solrahak
Mensajes : 3 Fecha de inscripción : 17/08/2011
| Tema: [+18][OneShot] Digimon: Perfect Present Miér Ago 17, 2011 1:40 am | |
| «La inmortalidad es el peor castigo que el infierno mismo» Alguna vez se han preguntado: ¿El Mundo Digital, de Digimon, existe? Esa pregunta corría en mí desde que conocí la franquicia, hasta que llegó el día de vivir mi propia historia digital. Mi historia comienza un día antes de navidad, de hace seis años. Yo me encontraba con mis parientes en casa de mi abuelo disfrutando las vacaciones de invierno; las primeras que pasaríamos sin mi abuela, que murió un año antes. En ese año, me llevaba pegado solo en la computadora todo el día. No me importaba el mundo de afuera, solo aquel que tenía frente a mis ojos; un mundo donde yo pudiera estar libre, un donde no existiera el final. La serie de Digimon se trasmitía por televisión por cable todo los días, era lo único que yo prestaba atención, al menos en la «caja estúpida». En mis fantasías infantiles, deseaba poder huir a un mundo como ese: El Mundo Digital, junto a los Digimon.
24 de diciembre, 2004. Hermosillo, Sonora, México.
Mi prima Celeste me invitó a ir a las compras de última hora para esa noche. Yo acepté con gusto, aunque solo era una escusa de no hacer otros preparativos en la casa. Ambos fuimos a Plaza Sendero, un centro comercial que acaba de ser inaugurado ese mismo año. Allí, compraríamos lo que son los obsequios que hacían falta; es decir, los de mi abuelo, mi madre, tía (madre de Celeste) y José –único pariente que siempre está al pendiente de mi abuelo cuando no estamos con él. Las tiendas eran impresionantes, ya que nunca había visto tantas en un solo sitio, al menos en mi ciudad. Se podía encontrar desde restaurante, boutique, supermercados y hasta un cine dentro de la misma plaza. Llegamos a entrar a todas las tiendas departamentales y supermercardos de aquel lugar, solo para poder encontrar el último presente que nos hacía falta: el de mi abuelo.
—Nunca encontraremos el obsequio perfecto. —se quejaba mi prima. Era obvio, ya estaba agotada de tanto caminar. —Demos una última vuelta, y vamos a comer— le dije
Ella reprochó, ya que quería irse a casa. Pero no podíamos regresar sin el regalo perfecto. Seguimos en la última caminata en aquella lujosa plaza. Yo había dormido tarde en la noche anterior, y mi visión estaba en el estado perfecto para mostrarme algunas imágenes, que algunos expertos llamarían: Microsueños. Y así fue. Cuando Celeste y yo íbamos caminando en el pasillo principal de Sendero, creí haber visto a un ser antropomórfico de aspecto femenino, con una vestimenta púrpura de tres piezas como traje de baño con listones que llegan desde la cintura hasta las partes media de sus muslos, mismos que están siendo cubiertos por la parte superior de las botas –en los tobillos lleva unas alas pequeñas-; otro par de alas blancas de mariposa detallaban su espalda; además, unos grandes guantes era lo que llevaba en sus manos con otro par blanco de alas de insecto con una gema carmesí en el centro de la muñeca, mientras que unos lentes cubre por completo su rostro siendo detallado con aquellos largos copetes de color púrpura cayendo en su bella cara. Inmediatamente supe que se trataba de Fairymon. ¡Un Digimon!
¡Un Digimon! ¡Pero es imposible, no existen! Creo que debí acostarme temprano. Pensé, ya que mis ojos estaban jugando conmigo.
Sin embargo, Aquella imagen aun seguía, y esta me indicaba que la siguiera. Después de ver esto, pensé que era una chica que estaba disfrazada de un digimon para un concurso que se realizaría allí mismo. Pero después recordé que no había tal evento. Le pregunté a Celeste que sí ella podía ver lo que mis ojos, y me contestó que yo estaba loco y que no había nada allí; solo estaba una tienda cerrada y sellada con una cortina negra, indicando que aun no rentan ese puesto. La imagen desapreció cuando había volteado a ver a mi prima. Pese a eso, seguía cuestionando si aquello era real o una ilusión causada por mi desvelo y cansancio. Después le tome poca importancia y me dediqué a buscar «aquel» regalo perfecto para el patriarca de la familia. Con ello, se consumió cuatro horas más de las primeras dos que llegamos a la tienda. Por la fecha, aun permanecía abierta y llena de gente en asuntos similares a los nuestros. Resignados, decidimos regresar a casa. Fue un total fracaso aquella búsqueda.
— ¿Y ahora qué haremos? Tenía pensado regalarle algo bonito a mi tata. —Lo sé. —Le contesté —Pero no pudimos encontrarlo… Nunca pensé que el regalarle algo fuese tan difícil. ¿Fran, Alguna idea de donde podemos llegar en el camino? —Su pregunta solo me está estresando más. Ya estaba cansado de buscar y buscar, y solo quería llegar a casa y recostarme para estar listo para la noche. Pero ella insistía, por lo que me vi obligado a contestarle. Sin embargo, callé al último segundo debido a un estrépito.
La gente corría despavorida, los niños caían al suelo y eran olvidados por sus padres. Otros simplemente chocaban entre sí en el intento de escapar de cualquier amenaza. Mi instinto me obligó a voltear a donde Celeste estaba, tomé su mano fuertemente y la jalé hacia mí para poder correr juntos –sin importa que las bolsas cayeran-. Pero ella no respondía, sus ojos parecían vacíos; el color de su piel era opaco, a diferencia de cómo la tenía hace unos instantes. Me asusté. Pensaba que algo terrible le había pasado a mi pariente. No soportaba la idea de perder a otro familiar en menos de dos años. Sin embargo, aquel estruendo me carcomía la curiosidad; si corría a buscar aquello, Celeste estaría en problemas; pero si corría para salvar a mi prima, la curiosidad me mataría, figurativamente. Decidí poner a salvo a mi pariente. Rápidamente, tomé a mi prima con mis brazos para correr fuera de peligro hacía el exterior del centro comercial. Gracias a la suerte, la salida estaba enfrente de nosotros, y por ende, la gente se amontonaba en la dimensión del umbral. Fue allí cuando me aterré, puesto que la única salida estaba sellada por personas atoradas en ella. Otro estrépito invadió el mall; esta vez el interior fue cubierto por escombros y polvo que eran disparados por el pasillo derecho, provinente de la plaza de la comida, al sur del centro. Un sismo, posterior al estruendo, me tumbó al suelo; traté de caer de espaldas para que Celeste cayera por encima de mí –así no se lastimaría ella. Mis oídos zumbaban. No podía oír nada más que aquel chillido, aunque viera gritar a la gente u objetos impactar el suelo o paredes. El impacto de la caída me había aturdido, a tal grado que perdí la orientación. Me compuse al minuto, solo para tomar en brazos –de nueva cuenta –a mi pariente para ponernos a salvo. Mi carrera era ágil y rápida; no podía decir lo mismo del resto de la gente. El pasillo de la izquierda estaba libre, corrí hasta llegar a una zona grandísima donde se encontraba la entrada del cine; ahí fue donde me percaté que una de las tiendas departamentales tenía salida: las ventanas de exhibición. No lo pensé dos veces: corrí hacia aquella salida provisional. Pero como era de esperarse, un tercer impacto se hace presente. Un rugido profundo y penetrante, como si una bestia estuviese dentro de mi mente y éste gritara en mi interior, se escuchó en aquel lobby. Un monstruo de dimensiones extremas, que bien supera a un Diplodocus si éste estuviese a su lado, aparece; su color es púrpura, cuadrúpedo, con diez alas endemoniadas y carcomidas en su espalda con un circulo –como si fuese un sello mágico –de diferentes colores en cada una; piernas gruesas y musculosas, brazos largos y delgados con una esfera negra entre sus garras; y su cara está cubierta por una máscara dorada. Era increíble, y a la vez atemorizante. Mi corazón palpitaba el triple de lo normal; además, despedía sudor frío y mis piernas temblaban sin control al igual que mi quijada. Sin duda, era el abominable Lucemon en su modo bestia, quién rugía ferozmente. Un segundo rugido escapa de aquellas fauces babeantes y sanguinolentas de aquel ser. Cuando suelta aquel estrépito, todo lo que me rodea –piso, techo, paredes, lo que sea –cambiaba a una dimensión cuadricula con el fondo negro y líneas verdosas; al termino de su gutural grito, todo volvía a como debe ser. La figura de aquella bestia era trasparente; es como si estuviera allí, pero a la vez no lo está. Ésta voltea a mí. Yo aun estoy en aquel estado de petrificación.
Voy a morir. Pensaba. ¡Morir! Grité mentalmente, mientras cerraba mis ojos con gran presión, tanta que tenía el ceño fruncido y provocaba arrugas en mi frente y a los lados de mis parpados.
Cuando Lucemon decide devorarme, un hombre aparece y patea el rostro de aquella inmensa bestia diabólica. Aquella persona tenia puesta una armadura plateada con detalles en carmesí, una gran lanza y un majestuoso escudo. Abrí mis ojos, solo para observar aquel caballero de la realeza luchar contra aquel demonio. La batalla era titánica. Nunca pensé que Dukemon fuese tan poderoso como para mantener una pelea contra el señor demonio de la soberbia en su modo bestia.
—Fran… —se escuchó la voz de Celeste. Inmediatamente después, voltee hacia ella para abrazarla y protegerla ante aquello que éramos testigos. — ¿Qué está pasando? —me preguntó. No supe que responder, ya que aquello no podía ser real; lo más probable es que sea un ataque terrorista y que mi mente estaba jugando conmigo. Pero ella dijo lo que no esperaba: —Valeroso caballero.
Eso me confirmaba que estaba viendo a Dukemon luchar. No estaba loco. Tenía una batalla de dos digimon enfrente de mí. Un tercer grito de la bestia se escucha; está vez las imágenes del centro comercial se quiebra como vidrios reventados y deja a cambio aquel mundo cuadriculo que se observaba con anterioridad. Poco a poco, aquella dimensión dio otro cambio a un mundo donde yacían aquellos seres. Ahora me encontraba tirado en tierra seca y dura, con mi prima en brazos. El cielo era oscuro y solo brillaba una esfera azulada con ciertos destellos de luz en partes predefinidas. A mí alrededor se veían montañas y el océano hasta no poder más. Un trueno me libera de aquella hipnosis que me provocaba la curiosidad. El rayo negro atravesó todo el cielo hasta llegar al punto donde se encontraban aquella bestia y aquel «valeroso caballero».
— ¡Fran, hay más caballero!
Voltee a donde ella me indicaba. Quedé anonadado; allí estaban otros cuatro: uno era de tres metros de alto, con una cabeza de una especie de dinosaurio como su brazo izquierdo y una de lobo en el derecho. Otro era un ser mediano de color azul con una brillante armadura dorada. El tercero era un caballero delgado y de armadura rosada con listones metálicos en amarrillo que lo detallaban aun más. Y el cuarto era un caballero de oscura armadura, su escudo era pequeño pero fuerte y su espada grandísima. Se trataban de Omegamon, Magnamon, Lord Knightmon y Craniunmon. En total, eran cinco Caballeros de la Realeza –incluyendo a Dukemon –en aquella pelea contra el demonio.
Si ellos son los que yo creo… ¡Entonces estamos en el…! Mi pensamiento se vio continuado con mi propia voz:
— ¡… el Mundo Digital! —Terminé exclamando.
El cuarteto de caballeros estaban en posición de puntos cardinales: Omegamon al sur, Craniunmon al norte, Lord Knightmon al este, y por ultimo Magnamon, que se encontraba en el restante. Pareciera que sus brazos –éstos extendidos hacia enfrente –acumulaban energía del mismo espacio, solo con el fin de mantener abierto un portal que tenían a sus pies. Inmediatamente lo entendí: trataban de encerrar a esa bestia en aquel orificio. Pero si su objetivo era ese, y tratándose de Lucemon, eso significa que lo liberaron por alguna razón, misma que no llegó ha culminarse gracias a los Caballero de la Realeza. El poder de aquel demonio es tan grande, que ni yo y ni Celeste podemos ponernos de pie; la presión generada por su presencia nos mantenía pegados al suelo. No obstante, lo único que podíamos hacer era observar aquella pelea. Dukemon esquiva aquellos relámpagos oscuros con una gran agilidad, mientras que apuntaba su lanza hacia la espalda de la bestia; con esa posición, el caballero embiste al demonio impactándose en su lomo. Sin embargo, no lo podía tocar. Aquellos círculos de luces eran enfocados en dirección a él, mientras que el ser antropomórfico se percata de aquel ataque y salta lejos de su oponente. Desde donde yo me encontraba, podía ver que aquel caballero movía su cabeza como si hiciese expresiones orales: estaba hablándole a uno de sus compañero, si bien, a todos a la vez. Estos mismos le contestaban al plateado. Parecía que él pedía ayuda para vencer o encerrar al señor de la soberbia, pero sus camaradas de rehusaban a dejar sus puestos. Si están allí manteniendo aquel portal abierto, entonces Dukemon no podrá tener apoyo en la batalla.
Era estresante. El caballero plateado no sabía que hacer. Cuando Lucemon intentaba huir, Dukemon lo alcanzaba y, sujetando su cola por aquella garra que tenía al final, jalaba al monstruo y lo soltaba para que impactase el suelo. Cada vez que eso sucedía, un sismo se sentía.
—Fran, ¿qué haremos? No podemos quedarnos aquí. Para peor de los casos, este monstruo ya nos ha visto.
Ella tenía razón. En la tienda, Lucemon nos observó detenidamente y se nos abalanzó para tragarnos enteros.
—No te preocupes, aquellos guerreros pueden con él. —Le dije, con el fin de que pudiera tranquilizarla, tan siquiera un poco.
Al igual que Celeste, yo también estaba abrumado y desesperado. No sabía que hacer. En el servicio militar que tuve en ese año, no nos dijeron que hacer en caso de un ataque de monstruos… Era obvio, puesto que no existen. Una explosión se hace presente en aquel lugar. La onda expansiva nos levanto de los suelos para volver a tirarnos a él. Esta vez no pude amortiguar la caída de mi pariente, y queda lastimada; de igual manera, yo también quedo herido: me fracturé el radio del brazo derecho. El dolor era pulsante y acongojador, además de que me provocaba ansiedad. Con esa herida, y sumando la caída, solté un grito desgarrador –que si bien, se pudo haber escuchado a centenares de metros-. Fue allí cuando los caballeros se percataron de nuestra presencia; era normal que la ignoraran, somos demasiados débiles como para que ellos puedan sentirnos. Todos respingan al ver que somos un par de humanos en el Mundo Digital. Lucemon vuela hacia nosotros con una velocidad indescriptible, a pesar de su tamaño. Dukemon trata de alcanzarlo, además de haber soltado una maldición por haberlo perdido de vista. Nos estremecimos al ver que aquella bestia endemoniada se dirigía hacia nosotros. Todo por mi culpa.
Moriremos. Pensaba en esos instantes. ¡Moriremos! Exclamaba en mi interior, mientras me levantaba para correr en dirección opuesta al demonio, junto a mi prima.
El rugido de aquel ser era tan grave, que su tonalidad la sentí en mis pulmones. Parecía que con aquel ruido, él dijera que nos atraparía. En ese instante, pude escuchar la voz del caballero elegante:
— ¡No podré alcanzarlo, maldición!
Corríamos a todo lo que nuestros cuerpos nos permitían. Pero no era suficiente; para empeorar las cosas, mi prima tropieza con una roca desnivelada y medio enterrada. Pensar en dejarla y salvar mi propia vida, era algo estúpido y egoísta como para hacerlo. Es mi familia, mi sangre. No podía dejarla. Si ella debía morir allí, yo moriría con ella. Con ese pensamiento, el valor salió de mi corazón y frené mi carrera para quedar a lado de Celeste. Me agaché y tomé a mi prima de sus hombros, quedando en un abrazo que, tal vez, sería el último.
— ¡Fran! —No te dejaré sola. ¡Nunca! —Le juré. Era lo único que podía hacer en ese último momento.
Estábamos perdidos. Moriremos en ese instante. Sin embargo, a unos cuantos cientos de metros, Lucemon es impactado por incalculables relámpagos blancos. Estos rayos provenían de unas nubes blancas que estaban amontonadas encima de nosotros. Dukemon queda impactado al ver el tremendo poder que, aunque pareciera imposible, paralizó al demonio por unos instantes.
—Lucemon. No solo has escapado del Dark Area —decía una voz gruesa y profunda, como si un tenor estuviese hablando—, sino que también has osado ha matar a estos inocentes humanos. »Eres un ser abominable. No haz cambiado en absoluto. —suspiro aquel nuevo caballero de armadura rojiazul.
Él se encontraba justamente por detrás de nosotros. Nunca me percaté de su llegada; ni siquiera hizo el más mínimo ruido.
—No dejaremos qué cumplas tu venganza hacia aquellos hermanos de los que murieron por encerrarte en esa prisión. » Yo, Susanomon, heredero de los poderes de los Antiguos Diez Guerreros y descendiente de ellos, te encerraré por siempre en el Dark Area; como el peor castigo, incluso más abominable que la muerte misma, la inmortalidad en el encierro eterno en la zona de la oscuridad. —Junta sus brazos alargándolos a toda su envergadura y apuntándolos hacia aquel ser, para así lanzar una especie de energía blanquizca de entre aquellas cabezas que tenía en sus antebrazos –similares a los brazos de Omegamon-, y con ellos embestir a Lucemon.
El demonio es lanzado hacia la distancia que él había recorrido. Dukemon aprovechó aquella situación para usar uno de sus ataques que consistía en lanzar un rayo de energía carmesí desde su escucho en dirección al monstruo para debilitarlo. Susanomon corre ágilmente por toda la zona, a velocidad cegadora, e impacta su pierna derecha en el costado de la bestia quebrándole las alas que tenía cerca de la zona impactada, incluyendo también aquellas costillas. El resto de los caballeros de la realeza se sentían aliviados al ver que ya tenían el apoyo suficiente para controlar la bestia. Con ellos, pudieron concentrar su atención al portal que tenían en el centro; éste mismo aumentó de tamaño hasta llegar a la envergadura de aquella bestia. Lucemon rugía de frustración; aunque en aquella forma él no tenía control o razonamiento, si podía sentir aquellos sentimientos negativos que cada ser tiene en su interior. Ambos caballero seguían en el aire golpeando a su rival con técnicas propias: Dukemon con estocadas con su lanza y habilidades con la misma, y Susanomon con ataques de cuerpo a cuerpo. Mi dolor había quedado atrás al estar observando aquella titánica pelea entre aquellos seres. Mientras que Celeste tenía oculta su cara en mi pecho, aun llorando por el miedo que nos provocó nuestra casi muerte. El cuarteto gritó al unísono indicando que ya tenían listo aquel portal. Dukemon avisó a su compañero de aquella señal. Él asintió, en respuesta de su mensaje. Ambos volaron hacia el enemigo, mientras que éste les arrojaba relámpagos oscuros, pero eran esquivados por las grandes habilidades de ovación; ambos se movían en direcciones opuestas siguiendo una misma rotación imitando a un par de electrones con un centro invisible entre ellos –como si de un átomo se tratase. El par, utilizando sus ataques a larga distancia, y situándose por encima del monstruo infernal, impactan el lomo del mismo para empujarlo a las profundidades de aquel abismo eterno. Sus rugidos, que eran cada vez más chillante, me provocaba lastima hacia aquel ser, independientemente que intentó matarme. Él soportaba aquella presión generada por los impactos, pero los guerreros no tenían la opción de fallas, por lo que utilizaron todo lo que ellos tenían en sí para mandar un golpe aun más fuerte que el anterior; así, con ello, introducen a Lucemon en el Dark Area, donde debe permanecer por la eternidad. Tras ser devorado por el abismo, Lucemon deja de ser una amenaza, y aquel portal se cierra dejando a en su lugar un sello naranja –en forma de circulo con una especie de tridente en el centro –indicando ser una de las tumbas del pecado. El descendiente de los antiguos guerreros voltea a verme, después desaparece y reaparece a unos cuentos cientos de metros de donde yo y mi prima nos encontrábamos. Su velocidad era impactante, aun después de haber usado tanto poder, permanecía con aquellas energías. Aquel ser fue cubierto de una luz blanquizca, inmediatamente después de haber tocado tierra; aquella misma luz fue separada en diez esferas caloríficas, y cada una de estas fue tomando forma propia: la del centro tomó la de aquella ilusión que había visto en el centro comercial. Ésta murmura algo, que al oírla, me quedé anonadado. Tras terminar aquel murmuro, me apunta con su brazo derecho para después decir:
—Deben regresar. —Tras decir esto, los diez digimon resplandecen y me ciegan por un instante.
Al poder abrir mis ojos, me percaté de que ya no estaba en aquel mundo maravilloso. Celeste se despegó de mí, y empezó a observar detenidamente en donde ahora estábamos: En Plaza Sendero… o al menos, lo que quedaba de ella.
— ¡Sobreviviente! —Escuché a la lejanía
Eran personas con trajes verdes y cascos del mismo color. Eran militares expertos en salvamento; llegaron para rescatar a las personas que aun seguían vivas en los restos de aquella plaza. Después de unas horas, Celeste y yo escuchamos que habían explotado tres coches bombas a causa del crimen organizado: un ataque terrorista. Pero yo sé que eso era mentira, una escusa que usaron para responder la pregunta que, tal vez, nunca podrían encontrar respuesta. En minutos, nuestros familiares llegaron a la zona cero, ya que los militares habían dado aviso de nosotros. Frente a mi, se encontraba mi madre y mi padre llorando de felicidad por tenerme ante sus ojos, sano y salvo. A un lado de ellos, los padres de Celeste estaban en las mismas condiciones. Mi abuelo, quien estaba al centro de ellos, corrió a abrazarnos al mismo tiempo –ya que mi prima estaba a mi lado –y nos apretó como nunca lo había hecho. Celeste rompe en llanto, de igual forma que yo lo hice… quien no lo hiciera en ese momento, no tiene corazón.
— ¡Tata! Perdón, perdón… — se expresaba entre llanto y lágrimas mi querida prima— Nunca encontramos el regalo perfecto. —Tontuelos. —Nos dijo— Ustedes son el mejor regalo que me pudieron haber dado en la vida, ya que el día de sus nacimientos fueron mis mejores días… No… Hoy es el mejor día y regalo de mi vida. Son mi «regalo perfecto».
Aquella fue mi experiencia. Aunque la sociedad lo haya disfrazado de terrorismo, los digimon aparecieron en nuestro mundo. ¿Cómo? Es simple: el poder de un digimon de último nivel es tan grande, que si aparecen un par de ellos causan la apertura de puertas dimensionales… en este caso, eran siete mega digimon. Se preguntarán ¿Por qué les cuento esto? Bueno, ¿recuerdan a Fairymon? Ella ha vuelto a mí, y me guiará de regreso al mundo digital, tal como ella lo prometió en aquel momento, cuando murmuró en aquel momento:
« —Humano, eres interesante. Si llega el día en que aun nos recuerdes, yo misma iré por ti a tu mundo y te traeré de regreso… es una promesa. »
Es por ello que dejo esta carta, en este escritorio, para que aquellos que la lean sepan donde me encuentro en estos instantes. Nos veremos, ya sea en el mundo humano o en el mundo digital. | |
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