Este prólogo es nada más mío. xD
Pero concierne a varios de los autores principales, y personajes que serán importantes más adelante.
Será mamón de mi parte, pero esta madre funciona de a peso cuando la oyen mientras leen el capítulo:
https://www.youtube.com/watch?v=gwdL_Zn5nCE
The Road to the Reckoning - Prólogo 6.
Las Trincheras.
Tierra 22.
Uzhhorod, Ucrania.Ryan Drake mantuvo los ojos cerrados todo el camino desde Berlín, sin prestar atención al movimiento del vehículo de transporte clase Steel Dragon en que viajaba por las carreteras ucranianas que no estaban llenas de escombros tras los intensos bombardeos la última semana y por el avance de la infantería mecanizada del Imperio Krizánico.
Se encontraba algo preocupado porque mientras más se acercaran al corazón de la Federación Rusa, más probable era que se enfrascaran en batalla con la élite del ejército ruso, los famosos “Sigma”. Según los reportes de las Serpientes Negras, los habían movilizado desde Kapustin Yar hacia unas semanas, y supuestamente iban a tratar de frenar el avance Imperial hacia Moscú.
Un cazabombardero pasó volando sobre el vehículo, y Ryan se preguntó si aún seguirían los bombardeos en pueblos y ciudades cercanas. Aún más impresionante, ¿qué tanta oposición podrían ser los ucranianos con su ejército, o lo que quedara de este?
¿Habría que bombardearlos como a los italianos en Sicilia? ¿O simplemente borrarlos del mapa como hicieron con Barcelona a punta de bombazos de sulfuro de draconio?
Si este era el caso, Karen lo fastidiaría muchísimo por no poder obtener esclavas extra para luego matarlas y bañarse en su sangre. No era que le importara, o que en particular le gustara verlo… era simplemente para mantener contenta a su psicópata esposa.
-Coronel Drake… nos aproximamos a la base en la estación central de la ciudad. –anunció el piloto a través del sistema de intercomunicación del enorme vehículo. Su voz sonaba remota, pequeñita y robótica en sus oídos.
Drake abrió los ojos, y lo primero que vio fue el rostro de su esposa.
A sus casi cuarenta años, Karen se veía más hermosa que nunca; en especial con todo ese maquillaje blanco y las líneas alrededor de sus ojos que le daban un aspecto como de fantasma, y el ceñido traje de cuero que realzaba su cuerpo curvilíneo, pequeño y con forma de reloj de arena, así como el corsette que la hacía ver aún más voluptuosa.
Karen le sonrió. Él no le regresó el gesto.
-Quiero ver qué me consiguió Claire. –su voz era suave, casi como un susurro, pero fuerte a la vez, y lleno de ansias y expectación. Ryan esbozó una sonrisa, pues oírla hablando alegremente le recordó como era ella cuando la conoció.
A veces extrañaba a esa niña inocente de dieciséis años que se maravillaba de todo a su alrededor. Pero supuso que la guerra causaba ese efecto en la gente.
Los volvía monstruos.
Karen mantuvo esa sonrisa hasta que bajaron del vehículo. Al salir, él la tomó de la mano, pero no le dijo nada… no había nada que le pudiera decir que no le haya dicho en estos veinte años. La mujer respiró profundamente, dejando que el aire helado y lleno de olor a pólvora, muerte y fuego, inundara sus pulmones como una marejada.
-Amo el olor de la carne quemada en la mañana. –lo dijo como si nada, y los Caballeros Águila que flanqueaban su camino intercambiaron miradas incómodas. Karen bajó alegremente de la enorme máquina de guerra y tras mirar el devastado centro de Uzhhorod, frunció el ceño y escupió en el suelo-. Qué porquería de lugar. Madrid y Roma por lo menos eran interesantes.
-No esperes mucho de un pueblito perdido en Ucrania, Karen. Solo lo tomamos porque necesitamos una base de camino a Chernobyl. –ladró Ryan, visiblemente molesto.
El cielo estaba nublado, y contaminado por las columnas de humo que brotaban de los edificios y los bosques cercanos, y parecía como si fuese a estallar una tormenta en cualquier minuto. Las calles se encontraban llenas de escombros y barricadas montadas por el ejército, y los ucranianos capturados los veían tras un enrejado vigilado por soldados imperiales.
Karen los vio, pero Ryan le apretó la mano con firmeza para detenerla. Obtuvo una mueca de desprecio como respuesta.
-Coronel Drake, Lady Karen… bienvenidos a Uzhhorod. –una mujer vestida con la armadura de los Caballeros Águila Imperiales se acercó a ellos para estrechar la mano de Ryan y besar la de Karen, quien sonrió satisfecha-. Soy la Capitana Eurydice Edmonton, comandante a cargo de la guarnición de Uzhhorod. El Archicanciller Baziron nos informó que vendrían y nos dio la orden de mantenerlos cómodos de aquí a que se efectuara la reunión de la Orden del Basilisco. Como verán, aún estamos ‘capturando’ la ciudad… pero de momento les hemos preparado el palacio del regente para que se hospeden en él.
-Excelente, capitana. Será bien recompensada cuando regresemos a Tenochtitlán. Infórmeme… ¿ya llegaron las integrantes de la Hermandad Panthera?
-Si, Coronel. Lady Claire y su unidad se encuentran en estos momentos en el palacio del regente… al parecer buscan algo en especial entre las mujeres capturadas. –La mirada de Karen se iluminó, y esto no pasó desapercibido para Ryan. Sonrió-. Querían esperar su llegada antes de que las enviaran al frente del este.
-Llévenos con ellas, Capitana. –la mujer asintió y los condujo a través de la calle principal y hacia un edificio grande, con una fachada decorada con columnas y amplios ventanales. El edificio se elevaba sobre las construcciones del pueblo, evidenciando su importancia. Los lábaros Krizanos ya ondeaban sobre él en lugar de la bandera ucraniana y la de la Federación Rusa.
En el suelo, Karen fijó su atención en un desfile de ucranianos capturados que bajaban de un camión para cargar animales. La procesión estaba llena de heridos, mutilados y enfermos, pero no había ancianos en ella. Las órdenes explícitas a a la hora de capturar prisioneros seguían siendo las mismas: nada de viejos.
No servían para trabajo pesado, como lo requería la anexión de un país nuevo a las tierras Imperiales, y tampoco podrían llegar a servir como fuente de alimento de emergencia una vez que el invierno llegara en cuestión de meses. De pronto, posó sus ojos en una mujer rubia, delgada y de mediana edad que cargaba a una niña de unos cuatro años con un ojo cerrado gracias a un golpe. La mujer llevaba un harapiento traje de negocios, y su camisa, una vez de color blanco, ahora tenía manchas amarillas de sudor, mugre y polvo por todos lados. Incluso una manga estaba desgarrada.
-Capitana… asegúrese de que esa niña sea enviada a mi mansión en Tenochtitlán. Mi hija menor necesita una mascota nueva. –Añadió sonriendo con malicia mientras la madre de la niña la veía con horror y abrazaba protectoramente a su pequeña, aunque no pudiese comprender el común imperial que hablaba Karen-. Ah, y por favor asegúrese de enviar a la madre también… tal vez me sirva para criar esclavas bonitas.
-Sí, mi señora. –La capitana le ordenó a varios soldados que se llevaran a la mujer y a su hija, que se oponían gritando y tratando de resistirse. Karen y Ryan no les pusieron más interés, y se metieron en el edificio donde supuestamente se encontraban Claire y sus compañeras, la Hermandad Panthera.
La sala principal no había resultado dañada. Sus pisos de mármol, los decorados y las cenefas de las paredes aún estaban intactos; y le otorgaban un aspecto que se esperaría en un palacio europeo como Versalles o el de la reina Sharon en Windsor.
La estancia se encontraba resguardada por varias mujeres con una variante ligera de la armadura de la orden de Jaguares, de color rojo brillante. En los hombros llevaban la insignia de la Hermandad Panthera, un escuadrón integrado por las mejores combatientes del Imperio que había logrado conquistar Munich y limpiar el camino de cualquier obstáculo para el grueso de la infantería Imperial.
Las Panthera siempre estaban al frente… eran vengativas, peligrosas, violentas y sin ningún aprecio por la vida humana. Tras la Orden del Basilisco y la Espada, eran la mayor fuerza de ataque del Imperio.
Una de las guerreras jaguar; alta, morena y muscular, corrió a la sala contigua en cuanto vio a los Drake. Acto seguido, dos mujeres hicieron acto de presencia.
La primera era una criatura bellísima, de más de dos metros de altura, muscular y a la vez voluptuosa, y con piel del color del cobre que brillaba aún más al lado de su revelador traje de cuero negro. Su cabello rubio y rizado caía como una cascada por su espalda; y su mirada era arrogante y orgullosa, con ojos casi felinos.
La otra era un poco más pequeña, pero aún así medía cerca de un metro ochenta de alto; curvilínea y musculosa, pero de piel pálida como la de su madre. Su cabello tenía un color rojo carmesí, y combinaba a la perfección con sus ojos del mismo tono y la palidez de su piel.
Su traje de dos piezas solo acentuaba más sus exuberantes senos y caderas, así como sus largas y musculosas piernas.
La joven sonrió al ver a sus padres e hizo una reverencia.
-¡Padre, madre! ¡No pensé que fueran a venir tan rápido! ¿Qué tal el viaje desde Berlín? –preguntó la joven mientras saludaba a sus padres, besándolos en las mejillas y abrazándolos.
-Elizabeth, por favor… déjalos descansar. –susurró la enorme mujer tras ella mientras le lanzaba una sonrisa incómoda a la pareja. Karen le devolvió el gesto cordial.
-Tiene razón, maestra. Perdonen mi entusiasmo. –Se disculpó haciendo una reverencia ante sus padres, y su madre rió secamente.
-Vaya, querida Atalanta… haz hecho un buen trabajo entrenando a Claire. Me sorprende que seas la única que no acaba destripada cuando la llama por su segundo nombre. –Claire se rió incómodamente como respuesta, y en especial cuando Atalanta se acercó para estrechar la mano de su madre.
-Ha pasado mucho tiempo, Lady Karen.
-Lo sé. Más del necesario. –Y ambas se sonrojaron al recordar viejos tiempos y sucesos que quedaron entre ellas dos. Por primera vez en mucho tiempo, Ryan se percató de que la sonrisa de Karen no parecía ser maliciosa o arrogante, si no amorosa y alegre. Justo como cuando la conoció.
-Coronel Drake. –Atalanta le sonrió a Ryan, quien la saludó besándole la mano.
-Atalanta. ¿Cómo has estado?
-Como siempre, Coronel. Su hija es una gran amazona, debo decirlo. –volteó a ver a Claire y le guiñó el ojo. La pelirroja le sonrió de regreso y la tomó de la mano. Al ver esto, Karen y Ryan intercambiaron miradas de complicidad, y la primera sonrió amigablemente.
-Claro, fue entrenada por una de las mejores peleadoras del mundo. –susurró Karen, recorriendo a Atalanta de pies a cabeza con la mirada. La griega se dio cuenta, pero no hizo nada por evitar que la mujer la siguiera viendo.
-Bien, si me disculpan… debo entrevistarme con el Dervish encargado de la ocupación de la región. Ah, y Claire, quiero que vengas conmigo. Necesito hablar contigo en privado. –le dijo de forma imperativa mientras la sujetaba por el hombro derecho.
-Sí, padre.
-Ryan, amor, ¿te molesta si inspecciono mis regalos? –preguntó Karen, a lo que Ryan respondió asintiendo firmemente, y luego salió de la habitación junto con su primogénita. En la sala, Karen se quedó con Atalanta y ambas se miraron fijamente por unos segundos.
-Antes de… ‘inspeccionar’ lo que Claire me dejó, ¿te parece si nos tomamos un momento a solas? Hace mucho que no nos veíamos, querida. Y quiero saber si aún… tú sabes…
-Claro, Karen. –respondió Atalanta con una gran sonrisa, y acto seguido, las dos se encaminaron hacia el piso superior del edificio.
Un lugar cercano.-Había pensado que nos enviarían a Kiev, o algún lugar así. No pensé jamás que nos fueran a enviar a Prypiat. –Claire se mordió el labio inferior en señal de preocupación. Miró a su padre por unos momentos, mientras los dos tomaban un café en un restaurante que había sido reacondicionado por los soldados para servir como comedor.
-Fueron órdenes expresas de Lord Baziron. No le iba a decir a tu madre que te mandarían junto con las Panthera a Prypiat, no quería que se preocupara.
-¿Mamá aún se preocupa por algo? –añadió la pelirroja, antes de darle un sorbo a su café. Ryan solo suspiró.
-Quiero pensar que sí. Pero no hablemos de ello, hija… quiero que sepas algo antes de partir a Prypiat. –Claire levantó las cejas y lo miró con atención.
-¿Qué pasa?
-Creemos que hay presencia de Sigma rusos en Prypiat y Chernobil. –Claire parpadeó, y por un momento se sonrojó al recordar algo de su pasado. El recuerdo no duró mucho, pues la mirada de su padre hizo que se sacudiera esos pensamientos de la cabeza.
-¿Se-seguro?
-Sí. Por eso decidimos enviarlas, porque nuestras fuerzas no pueden encargarse de ellos con facilidad… habría que borrar la ciudad del mapa para destruir a cualquier posible Sigma, pero la ciudad nos resulta demasiado importante estratégicamente hablando. La Espada está en la frontera con Chile, peleando contra los metahumanos del proyecto Esparta. –en estas últimas palabras puso énfasis, y Claire pudo detectar un cierto resentimiento en su voz. Al parecer, tras casi diez años de lo ocurrido, Ryan aún no se perdonaba el haber perdido contra los metahumanos chilenos, en especial el llamado Cockroach-. Y por eso Baziron decidió que las Panthera fuesen las encargadas de tomar Prypiat.
-No estoy negándome ni tratando de sonar insubordinada, pero… ¿por qué no enviar a la Orden o a los Eliminators?
-Porque la Orden atacará Chernobil.
Prypiat.
Un día después.El Coronel Edmund Pike contempló con alegría el descender del helicóptero de transporte clase Bandersnatch que descendía en medio de la base de la avanzada Krizana a un par de kilómetros al oeste de la entrada de Prypiat.
Sin embargo, se decepcionó al ver que solo bajaban siete figuras del helicóptero.
-Tranquilo, Coronel… con ellas basta. –dijo una mujer a sus espaldas mientras mordisqueaba una manzana.
-Eso espero, Stormbreaker. –respondió, nervioso.
Las Panthera, o al menos las más poderosas, eran una vista impresionante en el campo de batalla. Todas altas, curvilíneas y enfundadas en cuero negro y armadura corporal ligera; cubiertas cada una por una especie de mezcla entre chaleco y capa, con capuchas rojas cubriéndoles las cabezas.
Avanzaban como supermodelos, asombrando tanto a hombres como a mujeres al pasar.
-Hermandad Panthera reportándose, Coronel Pike. –Claire Drake, la Crimson Dragoness y líder del grupo, hizo un saludo militar. Pike contestó y luego se acercó a estrecharle la mano.
-Sin ofender, Lady Claire, pero pensé que enviarían a todo el escuadrón. –añadió al ver a las siete mujeres frente a él, y tras él, Stormbreaker sonrió al acercarse.
-Nightstalker, Red Recluse, Black Banshee, Lunar Spectre y Lightshine. Ah, Lady Atalanta… un placer verla. –añadió Stormbreaker, terminando de comerse su manzana. Atalanta la miró de forma arrogante, y volvió a desviar la mirada en dirección al centro de Prypiat, sobre donde volaban Raptors y Storm Dragons Imperiales, bombardeando todo. Pudo ver la rueda de la fortuna del pueblo entre el fuego y las nubes de ceniza producto de las explosiones.
-Así es. Fox, Black Swan, Stiletto, Night Lash, Night Panther y las demás llegarán en seis horas… hubo problemas consiguiendo un helicóptero más para traerlas. Estamos algo apretados en términos de transporte gracias a que esos hijos de puta rusos tienen Exterminators y MIGs sobrevolando toda la noche.
Una flotilla de helicópteros clase Vulture cruzaron los cielos a toda velocidad, en dirección al área suburbana de la ciudad. Otra explosión cimbró el área, y pudieron ver el hongo de humo elevándose a un par de kilómetros cerca al reactor nuclear. Vieron a un Exterminator ruso sobrevolando en círculos la explosión, como un gigantesco buitre hambriento.
Pike maldijo y pateó el suelo.
-¡Mierda! ¡Ahí van las minas de draconio! –Pike estaba obviamente furioso. Al parecer la explosión había sido uno de sus planes fallando. Qué o cómo esperaba limpiar Prypiat con minas de draconio, era algo que nadie pudo descifrar.
-Tranquilo, Coronel. Denos nuestras órdenes y nos largamos para limpiar el frente. –Claire siguió contemplando la nube de humo a lo lejos, sin prestar atención al par de Raptors que acababan de derribar al Exterminator y volaban hacia el centro de la ciudad para seguir bombardeando.
Pike sacó un mapa y lo puso sobre una barricada para explicar rápidamente; y las Panthera, así como Atalanta y Stormbreaker, se arremolinaron en torno a él para escucharlo.
-Bien, señoritas… la cosa es simple. Avanzarán escoltadas por un batallón de infantería mecanizada y uno de caballería. No tenemos apoyo de artillería ni tanques, esos están ocupados en limpiar el norte de la ciudad… tendrán que ingeniárselas. Deben avanzar por la entrada de la ciudad… no hay mucha oposición en el camino, así que no deberán tardar… su objetivo es el hotel Polissya, es donde creemos que se encuentra la base de operaciones del enemigo. –apuntó a un punto en el centro del mapa, y luego señaló a una línea roja dibujada cercana-. Tenemos razones para creer que hay Sigma en este perímetro, así que vayan con cuidado.
-Sí, Coronel. ¿Algo más?
-Sí, se irán en cuanto lleguen los refuerzos de Inglaterra. –Atalanta se sorprendió un poco, e intercambió una mirada extrañada con Claire.
-¿Refuerzos, Coronel? –preguntó la gigantesca rubia, y Pike asintió.
-Operativos de Tenebris y Lux Aeterna. –Atalanta se empezó a mostrar nerviosa, y Claire apretó los dientes, enfurecida.
-No. Las Panthera iremos solas… funcionamos así… -el Coronel la calló con un gesto de la mano.
-Negativo. Las agentes Iron Maiden, Hypnagogia y Succubi deberán llegar en una hora y media. Deben esperarlas para proceder. –Claire hizo un esfuerzo considerable para no gritar improperios. Atalanta simplemente bufó, molesta.
-Genial… enviamos a las mejores amazonas que tiene América, y Su Majestad nos envía a la Loca Hemofílica, una enana perturbada y a la puta más grande del mundo. ¿Qué falta? ¿Qué también vengan la lesbiana psicótica de Boudicca y la zoofílica de Circe? –las Panthera ahogaron unas risitas, y el Coronel Pike clavó sus ojos reptilianos en Atalanta, quien aún reía sarcásticamente.
-No me importa como las llame, Atalanta. El punto es que forman parte de la coalición, y las órdenes vienen directo de la Cámara Central y el mando del Atlántico… si no le parecen, no tiene otra opción que callarse y aceptarlas. –Atalanta instintivamente le puso una mano sobre el hombro a Claire, aún si ésta no se había movido.
La pelirroja la miró y ella asintió.
Claire estaba decidida a dar su vida por su maestra, por quien también tenía un interés romántico. En especial tras una campaña en Tlaxcala hace casi siete años.
Ninguna dijo nada más.
-Bien, si Rocket y Sweet Pea no tienen más que decir… vamos a armarnos chido. Que esto se va a poner de a libra. –dijo Stormbreaker con una sonrisa maliciosa y una apariencia de que en verdad estaba disfrutando el momento. Atalanta y Claire no dijeron nada, si no que solo le ordenaron a las Panthera encaminarse al arsenal, un viejo edificio que habían capturado y llenado de armas y municiones.
Pike las observó hasta que entraron al edificio, y suplicó porque en verdad el Comando del Atlántico no hubiese actuado mal al enviar a las Panthera al campo de batalla en Prypiat. En este momento, de verdad añoraba las campañas en el norte de Europa.
Ahora estaba en la boca del infierno.