policía Federal sucursal Palermo Soho. Ahí fue cuando investigando encontré un ataúd vacío y vi a mi tío por unos segundos entre las luces de la puerta abierta. Este me pegó un golpe y me desmayó allí mismo. El odio más profundo se dibujaba en su rostro envenenado por el tiempo y el dolor. Él no sabía que yo era su hijo. Trató de matarme y me dijo “No morirás, aún no” y se fue de allí. Cuando desperté vi la puerta abierta y salí. Llamé a mi padre y me dijo que estaba en una de las iglesias de la familia haciendo yo no sabía que. No perdí tiempo. Llamé a uno de mis compañeros y le dije que me pasara a buscar por casa. Iríamos a aquella Iglesia. Pero, no tuve en cuenta que mi padre también iría pero para devorar sus huesos y dejar solo su carne. Él entró a la Iglesia con la espada de la familia y sin mediar palabra mató a todos los que estaban allí tratando de mantener al gran demonio sellado. Pero el sello era aquel pedazo de papel en la caja. Él contenido de esta era un secreto incluso para mí, pero mis abuelos habían prohibido a cualquiera siquiera tocar aquella caja. Solo alguien que odiara al mundo tanto como su contenido podría abrir sin problemas la caja. Mi padre era el indicado. Pasó mucho tiempo de su vida en soledad en aquel horrible lugar. Una gran noche de soledad fue lo que vivió mi padre. Así fue que mi padre mató a todos los monjes en el lugar y luego a mi Tío devorando así sus huesos. Incendió todo el lugar haciendo como que hubiese sido un gran incendio.
Fue a la vieja mansión y entró en mi viejo cuarto. Allí mutó en lo que es ahora: un ser humano sin corazón. Y ahora que ustedes dos lo han traicionado querrá un pago por ello. Créanme cuando les digo que esta batalla no será fácil. No señor. Nada fácil.”

Alvarenga escuchaba atento lo que le contaban las dos sombras con mucha atención. Estaba de espaldas a ambas sombras. Él vestido con una sotana violeta y también cubierta su cabeza con una capucha de ese mismo color. Las sombras culminaron su relato diciendo que habían sido traicionadas y requerían un pago por aquel ultrajamiento. Un pago muy alto.
-Esta bien, haré cuanto pueda –fue todo lo que dijo Alvarenga y se fue a su recamara-.
Allí pensó que alguien debía morir, el niño que él necesitaba y su madre serían las victimas perfectas.
Desapareció enrollándose y apareciendo en el cuarto de cocinas de la casa de Mauricio. Dos sombras salieron de su cuerpo y volvieron a él luego de algunos minutos con Facundo y Claudia.
-Vámonos… -dijo Enrique y en un segundo estuvieron en aquella Iglesia de nuevo- …bien espero que ustedes dos me lo hagan divertido –amenazó él- matar sin diversión, no es lo mismo…

En aquel camión y de regreso de sus vacaciones, Mauricio aprovechó para ponerse al corriente de las últimas noticias. Sus compañeros y él se perdonaban mutuamente. Eso era bueno. De pronto el camión paro el motor y Karadagián, quien lo conducía, abrió las puertas.
-Bajen todos…
Todos lo hicieron pegando pequeños saltitos al suelo desde el acoplado.
-Pero aún faltan dos cuadras para la iglesia… ¿Por qué bajamos acá? –preguntó Américo.
-Debemos ser precavidos y formar un plan –a lo lejos se distinguía la Iglesia cubierta de nubarrones negros- No podemos ir así nomás…
-Ustedes no van a ir a ningún lado…
Era la voz de Rafael la que había dicho aquello. Todos se sorprendieron.
-¿Por qué? –Inquirió Ghomikian- Yo mate a muchos y tengo el derecho de morir en manos de aquellos a los que ofendí y maté…
-Despreocúpate y disfruta de tu vida, festeja y reí junto a ellos –les pidió el mientras se alejaba- Yo me encargo del resto.
Díaz y Ghomikian, junto al resto se quedaron mirando como desaparecía en la distancia.
De repente, a Mauricio se le ocurrió una idea.
-¡Vamos a mi casa! ¡Rápido! Hay una última esperanza de ganar y esta en el cajón de mi mesita de luz, vámonos.
Nadie lo frenó. Todos a partir de ahora, confiaban en él como amigos que eran.

Rafael llegó a la puerta de la iglesia. Despacio miró hacia abajo y oró lo siguiente:
-Padre nuestro que estás en los cielos, dame el poder para realizar mi promesa. Destruir al inicuo y encontrar la paz.
Acto seguido abrió la puerta. Al abrirla se encontró con una terrible escena. Un niño de unos diez años y una mujer de su propia edad estaban clavados en dos cruces diferentes, entre ellos una caja de madera y frente a ella…
-Enrique…
-Bienvenido “hijo”…
-¡No me llames hijo! ¡Yo no soy tu hijo!
-Bueno, aunque no he sido un buen padre creo que me merezco ese nombre por el poder que te di…
-Jajaja -Se río Rafael- ¡no me hagas reír! ¡Yo ya no llevo ese poder conmigo! ¡No llevo “La marca” de los Alvarenga! -Rafael se sacó lentamente los anteojos y Enrico pudo ver el terror en sus ojos.
-Ahora mis ojos son blancos, he hecho un trato con los ángeles del cielo a diferencia tuya que lo hiciste con un demonio.
-Está bien, veamos quien es más fuerte…
Enrico abrió sus manos y unas sombras se arremolinaron allí. Rafael extendió sus manos y un rayo de luz blanca y pura cayó del cielo.
Las sombras y las luces se mezclaban en una combinación dramática mientras los cuerpos de Facundo y Claudia derramaban su sangre sobre la caja donde estaba aquel que conocían como Yamiel.
La lucha entre padre e hijo era brutal y salvaje. El odio entre ambos era lo que los alimentaba, y a pesar de eso, ninguno de los dos quería ceder ante el poder del otro.
Miles de sombras de Adán rodeaban a Rafael pero este expandía su luz sagrada y esta devoraba a las sombras del Mesías no nato.
En un momento, ambos detuvieron la pelea y se miraron con odio.
-¿Por qué has elegido este camino padre? –Le reprochó él mientras se limpiaba la sangre de sus labios- ¿No has tenido demasiado con la muerte de todas esas personas, además de la de mi tío y mi padre?
Enrique río. Tan fuerte fue su risa que el cimiento de la iglesia tembló.
Fuera se escuchaba la lluvia caer y romper contra la cúpula alta y negra.
-¿Tenés miedo?
-No, pero me gustaría saber… ¿que ha hecho que mi padre y mi tío se conviertan en esto?
Enrique respiró hondo y miró de reojo al cofre de madera.
-El odio es lo que me hace más fuerte, mucho más fuerte de lo que era en aquel entonces cuando mute.
-Te refieres a…
-Verás hijo –Pronunció esta palabra con saña- he tratado de darle una mejor vida a aquellos que se han portado mal, como lo fueron los ex compañeros de Ghomikian y Díaz…
-Asesinando niños, según me han dicho –le replicó Rafael- ¿Por qué?
-Iban a convertirse en delincuentes de todas maneras… Me cansé de está charla –Convocó nuevamente a sus sombras abriendo con fuerza sus manos. Emitió un grito desgarrador y de su espalda extendió unas alas negras… tan negras como su alma- ¡Ahora verás!
Un rayo de Luz pura golpeó a ambos en el momento que Enrique se acercaba a dar el golpe final.
-¡Este es mi sacrificio! ¡Con esto te detendré!
Y ambos desaparecieron en una nube de luz y oscuridad imponente.
Un latido se escuchó en la caja de madera. Algo iba nacer. Pero aún faltaban sacrificios… pronto llegarían.

Maxi, Mauricio y Américo entraron corriendo a la sala de estar de la casa de Ghomikian.
-Por acá… -les indicó Ghomikian- En esas cajas…
Los tres abrieron las cajas y lo que había allí los sorprendió.
-¿Papeles? –Inquirió Maxi- ¿Con esto vamos a derrotar a Alvarenga?
-No es cualquier papel –aclaró Américo que del tema sabía mucho- son sellos de poder.
-Así es, en Japón se utilizan para sellar a los demonios en sus tumbas o simplemente destruirlos, los traje una vez que estuve de vacaciones en Japón –prosiguió Ghomikian- carguen esas seis cajas a la camioneta y volvamos a la iglesia.

En la iglesia todo era silencio y un leve latir. Américo, Mauricio y Maxi encaminaban la comitiva mientras que sus ex compañeros, incluyendo a Karadagián y Costilla que iban de la mano, trataban de seguirles el paso.
Llegaron a la puerta y apoyaron un sello sobre esta. El sello se prendió fuego pero les habilitó el paso a la iglesia...
Dentro, todo era oscuridad, lo único que se veía era a Facundo y a Claudia colgados de la cruz.
-Hijo… Claudia…
-No pierdas la compostura amigo –le puso una mano en el hombro- pero… ¿Donde están Rafael y Enrique?
-Acá estoy yo…
No era ni Enrique ni Rafael el que dijo estas palabras… fue Maxi.
Los compañeros de Mauricio retrocedieron ante la imagen. Maxi se prendió fuego y de él salió Enrique.
-¿Qué me miran con esa cara? ¿No recuerdan el “Bautismo negro”?
-Lo había olvidado… -dijeron Mauricio y Américo.
-Cuando envíe a aquella sombra de Adán a purificar la sangre y Maxi estaba espiando, dije que haría algo especial con él y así fue… cree un Enrique de repuesto.
Las hermanas de Maxi no lo podían creer.
-Y ahora, la parte final de mi plan…
Alvarenga se acercó con paso decidido al cofre que contenía a Yamiel. El latir de su corazón se escuchaba ahora en toda la iglesia. Nadie se animaba a mover un dedo. El plan de Rafael, quien había dado su vida por la causa, había fallado.
-No, no todo esta perdido…
Mauricio fue el que dijo estas palabras. Corrió y alcanzó a Alvarenga. Lo tomo del cuello y lo tiró hacia atrás. Sus compañeros imitaron aquel gesto de valentía y corrieron junto a la caja. Tenían que evitar la destrucción del mundo. Todos llegaron junto a la caja y miraron lo que había dentro.
Un esqueleto de un niño de unos ocho años de edad con unas muescas de piel enganchada entre sus desprolijos huesos.
-Cayeron en mi trampa… -Gritó Alvarenga- ¡Ahora Yamiel!
El poder de Yamiel hizo que del suelo salieran lenguas de fuego que lo cubrieron todo. Devoró el alma y cuerpo de todos… excepto Mauricio y Américo.
El cajón brilló y una luz oscura salió de él. El niño estaba dentro de la luz. Y sin decir nada, creció y creció hasta convertirse en un adulto,
El ángel caído era hermoso. Piel blanca y limpia, una pequeña barba y el pelo rubio con sus ojos celestes que combinaban.
-Gracias Mauricio, Gracias Américo… A pesar de que me traicionaron, no solo a mí sino a mi hijo también, los recompensaré con algo de enorme valor: sus propias vidas.
Ghomikian y el Dr. Díaz cayeron allí de rodillas, se les había permitido vivir… para ver la destrucción de su propio mundo.
-Que esto termine… que esto termine Dios…
-¿Rezas a Dios? –Preguntó Yamiel y río- Déjame decirte algo, Ghomikian –Yamiel levanto su espada y mientras la descargaba sobre su enemigo le dijo:
-Dios no es amor, Dios es terror…
Mauricio espero el golpe pero este no llego, abrió lentamente los ojos y vio los espíritus de sus ex compañeros formando un escudo alrededor suyo, incluyendo el espíritu de Gorosito…
-No me rendiré… ¡Dios Ayúdame!
Un estruendo muy fuerte se escucho y una luz blanca y pura pego en la espalda del ángel caído. Era Rafael.
-Padre, antes te derrote a ti y me escondí ahí hasta que esto pasara… ¡Ahora verás la furia de un ser divino! ¡Renace Miguel!
Un rayo cayó en el centro de la batalla y una mano salió de él, luego un cuerpo, una pierna la cabeza y luego el resto.
Era el ángel supremo a quien Rafael acababa de invocar… ¡Miguel, señor de señores!
Miguel no portaba arma alguna, no la necesitaba. Estiró su mano y tomo el cuello de un tembloroso Yamiel.
-No eres un ángel… ¡Eres una vergüenza!
Y sin mediar otra palabra rompió el cuello del ángel malvado.
-Y tú Enrique… ¡Ay Enrique!… he tomado una decisión… Borrare de tu mente todo dolor y odio y podrás vivir tranquilo en este mundo…
Un rayo cayó donde estaba Enrique y le quitó la memoria… Y sus poderes oscuros.
Otro rayo blanco cayo y se llevó a Yamiel y a Miguel de nuevo a su mundo.

Mauricio y Américo descolgaron a Facundo y a Claudia.
La policía llegó pero ya había pasado todo.

Había pasado un tiempo y Américo decidió proseguir con el embarazo, decidió llamar a su hijo de otra forma: Fernando Valentín Díaz es el nombre que recibió de sus padres.
Mauricio les contó toda la verdad a su esposa y a su hijo y estos aceptaron quedarse con él. Por cierto, Claudia dejó de fumar y ahora espera otro bebé de Mauricio.
Enrique Alvarenga y su hijo Rafael disfrutan de una vida juntos, en paz y tranquilidad.

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Raziel_Saehara

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MensajeTema: Re: Noche de Soledad version 2.   Noche de Soledad version 2. I_icon_minitimeLun Oct 22, 2012 7:17 pm

Epilogo.

Han pasado 15 años de lo ocurrido en la iglesia de los Alvarenga. Julián y Facundo Ghomikian, y Fernando Díaz, Estában viajando en un subte camino al colegio cuando un borracho se les acercó para pedir monedas. Ellos le dicen que no tienen. El vagabundo se va, da dos pasos y cae muerto.
Todos corren a pedir ayuda. La desgracia esta hecha. Pero nadie se imagina que un poder superior al de cualquier humano acaba de despertar: Fernando Valentín Díaz se muere de curiosidad de usar aquel poder. Pero solo lo va a usar para hacer el bien… ¿Será así?


Y asi con este final tan abrupto termina la novela. Gracias x haber leido.

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